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jueves, 21 de julio de 2016

El día que Moyano se enfrentó a Moyano



El día que Moyano se enfrentó a Moyano: el dilema de una familia dividida entre Independiente y Camioneros

Esta mañana los dos equipos se enfrentaron en un amistoso en Avellaneda: los locales ganaron 3-0; Camioneros, fundado por los Moyano, juega en el Federal B
Port Jonathan Wiktor
 

Foto: Prensa Independiente

Los directivos que estuvieron esta mañana en el estadio Libertadores de América, en el corazón de Avellaneda, entre ellos Hugo Moyano, se vieron enredados en el mismo dilema que estremece a miles de padres en todo el mundo: la certidumbre de que por razones de distinto calibre prefieren a un hijo por sobre el otro. Por eso todo transcurrió entre silencios incómodos, leves sonrisas, comentarios a hurtadillas. Máscaras para esconder que Independiente, el hermano mayor, aquí, en medio de un frío que se metía en los huesos, no sólo le ganó 3 a 0 a Camioneros sino que se sintió el más querido, el mejor.

El Club Atlético Camioneros, fundado por Hugo y Pablo Moyano, el mes que viene cumplirá -apenas- siete años. Juega en el Torneo Federal B. Es, como su nombre lo indica, un vástago que nació bajo el ala protectora del Sindicato de Choferes de Camiones, un club de familia, una suerte de Arsenal pero con un trasfondo sindical de peso. Hoy, apenas, ocupó el complementario papel de corroborar las condiciones de Independiente, la de tomarle examen al equipo de conduce Gabriel Milito, la de entusiasmarse -sin argumentos- con quedar bien parado frente a sus padres.

Milito, sobre el terreno de juego, con un gorro que escondía sus rulos y acompañado por Leandro Ávila, su más inmediato colaborador, fue un tigre enjaulado que mostró sus garras, un conductor con puño de hierro que primero gritó para corregir errores, después para motivar a que sus jugadores mantuvieran la impostergable presión alta y un poco más tarde porque estaba satisfecho con los movimientos. Recién después, sobre el final, cuando ya todo estaba definido, hizo silencio para contemplar su obra.

Para el Mariscal, entonces, fue la ratificación de que su equipo, en los amistosos y ante rivales de menor calibre, funciona sin grietas. Este fue el quinto duelo de la pretemporada y el quinto triunfo: Independiente de Chivilcoy, Flandria, Villa Dálmine, Defensor Sporting de Uruguay y -desde esta mañana- Camioneros ocupan los casilleros del currículum. El sábado jugará el sexto, ante Aldosivi, otra vez en Avellaneda.

Camioneros, a todo esto, buscó una falla en el sistema pero no la detectó. A los ocho minutos, de hecho, después de una trepidante escalada por izquierda de Emiliano Rigoni, Martín Benítez, que había partido como interior, se entrometió entre los centrales y marcó el primer gol de la mañana.
Independiente, con el 4-3-3 catalán que propone Milito, empezó con Diego Rodríguez; Damián Martínez, Hernán Pellerano, Jorge Figal, Nicolás Tagliafico; Jorge Ortiz, Diego Rodríguez Berrini, Martín Benítez; Leandro Fernández, Germán Denis y Emiliano Rigoni. Salvo por la disyuntiva en el arco, de la que Martín Campaña también forma parte, Milito puso lo mejor que tiene. Luego de los Juegos Olímpicos regresará Víctor Cuesta y Figal, en principio, quedaría afuera. Diego Vera y Cebolla Rodríguez, lesionados, volvieron a perderse otro amistoso.

En la segunda parte, en los pies del joven Benítez no nació otro gol pero sí la asistencia para Germán Denis, que -tras una muy buena jugada colectiva- la empujó para poner el 2 a 0. Jorge Ortiz, un puñado de minutos más tarde, puso el 3 a 0 final. Ya nada tenía sentido, salvo por la banda sonora que luego de un momento se integró al contexto: el ruido de las herramientas trabajando contra el cemento fue un síntoma de que la promesa de Moyano, la de que el estadio estará terminado a fin de año, tiene argumentos tangibles.

Sobre el final de la jornada y antes del mediodía jugaron los suplentes e Independiente también ganó, esta vez 1 a 0, con un golazo de tiro libre de Jesús Méndez en el arco que da a la popular Sur, de modo que resultó inevitable que se evocara el recuerdo de la tarde en la que lloró por la memoria de su hermano en el clásico con Racing. En ese segundo partido, otra vez Ezequiel Barco, rosarino de 17 años, promesa de las inferiores, tuvo destellos de alto nivel.


Fuente Cancha Llena

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