La Selección y su último título olímpico, en Beijing 2008. /
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Históricamente, la FIFA le dio la espalda a la competencia
olímpica y en la Argentina ese desinterés se acentuó en los últimos años.
Por Juan Manuel Herbella
El fútbol es el único deporte que pudo crear una asociación
mundial poderosa, capaz de mantenerse independiente de la influencia del Comité
Olímpico Internacional. La defensa temprana del amateurismo marrón fue la
piedra fundacional, donde se cimentó la estructura y la suerte del deporte rey.
Con esa defensa, lo que en un primer momento resultó en pérdida y exclusión (en
Los Angeles 1932 no hubo fútbol por la disputa entre la FIFA y el COI), terminó
convirtiéndose en independencia y virtud.
“Por el crecimiento profesional y la influencia de la
presencia de una Copa Mundial, hubo dificultades para definir qué era un
amateur y qué no. Sin solución al momento, el COI decidió no incluir al fútbol
en Juegos Olímpicos de “Los Angeles 32”, pero el deporte volvió tan fuerte como
siempre en “Alemania 36”, porque los organizadores necesitaban el dinero
aportado por el fútbol” describe el texto de archivo de FIFA, provisto por el
historiador Eduardo Cántaro, autor del libro “100 años de Fútbol Olímpico”.
Para ese entonces, cuando el fútbol retornó al olimpismo sin deportistas
rentados, casi todas las históricas Ligas de Europa y las más importantes de
Sudamérica (en Argentina fue en 1931), habían abrazado el profesionalismo. Como
consecuencia, los mejores futbolistas quedaron fuera de la competencia.
Con el paso del tiempo, el amateurismo en el fútbol quedó
exclusivamente vinculado a los países comunistas y los Mundiales de fútbol se
popularizaron como la única competencia de selecciones capaz de albergar a
todos. Cuando el COI se dio cuenta del aumento de la brecha en la
competitividad, decidió abrirle el grifo a los rentados pero ya era demasiado
tarde. Ante el peligro de ser fagocitado por el olimpismo, llegó la segunda
decisión importante de la FIFA: ahora para resguardar su lugar de privilegio.
El modus operandi fue claro: desvirtuar la competencia, quitándole figuras. Así
fue que las reglamentaciones y los permisos fueron cambiando sucesivamente.
Primero habilitaron a los profesionales que no hubiesen disputado un Mundial,
luego se lo permitieron a los mundialistas que no eran europeos o
sudamericanos, posteriormente autorizaron a todos los mundialistas, pero
redujeron la edad para poder competir (Sub 23); en la actualidad, continúa la
limitante de edad y se autorizó la inclusión de tres figuras experimentadas.
¿Cómo se disputará el torneo en los próximos Juegos Olímpicoso? No se sabe. Lo
que está claro es que nunca estuvo claro; y que probablemente nunca lo esté.
Los requisitos para la competencia cambiarán tantas veces como la FIFA lo
pretenda o le convenga: sin ir muy lejos en el recuerdo, después de “Beijing
2008” se decía que en “Londres 2012” sólo podrían participar menores de 20
años, algo que finalmente no ocurrió pero en un principio estuvo en los planes.
“Siento desinterés por los Juegos Olímpicos dentro de la
Asociación del Fútbol Argentino. Algunas federaciones están preocupadas por
llevar a los mejores deportistas y otras no. En la AFA, todo el mundo está
preocupado por otra cosa y no por la próxima competencia, que para nosotros es
muy importante a nivel mundial”, afirmó hace unos días Carlos Mac Allister, ex futbolista
y actual Secretario de Deportes de la Nación, buscando que sus palabras
públicas generaran algún impacto en el comportamiento de las autoridades de la
Asociación del Fútbol Argentino. No lo logró.
Lo que pasa actualmente es el fiel reflejo, a menor escala y
con las aristas propias de la inestabilidad creada por la muerte de Julio
Humberto Grondona, del sentir del mundo del fútbol en relación a la competencia
olímpica. Siempre habrá excepciones, gustos personales e inquietudes
individuales que puedan oponerse a esta lógica pero es innegable que los
jóvenes futbolistas, a diferencia de lo que ocurre con los demás deportes, no
sueñan principalmente con llegar a un Juego Olímpico: sueñan con jugar un
Mundial.
“Hay un 50 por ciento de posibilidades de que la selección
argentina no vaya a los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro. La AFA no se pone
las pilas, no toma decisiones, es una AFA muda. Que hoy no se pueda conformar
un plantel para ir a competir a Río, es una vergüenza” afirmó Gerardo Werthein,
presidente del Comité Olímpico Argentino (COA). La estimación puede sonar
exagerada y muy probablemente quede en el olvido en unas semanas, pero no se
puede negar que tiene sustento en el desinterés actual que hay por la
competencia.
A diferencia de otras potencias futbolísticas como Brasil,
que aún siendo pentacampeón del mundo nunca consiguió una medalla de oro
olímpica, Argentina viene de cosechar un bicampeonato hace menos de diez años.
Póngase en el lugar de hincha y se dará cuenta que el mayor aditivo del torneo
es frustrarle la chance a Brasil, por encima de lo que significaría propiamente
celebrar una medalla de oro. Hoy, el fútbol argentino está en un punto donde lo
único que cuenta, al momento de ponerse a festejar, es el título de la
selección mayor: que ya lleva 26 años de abstinencia.
A falta de un mes para el inicio de los Juegos Olímpicos de
Río de Janeiro Gerardo Martino, hacedor de la lista preliminar de treinta y
cinco futbolistas para viajar a Brasil, se cansó de las desprolijidades de los
dirigentes y dimitió. “Debido a la indefinición en la designación de nuevas
autoridades de la Asociación del Fútbol Argentino y a los graves inconvenientes
para conseguir conformar el plantel que represente al país en los próximos
Juegos Olímpicos, el cuerpo técnico de la Selección ha decidido presentar su
renuncia en el día de la fecha” dice el escueto comunicado de la AFA.
El Tata se cansó porque se le había bajado más de medio
equipo titular (Kranevitter, Dybala, Benítez, Batalla, Mammana, Vega, Rigoni,
Maidana, Funes Mori, son algunos de los confirmados) pero además porque, así
como estaba planteado, tenía muy poco para ganar y mucho para perder. Los
dirigentes están mucho más preocupados por dirimir el reparto de dinero de la
Superliga, que por la suerte del equipo olímpico. En este estado de situación,
es comprensible que a menos de cinco días de la presentación de la lista
definitiva, Argentina se haya quedado sin entrenador.
Lo único ilógico en nuestro fútbol y que sólo se explica
desde el deseo ferviente de revancha que tienen los jugadores más
experimentados (Messi, Mascherano y compañía), es que a pesar del gigantesco
caos que vive actualmente la Asociación, el seleccionado continúe en el primer
lugar del ranking de la FIFA. Si fuese por una cuestión de organización,
reconocimiento, poder o previsibilidad, claramente debería estar entre los
últimos.
Fuente Perfil Cuatro Cuatro Dos

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