La búsqueda del próximo técnico
Claudio Tapia y Marcelo Tinelli, protagonistas del papelón
de la última elección en la AFA. (DYN)
Por Daniel Lagares
No fue una sorpresa ni nadie debería rasgarse las
vestiduras. También convendría sosegar las audacias de quienes ya mencionan a
sus candidatos como eventuales sucesores. Hay urgencias porque hay compromisos
inmediatos; nada que no se resuelva con el interinato apurado de algún patriota
que resuelva la actuación olímpica. El problema es otro. Aceptado el paralelo
entre la situación del fútbol y la que atravesó el país en 2001, surge una
diferencia sustancial: Argentina sufría malamente herida, pero aún con vida. El
fútbol argentino murió.
Aquel “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”
interpelaba directamente a los hombres y por extensión, al sistema. La bronca y
el hartazgo justificaba el coro que el mínimo espíritu democrático debió
cuestionar: ¿si se van todos, ¿quién queda entonces? Luego, idos todos, ¿cómo
se sigue? El mismo cuestionado ejercicio de la política fue el salvavidas del
mar embravecido, la única herramienta posible de reconstrucción, aún al alto
costo de corralitos, represiones y múltiples presidentes en pocos días.
Recuperada la legitimidad política lo que ocurrió en los doce años siguientes
pertenece a otro debate. En el fútbol no se advierten voluntad de
modificaciones profundas ni intérpretes para implementar cambios radicales. Los
perfiles (y las acciones) de quienes aspiran al poder dan indicios de ser más
aficionados al maquillaje que a la remoción de escombros En la AFA hay dos o
tres sectores de dirigentes, más cerca de ser bandas de choque que a
constituirse como corrientes de opinión, hijos y herederos del sistema
inaugurado por Julio Grondona hace casi cuatro décadas en el cual se han movido
cómodamente. Por torpeza, pereza, conveniencia, obediencia y, los menos, por
convicción. Ninguno de los sectores en pugna han propuesto para el fútbol
soluciones institucionales ajenas al “manual de Sarandí” que, justo es decirlo,
si fue eficaz, nunca podía ser eterno. En el fondo, lo que se vislumbra, es que
esos actores insisten más en convertirse en “nuevos Grondona” en lugar de
pensar “la nueva AFA sin Grondona”. Hay quienes creen en la reencarnación.
Quiso la historia que la muerte del fútbol argentino se
produjera durante la presidencia del país de un hombre que saltó del fútbol a
la política. No es Macri quien firma el certificado de defunción y hasta debe
entenderse que en este breve lapso de gestión, prioridades con otra envergadura
consumieron sus tiempos. En cambio, como “hombre del fútbol” es partícipe
necesario del desbarranco: fue presidente de Boca durante 12 años y su política
se extendió con sus dos sucesores. El último interviene decisivamente en el
desastre de la AFA que confluye hasta el portazo de Martino, símbolo último y
final de una decadencia inevitable.
Podrá decirse que “no todos son lo mismo”. Cierto. Tanto que
esos “no son lo mismo” votaron una y otra vez durante casi 40 años la forma de
hacer política de Grondona confundiendo genuflexión con espíritu democrático.
“No son lo mismo” pero el 38-38 los iguala en la impotencia de un resultado
imposible. Y los expone salvajemente. Se fue Martino. “¿Que se vayan todos?”.
No se irá nadie más. Porque todo pasa.
Fuente Clarín

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