Por Eduardo Verona
Las palabras de Guillermo Barros Schelotto después del 2-0 a
Independiente, reafirmando que salió todo como lo habían planteado, pone en
foco el oportunismo de los entrenadores a la hora de declarar. La mentira
naturalizada que promueven los técnicos hoy ocupa una centralidad en el fútbol
argentino que es muy compleja desnudar y desarmar.
Papeles en el viento
Lanús acababa de
derrotar a Independiente 2-0 por los octavos de final de la Copa Argentina. Y consultado
por el periodista de la TV sobre si todo había salido de acuerdo a lo
planteado, el entrenador de Lanús, Guillermo Barros Schelotto, asintió:
"Sí, la verdad que sí".
Después agregó: "En el primer tiempo
ellos no nos llegaron nunca. En el segundo arriesgaron un poco más, pero no
tuvieron situaciones claras de gol. Estuvimos bien parados, manejamos bien la
pelota y ahí estuvo la clave".
Las
palabras que nos volvieron a ratificar las mentiras permanentes que ya
naturalizaron los técnicos del fútbol argentino, son las primeras que disparó
el Mellizo después del triunfo, cuando confirmó que todo había salido de
acuerdo a lo que había planeado.
Vale consignar que
en los 90 minutos, Lanús remató dos veces al arco del Ruso Rodríguez y
convirtió dos goles. El primero de Román Martínez y el segundo de Gonzalo
Castellani. Eficacia del ciento por ciento.
¿Eso es lo que planeó Guillermo
para enfrentar a Independiente y vencerlo?
Porque frecuentó el área de
Independiente poco y nada Lanús, aunque haya sido muy certero. Pero eso no se
planifica ni se practica. Fluye. O no.
Acá no está en
cuestión si Lanús mereció más o mereció menos, si fue más contundente o más
práctico que su adversario. Lo que buscamos reflejar, en este caso enfocando al
Mellizo, es como los técnicos a partir de la función que cumplen, una y otra
vez, se empeñan en tomarnos a todos como los más permeables e ingenuos para
digerir mentiras de cualquier dimensión y calibre.
Guillermo esbozaba
una leve sonrisa cuando hizo aquel simulacro de análisis futbolístico, que en
realidad tributó al escenario de los lugares comunes. Porque no se creía lo que
decía. Y menos él, un improvisador a tiempo completo dentro de una cancha.
Sabe, porque lo jugó durante muchos años en muy buen nivel, que en el fútbol
nada puede anticiparse. Todo sucede en ese instante irrepetible: el acierto, el
error, el gol propio, el gol ajeno, los imponderables, las circunstancias, la
pelota que pega en el palo y entra o la pelota que pega en el palo y sale.
Nadie, desde afuera, puede modificar algo sustancial. Solo los jugadores
adentro de la cancha.
Pero Guillermo ya
hace unos años que ejerce como entrenador. Como tantos otros entrenadores.
Entonces cuando saboreando una victoria le preguntan si el desarrollo del partido
salió como lo había pensado, la tentación de decir lo obvio es tan grande que
no hay un protagonista que se desmarque de esa opción falsa. El, por otra
parte, no lo hizo.
Las evidencias
confirman que se acostumbraron a mentir alevosamente los técnicos. Y se
acostumbraron tanto que muchos de ellos fueron comprando hasta sus propias
mentiras. Y las repiten como si fuesen verdades reveladas, cuando son frases
hechas despojadas de contenido.
No deciden tantas
cosas los técnicos. Es cierto, pueden ser capaces de intentar poner en marcha una idea buena o mediocre,
pero esa idea, en definitiva, la ejecutan otros. Y la enriquecen o la malogran
otros. No los técnicos, por más talentosos que sean.
Es fácil atribuirse
en el triunfo ocasional méritos que en muchísimas oportunidades no les
corresponden. Los entrenadores son especialistas en ese rubro. Suelen colgarse
medallas en la victoria. Hablan de que salió todo como estaba previsto. Si sus
equipos pierden, ¿también salió todo como estaba previsto? ¿O la derrota es de
los jugadores que no hicieron lo que tenían que hacer de acuerdo a las
indicaciones formuladas antes y durante el partido?
Es bueno recordar una frase
del Loco Gatti que suena muy atinada: "Los jugadores hacen grandes a los
técnicos y no los técnicos a los jugadores".
Lo que no admite
dudas es que queda flotando en la superficie una atmósfera contaminada por el
rigor del verso. Un verso aprendido, vendido, comprado y muy bien aceptado por
el ambiente. Los técnicos supieron acomodarse sin resistencias a esa área de alto
confort. Y de palabras y gestos oportunistas que van y vienen como los papeles
en el viento.
En innumerables
ocasiones ese extraordinario periodista que fue Dante Panzeri (nació el 5 de
noviembre de 1921 en Córdoba y murió el 14 de abril de 1978), habló de
"chamuyadores" y de "paracaidistas del desparpajo" para
referirse al universo de los técnicos. La mirada filosa y transgresora de
Panzeri lo anticipaba hace más de medio siglo.
No se equivocó.
Fuente Diario Popular
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