Pellegrino, de 43 años, nacido en Leones (Córdoba), sabe que
el Rojo necesita volver a ser ganador.
Por Beto Tisinovich Btisinovich, Fabian Rodriguez y Favio
Verona
En una charla a fondo con Olé, Pellegrino aseguró
que quiere un equipo compatible con la idiosincrasia del
Ropo. "Tenés que saber dónde estás parado", dijo. Aunque le dejó un
mensaje a la gente. "Pisano y Benítez no tienen la culpa de que acá hayan
jugado Bochini y Marangoni".
Se despoja de aquella coraza en la que encuentra refugio
cuando lo acechan las cámaras y aflora la versión que se esconde detrás del
escudo protector. Mauricio Pellegrino dibuja su primera sonrisa y aquella
imagen de un hombre distante, inexpresivo y estructurado se desmorona. Se corre
el velo que lo cubre y el técnico se revela afable, inquieto, su apasionamiento
para hablar del juego se ve reflejado en ademanes ampulosos.
-¿Ya tenés un diagnóstico del plantel?
-El interrogante es cómo van a responder los jugadores ante
una nueva forma de trabajo. Hay varias cosas para mejorar, pero ahora no quiero
provocar una ensalada en la cabeza de los futbolistas.
-¿Tus conceptos los vas a inculcar de a poco?
-Sí, porque armar un equipo que juega bien lleva muchísimo
trabajo. Y en Argentina es difícil ya que siempre se van los mejores. Hay que
mantener los hábitos buenos que tenían con Almirón. Luego, para crear nuevos,
habrá que tener en cuenta que eso implica perder otros.
-¿Cuáles son los hábitos que deben mantener?
-El equipo siempre dominaba y tenía la pelota, pero no
traducía esa posesión en la red. Llegaba a tres cuartos y tenía movimientos
automatizados. Merecen tener seis o siete puntos más.
-Contra Olimpo se notó que cuando les llegan les generan
peligro.
-Todos pueden armar un equipo que estéticamente juegue
lindo, pero es difícil que al mismo tiempo sea efectivo, que complique al rival
y que lo domine. Cuando uno se plantea realizar un cambio, siempre hay un
costo. Si te pasás con la posesión, perdés pegada desde afuera. Si te pasás con
la idea de finalizar rápido las jugadas, vas a tener un equipo de ida y vuelta.
Si tu principal objetivo es que no te generen problemas, los rivales te van a
dominar siempre. El principal mérito de un técnico está en saber dosificar esas
cuestiones.
-Entonces, ¿qué pretendés de tu equipo?
-Con estos jugadores, Independiente debe protagonizar el
juego. No tiene que esperar a ver qué hace el rival. Debe defenderse más junto
porque esa es la forma más sencilla de ganar solidez. Uno veía al Real Madrid
de Ancelotti, en el que los 10 se paraban atrás del círculo central y salían
como aviones cuando la recuperaban. Pero el fútbol español es diferente. Yo no
quiero que mi equipo recupere tan atrás. Además, hicimos hincapié en la pelota
parada defensiva porque han recibido un porcentaje altísimo de goles.
-¿En qué punto de la asimilación de conceptos están los
jugadores?
-Muy vírgenes. Recién jugamos un partido y acaban de llegar
cuatro refuerzos. La adaptación no es igual para Ortiz, que viene de trabajar
de una manera en Lanús, que para Pereyra Díaz, que viene de Asia y allá lo
único que hacían era rezar. Pedimos jugadores entre los 28 y los 33 años, que
es la mejor edad.
-¿El fútbol de hoy requiere ser pragmático?
-El gran desafío para un técnico es encontrar un punto medio
entre lo que querés y lo que te puede dar el plantel. Si les pasás la pelota a
los jugadores, estás muerto. Y si creés que la tenés vos, también. Muchos se
llenan la boca diciendo que tienen una idea porque son ofensivos. Pero el que
se defiende con 11 también la tiene. Jugar bien no es sólo tener la pelota. Hay
que encontrar un equilibrio.
-¿Por qué dijiste que ganar debe ser una satisfacción y no
un alivio?
-Porque no le podés cargar una mochila a algunos jugadores
que tienen ocho partidos en Primera.
-¿Sos hincha del Rojo?
-El primer partido que vi fue un Racing de Córdoba contra
Independiente, cuando tenía 14 años. Ese día vi pasar a mis dos ídolos: Bochini
y Marangoni. Es por eso que yo hinchaba por el Rojo, a pesar de que en mi
familia eran de River. Coleccionaba las tapas de El Gráfico en las que salía el
Bocha. Hace poco lo vi acá y se lo dije. Lástima que mi vieja me las tiró.
-¿Hay que respetar el paladar negro del hincha? ¿Sigue
existiendo o no?
-Es muy importante respetar la cultura del club. Es como la
de un país, las costumbres de una familia o como una religión. Tenés que saber
dónde estás parado. Pero Pisano, Benítez o Valencia no tienen la culpa de que
Bochini y Villaverde hayan jugado acá. Sería como preguntarle a un futbolista
de River “con esta camiseta jugó Di Stéfano, ¿qué hacés vos acá?”. Hay que
apoyar a los jugadores. De lo contrario, habrá que abrir las puertas para que
donen dinero y así traer a los mejores del mundo, ja...
-¿Están bastante lejos de Boca y River?
-Ya se los dije a mis jugadores: hoy no estamos entre los
mejores. Debemos hacer un esfuerzo extra para que eso suceda y entrar a la
Libertadores.
-¿Es importante que la gente tenga paciencia?
-La paciencia no existe. Los que debemos tenerla somos
nosotros. Mi cabeza sólo está en poner al club en su hábitat natural. Debemos
acompañar el crecimiento institucional. Independiente viene de la B y hay que
ponerlo de pie.
-¿Ante Olimpo entraste a la cancha pendiente de cómo te iban
a recibir?
-La ansiedad se me va cuando entro al campo. Cuando jugaba
alguien me dijo “si querés ser técnico, gritá menos y analizá más”. Es mi
responsabilidad intentar analizar algo cuando todos están a 200 revoluciones.
-¿Con este plantel te alcanza para pelear en los tres
frentes?
-Creo que sí, pero depende de cómo te toque el calendario.
En Estudiantes debimos jugar 13 partidos en seis semanas y los jugadores
quedaron destrozados. Cada competición es una chance de entrar a la
Libertadores y hay que aprovecharla. Pero las copas son atractivas porque se
juegan a matar o morir y eso te genera mucha adrenalina.
Fuente Olé

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