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jueves, 23 de julio de 2015

Bienítez





Lleva dos partidos y dos goles en la era Pellegrino.

Por Favio Verona y Fabian Rodriguez

Desde que desembarcó Pellegrino, el delantero está rindiendo como nunca y Olé te cuenta cuáles son los factores que le permitieron levantar su nivel.

El fútbol es tan impredecible que, en muchas oportunidades, ni siquiera los protagonistas pueden encontrar argumentos concretos que justifiquen su lógica de imponderables. Hace un año, a Federico Mancuello le costaba explicar cuáles fueron los motivos que lo llevaron, en un viaje sin escalas ni anestesia, de abonado a los reproches a golpear las puertas de la idolatría.

Martín Benítez parece haber comenzado a transitar los mismos senderos. El tiempo dirá si logra llegar a destino o si se queda en el camino, pero el delantero de 21 años levantó considerablemente su nivel en los últimos dos partidos. Y su resurrección coincide con el desembarco de Mauricio Pellegrino. En el primer tiempo contra Olimpo (3-1), una silbatina estruendosa lo castigó cuando ensayó, sin éxito, una chilena. Pero se fue ovacionado cuando terminó el partido ya que su participación fue decisiva: convirtió dos goles y en uno de ellos eludió a dos rivales. Contra Temperley volvió a ser el mejor de la cancha: desequilibrante, incisivo, dinámico, estrelló un remate en el travesaño tras picar una pelota desde afuera del área. Hoy, nadie discute la presencia del misionero en el equipo. “Voy a cambiar murmullos por aplausos. Este va a ser un gran año para mí. En diciembre, voy a dar que hablar”, le comentó el delantero a Olé.

Son varios los factores que confluyeron para que esta versión de Benítez haya salido a la luz. El cambio de posición fue fundamental. Arrancó el partido ante Olimpo jugando de volante por izquierda y, obligado por las circunstancias, Pellegrino lo mandó de punta cuando el encuentro iba 1-1 y el Rojo no llegaba. Allí se desligó de sus responsabilidades en el retroceso y la marca y rindió más. El área no es su hábitat y el técnico sabe que precisa salir para entrar, por lo que decidió concederle libertades.

El estricto régimen alimenticio al que está siendo sometido el plantel también influyó. Benítez reconoció que bajó dos kilos, aunque la balanza no cuenta toda la verdad. No sólo perdió peso, también ganó masa y tonicidad muscular, fibras de contracción rápida que le permiten tener más explosión y cambio de ritmo para desnivelar.

“El día que este pibe madure y haga lo que hace en las prácticas, valdrá 10 palos”, aseguró Omar De Felippe. Jorge Almirón también lo reiteraba cuando dirigía al Rojo. Benítez maduró a los golpes: le cambió la cabeza después del problema personal que lo mantuvo alejado. “Me aferré a Dios. Mi familia me acercó al camino del Señor. Me estoy entrenando con todo porque ya no puedo seguir dejando pasar chances. Tengo el privilegio de estar en Independiente y debo aprovecharlo”, contó el atacante.

Ahora es Bienítez.


Fuente Olé

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