Lleva dos partidos y dos goles en la era Pellegrino.
Por Favio Verona y Fabian Rodriguez
Desde que desembarcó Pellegrino, el delantero está rindiendo
como nunca y Olé te cuenta cuáles son los factores que le permitieron levantar
su nivel.
El fútbol es tan impredecible que, en muchas oportunidades,
ni siquiera los protagonistas pueden encontrar argumentos concretos que
justifiquen su lógica de imponderables. Hace un año, a Federico Mancuello le
costaba explicar cuáles fueron los motivos que lo llevaron, en un viaje sin
escalas ni anestesia, de abonado a los reproches a golpear las puertas de la
idolatría.
Martín Benítez parece haber comenzado a transitar los mismos
senderos. El tiempo dirá si logra llegar a destino o si se queda en el camino,
pero el delantero de 21 años levantó considerablemente su nivel en los últimos
dos partidos. Y su resurrección coincide con el desembarco de Mauricio
Pellegrino. En el primer tiempo contra Olimpo (3-1), una silbatina estruendosa
lo castigó cuando ensayó, sin éxito, una chilena. Pero se fue ovacionado cuando
terminó el partido ya que su participación fue decisiva: convirtió dos goles y
en uno de ellos eludió a dos rivales. Contra Temperley volvió a ser el mejor de
la cancha: desequilibrante, incisivo, dinámico, estrelló un remate en el
travesaño tras picar una pelota desde afuera del área. Hoy, nadie discute la
presencia del misionero en el equipo. “Voy a cambiar murmullos por aplausos.
Este va a ser un gran año para mí. En diciembre, voy a dar que hablar”, le
comentó el delantero a Olé.
Son varios los factores que confluyeron para que esta
versión de Benítez haya salido a la luz. El cambio de posición fue fundamental.
Arrancó el partido ante Olimpo jugando de volante por izquierda y, obligado por
las circunstancias, Pellegrino lo mandó de punta cuando el encuentro iba 1-1 y
el Rojo no llegaba. Allí se desligó de sus responsabilidades en el retroceso y la
marca y rindió más. El área no es su hábitat y el técnico sabe que precisa
salir para entrar, por lo que decidió concederle libertades.
El estricto régimen alimenticio al que está siendo sometido
el plantel también influyó. Benítez reconoció que bajó dos kilos, aunque la
balanza no cuenta toda la verdad. No sólo perdió peso, también ganó masa y
tonicidad muscular, fibras de contracción rápida que le permiten tener más
explosión y cambio de ritmo para desnivelar.
“El día que este pibe madure y haga lo que hace en las
prácticas, valdrá 10 palos”, aseguró Omar De Felippe. Jorge Almirón también lo
reiteraba cuando dirigía al Rojo. Benítez maduró a los golpes: le cambió la
cabeza después del problema personal que lo mantuvo alejado. “Me aferré a Dios.
Mi familia me acercó al camino del Señor. Me estoy entrenando con todo porque
ya no puedo seguir dejando pasar chances. Tengo el privilegio de estar en
Independiente y debo aprovecharlo”, contó el atacante.
Ahora es Bienítez.
Fuente Olé
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