El DT de Independiente se pone en la piel del hincha, pero
cree que el análisis debe ser más objetivo; "No tengo términos medios, ni
soy un tipo falso", asegura sobre sus controvertidas decisiones
Por
Francisco Schiavo
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
Jorge Almirón dice que le dan vergüenza las entrevistas. Y
arremete: "La prensa es distinta en México. Una vez, cuando era
futbolista, me tuve que disfrazar de Rey Mago, claro... de Baltazar... ¿De
quién, si no? Era parecida a aquellas viejas producciones de la revista El
Gráfico. Allá había más cercanía entre los jugadores y los periodistas. Acá hay
mucha más gente y cuesta generar el vínculo". El entrenador asegura
tomarse su trabajo en Independiente con naturalidad. Sabe que, acaso por una
cuestión de ángel, de carácter o de decisiones antipáticas, le cuesta ganarse
el corazón de la gente.
"Este club mueve mucha gente. Eso no deja de
sorprenderme, pero ya me voy acostumbrando. A mí lo que me gusta es estar
tranquilo, trabajar, preparar el equipo. Sé la expectativa que se genera.
Independiente tiene una historia ganadora, si bien hace mucho que no es
protagonista ni gana nada, y se fue al descenso. Hoy estamos recuperando un
montón de cosas".
-¿Cómo sobrellevás la presión?
-Aprendo todos los días. No hay una receta. Tal vez los
técnicos que jugaron en equipos grandes, posiblemente, estén acostumbrados a
las vivencias con la gente. No tuve esa posibilidad, pero no me afecta mucho.
Trato de estar tranquilo. Soy así y acepto las cosas como vienen. Si el equipo
anda bien y gana, como lo ha hecho, y se va aplaudido, tampoco me cambia mucho.
Ya estoy pensando en lo que viene. Cuando las cosas no andan bien, soy el más
tranquilo. Trato de no distanciarme mucho de la realidad.
-¿Entendés a la gente?
-Entiendo que así somos nosotros. Cuando vamos a la cancha,
y si bien estoy desde otro lugar, sufro como espectador, lo siento. Por eso
entiendo cómo somos y cuando se insulta por una jugada, por un cambio, porque
pierde el equipo, porque no se traba con la cabeza. Así lo vivimos nosotros.
Entiendo esa parte. Después, el análisis de la semana debería ser mucho más
objetivo. Eso no lo comparto. Las cosas negativas trato de no escucharlas, de
no absorberlas. Si soy criticado con argumentos, discuto lo que sea, pero no me
gusta cuando hay mala intención.
Foto: LA NACION /
Soledad Aznarez
-¿Y ves mucha mala intención?
-Trato de no escuchar. Cuando llegué al club, se me criticó
por no ser conocido, era normal. Me daban tres o cuatro partidos. Y bueno.
entendí que no se analizaba nada. No había posibilidad porque estaba todo muy
en el aire. Me abstraje de eso y nada más me dediqué a trabajar. Tuve momentos
de dudas en el arranque, como todo proceso, pero nada más. Nos acomodamos e
hicimos un gran campeonato. Hoy estoy muy entusiasmado porque conozco mucho más
al plantel y porque los chicos que llegaron son fáciles de conocer: son tipos
nobles, sanos y grandes jugadores. Se acoplaron muy bien.
-Tomaste decisiones fuertes. ¿No pensaste en ser más
diplomático para ganarte a la gente?
-Las decisiones se toman o no se toman. No tengo términos
medios ni soy un tipo falso. No es mi equipo ni es mi club. Todo es consensuado
y hablado. Siempre para crecer. Con el ánimo de pensar siempre en el equipo. Estoy
convencido de que la historia se cambia así: con decisiones analizadas, no por
capricho. Estamos en un camino de reconstrucción en todo sentido. A mí me toca
estar al frente del equipo y estoy convencido de que las determinaciones son
para bien. Con el tiempo va a quedar demostrado que los cambios fueron buenos.
-Y los dirigentes te apoyaron...
-Es que el crecimiento de la institución es general. No sólo
una decisión del DT. Es una visión más amplia y apunta al futuro. Lo más
importante es el presente. El club se ordenó e invirtió en jugadores jóvenes
que le darán muchos frutos. Se va a afianzar un equipo y ese equipo le va a dar
muchos beneficios.
-Con el tema Montenegro, ¿no tuviste miedo de que el plantel
se tirara en contra tuya?
-No.
-¿Lo hablaste?
-No. Es una decisión que tomé yo. Esas cosas no se dicen.
-¿Te ponía incómodo que siguiera en el club, incluso en la
reserva?
-Yo trabajaba con los jugadores, con el equipo. Ése era un
tema de la dirigencia. No me competía a mí.
-¿Tenés algún cable a tierra?
-Leer un libro, estar con mi señora y con mis hijos. Pero el
cable a tierra es difícil para mí. Cuando me toca ganar, es una pausa, y ya
después sigo enchufado. No sé si está bien. Así es el trabajo. Pero por el
momento en el que estoy en cada uno de los detalles es una obsesión.
-¿Y cuando perdés?
-Analizo un montón de cosas. No sólo para corregir el juego,
sino para ver qué siente el jugador que cometió un error o que fue insultado.
Cómo lo asimila el plantel. Recuerdo cómo era yo, todo lo que sufría. Como todo
jugador, cuando me retiré sentí que estaba en el mejor momento y, en otros
ratos, dudaba de si era bueno para el fútbol. Yo sé lo que pasan ellos y más
cuando son jóvenes. El tema es estar cerca de ellos, pero no generarles presión
después de un mal partido. Por eso no exagero cuando las cosas no van bien.
-Igual, ¿no alterás tu rutina por una derrota?
-Antes me pasaba y era una locura. Me encerraba y me
aislaba. No servía porque generaba una coraza y la gente que me quiere, mi
familia, no sabía cómo acercarse. Hoy, aunque me cuesta, trato de no hacerlo.
No muchos lo recuerdan con botines. Tras haber surgido en
San Miguel, en el ascenso, Almirón jugó una temporada en Deportivo Español, en
primera, y luego se formó en México, donde actuó entre 1997 y 2009. También
allí dio los primeros pasos como entrenador: dirigió cuatro equipos entre 2009
y 2012. Su primer equipo en la Argentina fue Defensa y Justicia (2012/13), en
la B Nacional, y, tras otra estada en tierra azteca (Tijuana, en 2013/14),
llegó la gran oportunidad en Godoy Cruz, escala anterior a Independiente.
-¿Cómo jugabas?
-¡Ja! Ya ni me acuerdo. Arranqué en San Miguel y era
delantero. No tanto de área, sino como un extremo. Después me fueron buscando
otras posiciones y terminé como volante por la derecha. A México me llevaron en
ese puesto. La Volpe [Ricardo] me propuso jugar de cinco y ahí estuve doce
años. Como volante central me acomodé y me gustó muchísimo.
-¿Eras más técnico o rústico?
-Era fuerte físicamente y tenía mucha salida. No sé. Es
difícil hablar de uno. El volante marca un equilibrio. Tiene que tener quite y
ser salida. Así me gusta que jueguen los volantes centrales. Me gusta que sean
los iniciadores del ataque. No me gustan los N° 5 que cumplen: que cortan y que
se limitan a darle la pelota al primero que tienen al lado.
-¿Los equipos juegan como lo hacían sus técnicos?
-Hum. La mayoría de las veces, sí, aunque no es una regla.
Uno se siente identificado con el juego. Le dedico tiempo y me gusta que ellos
lo hagan. Que haya una gran entrega y una dinámica. Ése es mi estilo. Después
cada uno tiene su idea y su forma de sentir el fútbol. A mí me gusta que el
equipo sea protagonista.
-¿Hubieras sido titular en este Independiente?
-Y. no sé. Con Mancuello [Federico] y Rodríguez [Diego]
estaría en el banco. Sería la primera alternativa para ordenar cuando el equipo
está ganando. Pero el equipo está muy bien. En este equipo tan dinámico tendría
que modificar mi físico para jugar. Antes pesaba 78 o 79 kilos. Hoy estoy diez
más... y no de masa muscular, je.
-¿Cuánto influyó La Volpe en tu carrera?
-Mucho. Me dirigió tres años. Trabajaba mucho. Todos los
días nos dejaba un concepto del juego. Ahí empecé a ver el fútbol desde otra
óptica, desde la táctica. Me marcó por el juego muy dinámico y por algunos
movimientos que, como N° 5, me facilitaba el desarrollo.
-Pero se distanciaron.
-Nooo. me llevo bien. En algún momento, como jugador, con el
ego bastante elevado, me dejé llevar. Él es un DT explosivo, y bueno. éramos
jóvenes. Hubo un choque de temperamentos. Nos distanciamos y me tuve que ir del
club [Atlas]. Pero después nos juntamos. Es un buen amigo. Quedó todo bien.
-¿Hoy los técnicos tienen que ser jóvenes?
-Puede ser. La sociedad, en general, cambió. Me retiré a los
37 años y me tocó dirigir compañeros jóvenes. Pero mi hijo tiene 22 años y
entiendo o trato de entender su dinámica. Y puedo estar más actualizado con lo
que piensan los jóvenes hoy. Puede ser eso. El tiempo pasa. Y los técnicos que
hoy están un poco relegados son los tipos que marcaron la historia del fútbol
argentino. Grandes técnicos, ganadores, que dejaron enseñanzas y son
referentes. Pero están latentes porque en cualquier momento pueden seguir
dirigiendo. Son consagrados, que no tienen que demostrar nada, pese al recambio
generacional.
-¿Usás las redes sociales?
-Algo. No soy el mejor, pero entiendo para qué sirven y cómo
se manejan. A veces se las usa bien y otras, exageradamente. Pasa en el equipo:
termina el entrenamiento y en el vestuario están todos con el teléfono a ver
qué se dice. Es la costumbre de hoy. Eso hizo que se perdiera el diálogo entre
los jóvenes.
-¿Te molesta?
-No te queda otra, si no, te peleás con todo el mundo. Hay
que dejarles el espacio y después charlar de otra manera. Después, el equipo
instrumentó otras cosas: el celular no se usa en la mesa en las
concentraciones. Fue algo charlado y lo aceptaron muy bien. Es muy bueno tener
una hora para charlar. Me tocó estar en planteles en los que se sientan a comer
y, a los 15 minutos, se levantan.
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
-¿Usás la tecnología en el juego?
-Tengo un grupo que se dedica a eso. Tenemos algunos GPS
para un mejor control, grabamos todos los planteles, tenemos jugadas
sectorizadas, individualizamos a cada jugador. Estamos muy cerca. Lo visual es
mucho más fácil. A los muchachos les puedo marcar tal o cual cosa, pero verlo
siempre es más efectivo, más didáctico.
-¿Con qué te darías hecho?
-Eh. Es difícil. Me imagino dando la vuelta en la cancha de
Independiente. Sería lo máximo. Ese día sería el tipo más feliz del mundo.
-¿Por qué pueden ganar algo?
-Porque hay buenos jugadores y la comisión hizo el esfuerzo
para formar un equipo competitivo. Se armó un equipo para pelear algo
importante, pero es prematuro decirlo. Lo mejor es preparar el próximo partido
y así consecutivamente, sin pensar mucho más allá.
-¿Y ganarte a la gente?
-Yo creo que si uno está dando la vuelta olímpica. no hace
falta que le pida nada a la gente. Yo sería el hombre más feliz del mundo y, obviamente,
todo se va a acercar.
Fuente Cancha Llena
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