La incógnita aún perdura".
Almirón: el desconcierto.
Por Eduardo Verona
Jorge Almirón arribó a Independiente hace 8 meses y más allá
de algunas frases hechas, no consiguió armar un equipo. Su prédica a favor del
fútbol ofensivo naufraga entre el voluntarismo y el desconcierto.
Le faltan
certezas al entrenador.
Certezas futbolísticas.
¿Qué le vio el presidente de Independiente, Hugo Moyano, al
técnico Jorge Almirón para contratarlo hace 8 meses, bancarlo a pesar del
fuerte rechazo de los hinchas y elogiarlo una y otra vez?
La pregunta se
repite: ¿qué le vio?
¿Su foja de servicios en México y Godoy Cruz, que por
supuesto no deslumbra a nadie?
¿Su mirada del fútbol?
¿Su proyecto nunca bien
explicado ni definido y plagado de frases hechas y lugares comunes?
¿Su poder
de decisión?
¿Sus ideas para plantear los partidos?
¿Su verticalismo en función
de la plana mayor de la dirigencia?
Lo real y evidente es que Almirón continúa abonando el
camino del desconcierto. Precisamente porque él expresa el desconcierto, más
allá de los 33 puntos que conquistó Independiente en el campeonato anterior y
que reivindica como un tesoro que no se valora.
En el arranque de 2015, el panorama no se modificó. El
vapuleado entrenador, al que le trajeron todas las incorporaciones que pidió,
suele proclamar lo que el equipo en contadísimas oportunidades logró plasmar:
jugar bien.
Sigue sin encontrar un funcionamiento Independiente. Y el
funcionamiento es la marca registrada de un técnico. Es la idea aplicada por
los jugadores. Es el concepto colectivo. Esto no se ve en el equipo. Ni se vislumbra.
Lo rescatan algunas individualidades. Antes, a veces el Rolfi Montenegro, o
Mancuello, o Pisano, o el oportunismo de Penco. Pero el equipo nunca apareció.
Y nunca dio señales muy concretas que podría aparecer, por encima de algunas
victorias que alentaban esa ilusión.
Le faltan certezas a Almirón. Certezas futbolísticas. Por
eso cambia sistemas y jugadores permanentemente. Y a favor de esos cambios que
no se detienen, no encuentra el sistema ni los intérpretes.
Por ejemplo, improvisar a Papa como volante o puntero
izquierdo, delata un grado de confusión insoslayable. Es un caso que Almirón
explicaría por la ausencia, por lesión, de Pizzini, pero exponerlo a Papa a los
32 años a jugar en sectores del campo que no frecuenta, refleja la confusión de
Almirón para analizar las características de los protagonistas. Papa no es
volante y menos aún puntero. Es un marcador de punta clásico. Siempre lo fue.
Darle otra responsabilidad a esta altura de su carrera no se corresponde con
una lectura adecuada. Y no es otra cosa que un error grosero.
Como es tacticista, Almirón celebra más la táctica que el
juego, aunque en su mensaje a los medios repita que adhiere al fútbol ofensivo.
Todos, en teoría, adhieren al fútbol ofensivo. Pero con el voluntarismo no alcanza.
Con intentar salir desde el fondo paseando la pelota en un ceremonial
aburridísimo que casi siempre termina en un pelotazo frontal a dividir, tampoco
alcanza para confirmar que el equipo quiere ser prolijo y convincente. De hecho
no lo es.
La verdad es que la línea de fondo hace los deberes que le
indican, duerme la pelota y no genera ningún espacio para que los volantes
reciban en condiciones más favorables. Es siesta pura. Pasecito intrascendente.
Y presión anunciada de los rivales. Salir bien no es prestarse la pelota cerca
del área con una lentitud apabullante.
Eso es fulbito. Es franela.
Salir bien
no es tocar por tocar. Es tocar para provocar algo que Independiente no
provoca. Y si provoca algo son las dificultades propias para defender, elaborar
y atacar. El problema, sin dudas, es colectivo.
El fútbol de todos los tiempos vive del espacio.
Independiente no los achica en su campo ni los construye en terreno adversario.
El saldo es un equipo partido al medio. Inconsistente. Frágil. Vulnerable. Capaz
de comerse una goleada a la vuelta de la esquina.
Por eso llegan jugadores y no
se advierte un crecimiento. Como si fueran rehenes del desconcierto que abraza
al técnico.
"Vamos a andar bien", reitera Almirón después de
cada partido, buscando respaldos que Hugo Moyano, por ahora, no le niega ni le
retacea.
Ya se sabe, no son eternos los respaldos. Y menos cuando las huellas
que viene dejando Independiente son precarias.
Ayer, con Montenegro y Penco, a los que Almirón borró, el
equipo era mejor que el actual.
Se debilitó Independiente. Y se debilitó
Almirón.
¿Qué le vio Moyano a Almirón?
La incógnita aún perdura.
Fuente Diario Popular
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