Por Yacaré Doria
Los anuncios en comunicación de la mano de Tinelli quedaron
postergados y reducidos a la cuenta de Twitter, que democratizó la información.
El vice de San Lorenzo que ya chocó contra el paredón del Ascenso, encuentra
otro foco de disgusto en la casa donde las innovaciones no son bienvenidas.
Los pajaritos, los pajarones y las águilas guerreras
El desembarco de Tinelli para aggiornar la comunicación en
AFA tuvo una serie de anuncios que, por el uso de términos como "redes
sociales", parecían de ciencia ficción para el universo de ocho pisos que
se erige en el 1366 de la calle Viamonte. Sin embargo la mayoría de los
anuncios no se concretaron: el sorteo de árbitros iba a ser transmitido en
streaming para desmitificar el imaginario popular de que cada partido tiene
puesto el suyo a dedo, pero nunca estuvo cerca de suceder. Ni fotos propias se
pueden difundir: tienen que ser las del fotógrafo oficial, aunque ahora algunos
videos caseros grafican momentos solemnes. Las ínfulas del vice de San Lorenzo
encontraron aliados solamente en dos clubes grandes y algunos reformistas de
peso, pero el resto le dio la espalda y su función se desarrolla sin la
sencillez que esperaba.
El Twitter es el mascarón de proa de la gestión: la
información está primero ahí y eso hace rabiar a más de uno. Primero al área de
prensa residual que nunca se terminó de fusionar con los Tinelli Boys, armados
con celulares inteligentes y difusores de las novedades en 140 caracteres.
Ellos caminan los pasillos, se mueven y coordinan sus pasos en el día a día
mientras los otros, desde la pasividad de las oficinas que les pertenecen y
habitan con exclusividad, ven como se les escurren datos que ya nadie tiene que
ir a mendigar y que no pueden dosificar a su antojo.
La información es democrática: sucede y está en el aire.
Justamente por eso, el otro sector que está a maltraer con la presencia del
pajarito azul es el periodismo acreditado: cuando llaman a sus redacciones o
piden aire en las radios para contar las novedades con la urgencia de los acontecimientos
que no son conocidos y la sociedad paralizada espera con ansias, un productor o
compañero de sección los frena en seco y avisa: "ya lo tenemos, salió por
Twitter". Y entonces, señores, se produce el síndrome de Estocolmo, porque
los periodistas que antes dependían del humor de quien manejaba la información
para tenerla, añoran los tiempos en que estar dentro de la sede neurálgica de
Grondonalandia les permitía ser portador de inéditos que ninguno, excepto
ellos, manejaba.
Entonces, sucede una alianza inesperada. Twitter tira los
títulos y a caso con dos o tres seguidos, desarrolla algún concepto y, sobre
todo, cumple horarios. Cuando baja el sol, también dejan las oficinas los
antiguos dueños de la información y se acercan con lo que se le escapó al
pajarito o, mucho mejor, dejaron para difundir al día siguiente. El momento es
épico, no hay aplicación de por medio, median las palabras y una persona vuelve
a estar en el centro de la escena, cuatro o cinco la escuchan y vuelven a
llamar a sus trabajos para contar cosas que no están en ningún lado. Las dos
partes se extrañan y están de tregua: la democratización de la información
igualó a los seguidores de la cuenta con los periodistas que están en la casa
de Don Julio. El Cuervo –Pajarito al fin-, los dejó como pajarones y como
sintetiza el dicho, muchos esperan que se baje a dos pájaros de un tiro. Y los
clubes de ascenso e interior, que muchos tratan como pichones, juntos son un
águila guerrera que parecen estar encarando el trabajo.
Fuente Diario Popular
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