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domingo, 28 de diciembre de 2014

Con los barras y sin lugar para los ídolos.



La gestión de Hugo Moyano les abrió las puertas a los que tenían derecho de admisión; dejó afuera a Insúa, Milito y ahora a Montenegro.


Por Guido Molinari; "TIEMPO ARGENTINO".

Las dos caras - Los barras en la tribuna del Libertadores de América y Montenegro que tiene las puertas del club cerradas.

La noche del 8 de julio, en la que Hugo Moyano asumió como presidente de Independiente, en el Rojo se vivió un cambio de paradigma.

El secretario general de la CGT opositora llegó al poder y la nueva dirigencia buscó, desde el primer momento, demostrar que tenía convicciones diferentes a las de Javier Cantero, quien había dejado el cargo antes de tiempo con una Comisión Directiva que lo fue abandonando lentamente. 

Llegó Moyano y la postura de la Agrupación Independiente quedó muy clara: la lucha que intentó llevar adelante –sin éxito– Cantero no sería tenida en cuenta. Es más, los barrabravas –después de que Claudio Keblaitis, el interino de Cantero, levantara todos los derechos de admisión – pasaron a tener al club como su segunda casa: estaba permitido desde hacer asados y jugar a la pelota dentro de la cancha hasta abrir el estadio para hacer pasar el cortejo fúnebre de José Fabián Fernández, alias Gallego Popey (ex líder de la barra en la década del ‘90, empleado como utilero del club por primera vez por Julio Comparada, despedido por Cantero y contratado nuevamente por Moyano), con Pablo “Bebote” Álvarez llevando el cajón.

Pero la nueva dirigencia no sólo hizo cambios en lo político y social del club, sino que también se metió en lo deportivo: contrató a un entrenador que, avalado por la dirigencia, hizo que en menos de seis meses renuncie Gabriel Milito, uno de los ídolos más importantes del club en los últimos quince años, y marginó del plantel a los cuatro referentes que tuvo Independiente en el ascenso; mañana el que rescindirá será Daniel Montenegro.

El Rolfi está de vacaciones con su familia y hoy por la tarde volverá al país porque mañana al mediodía tiene una reunión con Jorge Damiani, secretario técnico de Independiente y uno de los hombres en los que más confía Moyano. A Montenegro esta misma dirigencia en julio le renovó el contrato por 18 meses, pero mañana le dirán eso que ya sabe y que se empezó a imaginar cuando terminó el semestre: que Jorge Almirón (y en definitiva la Comisión Directiva) no lo quiere y que su futuro está lejos de Avellaneda.

De esta manera se acabará el cuarto ciclo de Montenegro en el club, dos años que comenzaron cuando decidió volver cuando otros no querían volver para intentar salvar a Independiente, que siguieron cuando fue la bandera de un equipo que volvió a Primera y que continuaron cuando fue una de las figuras de un equipo que, pese a los cambios ciclotímicos del entrenador y a no jugar bien en la gran mayoría de los partidos, sumó 33 puntos, la mejor marca en doce años. La inminente salida del Rolfi (confirmada ayer por Noray Nakis en Radio La Red: “Almirón prefiere a otros jugadores antes que él”) se suma a las de otros referentes que se fueron en esta nueva gestión: Gabriel Milito, Federico Insúa, Claudio Morel Rodríguez y Cristian Tula, a quien esta semana no le renovarán.

Está claro que lo político, lo social y lo deportivo van de la mano y que en Independiente esa regla se cumple. La demostración de poder que quiere imponer la nueva dirigencia se manifiesta en el regreso de los barrabravas a la vida diaria del club (el líder de la barra siendo aplaudido por dirigentes cuando ganó una subasta en la fiesta anual) y en un entrenador que avala que una Comisión Directiva decida echar hasta a los ídolos del club.


Fuente Tiempo Argentino

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