Los secretos de una fuerte disputa por un lucrativo mercado
Por Nicolás
Balinotti
"¡Todos al piso!", se escuchó, en voz trémula y
agitada. La lluvia de piedras y huevos caía sobre el acoplado de un camión
desde el cual Sergio Massa encabezaba una caravana proselitista por el corazón
de La Matanza.
Aquel episodio, en plena cuenta regresiva para las
elecciones de 2013 , nubló de terror la recta final de la campaña. Detrás del
ataque, en el que hasta hubo desafíos con armas de fuego, se levantó una
intrincada trama de barras y políticos que suelen hacer acuerdos en el distrito
más poblado de Buenos Aires. Los tratos se refuerzan cada vez que hay una
elección. Y 2015 no será la excepción.
En noviembre pasado estalló por enésima vez la interna de la
barra brava de Almirante Brown, uno de los clubes de mayor convocatoria de la
zona. Esa vez hubo un muerto y cinco heridos graves en un enfrentamiento a
tiros. La pelea no fue únicamente por la colonización de la tribuna.
La disputa a muerte es por los negocios que generaría ocupar
ese lugar simbólico.
Cuando fue el ataque a Massa, sus voceros responsabilizaron
a barrabravas de Almirante Brown . Hasta precisaron nombres propios: Jesús
"Pucho" Carrizo. Hoy, en cambio, bajan el perfil y les apuntan
"a segundas y terceras líneas del oficialismo". Lo dice Miguel
Saredi, uno de los precandidatos del massismo para gobernar la comuna el año
que viene.
Saredi reconoce que los políticos en La Matanza recurren a
las barras y no excluye a su actual partido, el Frente Renovador. "La
hinchada de Almirante tiene hoy un vínculo más cercano con el oficialismo. Pero
nosotros los conocemos. Uno puede canalizar esa relación para bien o para mal,
como con los planes sociales. Nosotros hasta les ofrecimos trabajos en el
Mercado Central", dice a LA NACION el massista, que alguna vez integró el
círculo íntimo del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno.
La barra de Almirante Brown, fracturada hoy en tres
sectores, trabajaría mayoritariamente para el intendente de La Matanza y
aspirante a gobernador de Buenos Aires, Fernando Espinoza , según aseguran
fuentes del club y del propio oficialismo. Los barras se encargarían de las
pintadas y pegatinas, y musicalizarán con bombos y trompetas los actos.
Espinoza y el sindicalista metalúrgico Carlos Gdansky, ambos referentes del PJ
en el territorio, se involucran cada tanto en la vida de Almirante Brown a
través de dirigentes de su confianza.
La barra de Almirante
Brown trabajaría mayoritariamente para el intendente de La Matanza, Fernando
Espinoza , según aseguran fuentes del club y del propio oficialismo.
Sin embargo, esos lazos no son garantía de nada: la barra
esta vez jugaría a dos puntas; prevé también negociar con el Frente Renovador a
través del hermano de uno de los máximos operadores que tiene el massismo en la
zona, quien, además, fue dirigente del club y ahora aspira a influir en la vida
interna de River. Sería como dar el salto a las grandes ligas.
Lo que sucede en La Matanza es apenas un botón de muestra de
las relaciones entre barras y políticos. Pasa en todos los municipios de la
provincia de Buenos Aires: Merlo, Ituzaingó, Tigre, San Fernando, Vicente
López, Morón, La Plata, Avellaneda... En todos. Hasta ocurre en Ezeiza, el
distrito donde manda el ministro de Seguridad, Alejandro Granados .
"Gracias Alejandro", rezaba hace algunas semanas
la bandera que colgaba detrás del arco del estadio 20 de Octubre, en Ezeiza. El
municipio se había paralizado por el partido de fútbol entre Tristán Suárez y
Villa Dálmine , por un ascenso a la B Nacional. "El agradecimiento será
siempre infinito para el hombre. Por haber llegado a la final, por haber
transformado esto que era campo en asfalto. En Ezeiza, el hombre es el Maradona
de la política", exagera Karma, como se apoda el jefe de la barra brava de
Tristán Suárez. "El hombre" es Granados, ex presidente de Tristán
Suárez, que ahora es administrado por su hijo Gastón.
Karma fue uno de los impulsores de la agrupación Hinchadas
Unidas Argentinas (HUA) cuando nació, de la mano del kirchnerismo. Entró y
salió dos veces al Mundial de Brasil, a pesar de que su nombre figuraba en la
lista de 2100 hinchas con acceso prohibido que entregó el Ministerio de
Seguridad a la policía brasileña.
El jefe Granados
Antes del Mundial, los referentes de HUA denunciaron que la Asociación
del Fútbol Argentino (AFA) había favorecido a las barras de los clubes grandes
en el reparto de las entradas para ir a Brasil. Aquel día, Karma estaba como
uno de los voceros hasta que lo llamaron por teléfono. "Boludo, salí de
enfrente de las cámaras que te va a ver el jefe."
Pero Karma nunca tuvo inconvenientes en blanquear su
vínculo. En las calles de Porto Alegre, en la víspera al partido de la
Argentina-Nigeria, dio detalles sobre sus presuntos financistas: "El club
nos dio las entradas para venir al Mundial por portarnos bien y no hacer ningún
quilombo en el año. A esto lo arreglamos con el pibe [por Gastón, el presidente
del club], Alejandro no tiene nada que ver".
Desde el entorno del funcionario no desmienten los nexos.
"Desde que asumió como ministro ya no va más a la cancha. Pero la relación
trasciende a la barra: muchos trabajan en el municipio. Los ayuda como a
cualquier otro vecino de Ezeiza", argumenta a LA NACION un vocero de
Granados, intendente con uso de licencia desde que, en 2013, Daniel Scioli lo
convocó para hacerse cargo del Ministerio de Seguridad.
La alianza con los líderes de las hinchadas no es un asunto
que salpique únicamente al Frente para la Victoria. O al massismo, como en los
casos de La Matanza, Tigre y San Fernando. Pero fue el kirchnerismo el que
gestó, en 2009, un acuerdo pionero que ubicó bajo un mismo techo a barras y
políticos. Apadrinado por Rudy Ulloa Igor, íntimo amigo y ex chofer de Néstor
Kirchner, el dirigente de Compromiso K Marcelo Mallo creó Hinchadas Unidas
Argentinas (HUA), que llevó a 235 barras al Mundial de Sudáfrica, al año
siguiente.
La alianza con los
líderes de las hinchadas no es un asunto que salpique únicamente al Frente para
la Victoria o al massismo, pero fue el kirchnerismo el que gestó, en 2009, un
acuerdo pionero que ubicó bajo un mismo techo a barras y políticos
El proyecto de Mallo contemplaba blanquear a los barras en
los clubes y emplearlos a sueldo como "acomodadores en los estadios".
Además, escondía una intencionalidad netamente política: "Los muchachos
pueden ser conductores sociales, transmisores de ideas para la comunidad y
hasta fiscales en las elecciones", planteaba Mallo. Ya alejado de la
iniciativa de HUA, el dirigente dedica ahora su tiempo a una ONG que trabaja en
las cárceles y mantiene activa su participación en el PJ bonaerense.
Los acuerdos entre funcionarios y barras se deciden en
absoluta reserva o por vía de intermediarios. Dirigentes deportivos, políticos
y sindicales son parte de una red de financiamiento que abastece a las barras
bravas de los clubes argentinos.
Las relaciones pueden quedar escenificadas en la tribuna con
la exhibición de banderas con alguna leyenda política. La barra de River es la
que más blanqueó sus relaciones: mostró el telón que decía "Clarín
miente" y otro que decía "Fuerza Cristina". La primera bandera
había colgado en los ventanales del Indec antes de ser desplegada en el estadio
Monumental.
El bombo y los negocios
A los barras también se los puede ver en actos políticos.
Algunos ofician en la semana como guardaespaldas o fuerza de choque, como
sucede con la barra de Independiente y su adhesión al sindicato de camioneros
que lidera Hugo Moyano .
"De barras laburan los domingos. Hay dos clases: el que
toca el bombo y el que hace negocios con el bombo", distingue un dirigente
deportivo con influencias en la AFA y que suele tener trato directo con
barrabravas.
Las alianzas, a veces, hasta pueden comprobarse con un
minucioso vistazo de las planillas de empleados de alguna dependencia estatal.
Es así desde hace años: el barra de Boca Santiago Lancry conserva hasta la
actualidad su cargo (legajo 09306) en la Legislatura porteña, donde fue
nombrado en 1989 por el entonces intendente menemista Carlos Grosso. Por
entonces, Lancry era la mano derecha del histórico José Barrita, alias "el
Abuelo", uno de los pioneros en esto de sellar acuerdos entre barras y
políticos. Hoy, bastante más viejo y tras sortear varias causas judiciales,
Lancry mantiene sus influencias en La 12, como se conoce a la barra boquense, a
través de un familiar al que le delegó su poder en la tribuna.
El lucrativo mercado negro de las barras creció en paralelo
con los episodios de violencia vinculados al fútbol. Las estadísticas son
irrefutables: en 2014 hubo 15 muertos y desde que el kirchnerismo está en el
poder fallecieron 85 personas, según el relevamiento de la ONG Salvemos al
Fútbol, integrada por familiares de víctimas y cuyo titular es el ex juez
Mariano Bergés.
El mercado negro de
las barras creció en paralelo con los episodios de violencia vinculados al
fútbol: en 2014 hubo 15 muertos y desde que el kirchnerismo está en el poder
fallecieron 85 personas, según el relevamiento de la ONG Salvemos al Fútbol.
"Los años electorales marcan estadísticamente un
aumento de la violencia en los estadios por dos cuestiones. La primera, porque
quien maneja la tribuna es el que se queda con el negocio vinculado a las
pintadas políticas, meter gente en los actos y hacer seguridad para los
candidatos. Y segundo, porque un hecho violento en una cancha golpea a quien
gobierna el distrito donde se produce, y ese recurso es usado en forma habitual
por los políticos argentinos, bajo el lema de «si no puede brindar seguridad en
una cancha, menos lo podrá hacer en una ciudad»", opina Gustavo Grabia,
periodista del diario deportivo Olé y especialista en la temática.
Algo de esto ocurrió dos semanas antes de las elecciones de
2013, tras el ataque a la caravana de Massa en La Matanza. El otro episodio que
nubló de terror aquella campaña sucedió en Munro, con la muerte de Fernando
Morales López, jefe de la barra brava de Colegiales . La interna estalló con
una guerra a los tiros por la disputa de las paredes del distrito para hacer
pintadas políticas. El trágico hecho desencadenó un cruce de acusaciones entre
kirchneristas y macristas. Una ironía: los agresores de Morales López habían
estado pegando afiches con propaganda sobre un centro de monitoreo de seguridad
en Vicente López.
"No asocio la disputa interna de las barras a la
política. Hay otras aristas: los negocios de las entradas, la ascendencia
simbólica sobre el resto de los hinchas y la legitimidad que consiguen en los
barrios. La solución inicial sería sacarlos de su lugar simbólico: la tribuna.
Con los barras fuera de la cancha, el margen se achica. No hay rédito político
con esta gente. Todo lo contrario: se paga un costo", argumenta Darío
Ruiz, subsecretario de Seguridad de la Nación y el hombre en quien Sergio Berni
confió para combatir la violencia en el fútbol.
El reclamo permanente de los familiares de las víctimas de
la violencia en el fútbol echa luz muchas veces sobre las complicidades que
vinculan a barras con políticos, sindicalistas y dirigentes deportivos.
Liliana Suárez es miembro de la ONG Salvemos al Fútbol, a la
que se incorporó después de la muerte de su hijo Daniel García, cuya causa está
a punto de prescribir sin avances ni acusados. Suárez responsabiliza de la
muerte a barras de Tigre y Deportivo Morón que habrían sido empleados de la
municipalidad en tiempos de Juan Carlos Rousselot.
"No hay voluntad política de resolver el problema, mucho
menos si los políticos utilizan a los barras como mano de obra a cambio de un
plan social. Mi hijo se convirtió en un papel, en un expediente. Le pediría a
la Presidenta que nos escuche como madre, que entienda nuestro dolor y
sufrimiento", exige Liliana, con un hilo de voz, casi derrotada por la
falta de avances para esclarecer la muerte de Daniel.
Es difícil pensar que algo pueda cambiar si hasta Cristina
Kirchner confesó en público su adoración por "esos tipos parados en los
paraavalanchas, que son una maravilla". Lo dijo en 2012, durante un acto
en la Casa Rosada. Así como cayó Cristina, en la Argentina, teorizadas como
parte de la cultura del aguante, las hinchadas se glorifican y se toleran
peligrosamente sus vínculos y negocios. Es algo que está social y culturalmente
incorporado, y que se refleja cada domingo en cualquier estadio del país
Fuente Cancha Llena La Nación
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