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martes, 25 de noviembre de 2014

Almirón, un técnico confundido






Por Eduardo Verona



Los 30 puntos que cosechó hasta el momento con Independiente, no le representaron a Jorge Almirón ningún bienestar o receptividad entre los hinchas rojos. De formación tacticista, privilegia el sistema por encima de los jugadores. Por eso cambia todos los partidos. Y a veces hasta cambia lo que funciona bien.



"Almirón es un tipo muy serio, responsable y humilde. Estas son las características que hacen importantes a los hombres".



Así elogió el presidente de Independiente, Hugo Moyano, al entrenador que contrataron después de la fulminante salida de Omar De Felippe, quien prefirió dar un paso al costado antes que subordinarse a la lista de jugadores que la dirigencia iba a incorporar y finalmente incorporó de la mano del empresario Cristian Bragarnik.



Almirón suele mostrar insatisfacción e incomodidad cuando la prensa le pregunta por la resistencia que despierta en la masa societaria del club. Es que a pesar de los puntos que conquistó el equipo y de sus simpatías juveniles por Independiente que se encargó de resaltar apenas asumió, el técnico siguió encontrando más rechazos que adhesiones.



La primera línea de los dirigentes parecen no interpretar esta situación. Y suelen colocar los resultados por encima de todo.

Sin dudas, no es acertado el diagnóstico que hacen.



Los resultados no expresan totalidades. Almirón, más allá de que sea un hombre serio, responsable y humilde, como lo calificó Moyano hace pocos días en una entrevista concedida a La Nación, está lejos de conseguir una empatía con la gente solo a partir de la aceptable o buena campaña que realizó el equipo en un campeonato aún con final abierto.   No es un tema de ausencia de carisma el que padece Almirón. Tampoco es que no tenga pasado como jugador en el club y esto lo arroje a las brasas. El problema central es que no se advierte una identificación futbolística con Almirón. No porque sea un técnico defensivo. De hecho no lo es, aunque en varios partidos decisivos (ante Gimnasia y Arsenal, por ejemplo) incluyó cinco defensores, resignando por completo la iniciativa y el manejo de la pelota. En definitiva, su formación tacticista, privilegiando en muchos casos más el sistema que las características de los jugadores, fue una grieta imposible de cerrar.



Esa formación tacticista es la que terminó empujando a Almirón a modificar, partido tras partido, la constitución del equipo, generando un amplio menú de dudas que se trasladaron inevitablemente a la cancha.



Cree Almirón, por ese mismo credo tacticista, que los grandes problemas del fútbol pueden ser resueltos a partir de los diferentes sistemas que puso en marcha.



Y en realidad los grandes problemas del fútbol solo son superados por las virtudes de las individualidades. Y no por los diseños tácticos.  



Cree Almirón, más en los planteos teóricos que en los contenidos.



Cree Almirón, más en el esquema dibujado en un pizarrón real o simbólico que en los jugadores. Por eso cambia y cambia sin parar. Como lo hizo en pleno encuentro en la Bombonera, cuando en el segundo tiempo y de cara a las necesidades y las urgencias de Independiente de ganar el partido para conservar sus chances de pelear arriba, sacó a Montenegro, Penco y Pisano para hacer ingresar a Figal, Benitez y Lucero.



Semejante nivel de desconcepto y confusión para apreciar y leer lo que indicaba el desarrollo del partido, no parece revelar apenas un error de carácter circunstancial.



Es un error de interpretación grave. De mirada futbolística. Y de análisis colectivo. El error por triplicado, interpela las debilidades y flaquezas inocultables de Almirón a la hora de cultivar el conocimiento de las virtudes propias, de las dificultades ajenas y de la dinámica natural del encuentro.



Estas miradas y análisis fallidos en situaciones que demandan resoluciones rápidas, precisas y efectivas, dejan muy mal parado al entrenador. Porque le quitan crédito. Lo precipitan a la duda siempre próxima e inminente. Y lo exponen a la crítica dura. Incluso frente al plantel que siempre mide con recelo y desconfianza al técnico que tienen enfrente.



Seguramente, debe saber de fútbol Almirón. No se cuestionan aquí sus saberes. Se relatan sus procederes e ideas desconcertantes que hasta el momento se desvanecen en la competencia. Y se documenta su conducta profesional a la hora de conducir a un equipo con más jóvenes (varios de ellos todavía muy verdes para afirmarse en Primera, como Bellocq, Zarate, Figal, Villalba, Benítez e incluso el Ruso Rodríguez y Pizzini) de lo que aconsejan los libros sagrados del fútbol mundial.



El saldo de Almirón en el plano de la perfomance de Independiente en la tabla de posiciones, es positivo.



Pero no tanto como lo promueve la dirigencia. No hay una gran gestión del entrenador ni mucho menos. Esto es lo que, precisamente, captaron los hinchas, por encima de los 30 puntos conquistados. 



Si a Independiente le faltó decisión y convicción en los tramos más calientes del campeonato, los jugadores no pueden transferir responsabilidades. Y Almirón tampoco.



Aunque en ese aquelarre de cambiar piezas y sistemas todos los partidos, sin decirlo, plantea que el equivocado no es él. Y también lo es.



Fuente Diario Popular

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