Por Rodrigo Tamagni
La silenciosa y obligada ida de Milito del "Rojo"
no sólo genera el dolor por el "hasta luego" (está claro que
regresará), sino también porque se echa por la borda el intento de un proyecto
serio en el futuro del club: las Inferiores. Con lágrimas en los ojos, sacan a
uno de los pocos hinchas con la camiseta bien puesta. Seriedad y lógica entre
hechos y palabras. Poco importa el triunfo contra Newell's... ¡Hasta pronto,
Mariscal!
Cualquier empresa que busca un empleado para un puesto de
vital importancia dentro de la pirámide se guía, principalmente, por su
currículum y referencias. Utilizando esa lógica empresarial, ambas cosas de
Gabriel Milito son intachables: una carrera ejemplar y opiniones de los que más
lo conocen sobre su modo de afrontar las obligaciones más que satisfactorias.
Por ideales y filosofía, Milito es Independiente. Lo siente. Lo entiende. Lo
vive. Nos hace vivirlo. Nadie está por encima de Independiente, ni siquiera él.
Y lo sabe. Optó por el silencio y la mesura para partir, entre maniobras poco
claras e incesantes muestras de desprecio.
Esta ida, entre penumbras obligadas por los propios
dirigentes que prohibieron que la gente, aunque sea, despida al ídolo en su
último partido como DT de Reserva, abre el interrogante sobre acciones del
pasado. ¿Para qué lo habían elegido como reemplazante de Omar De Felippe si no
iba a tener la banca suficiente? ¿Esperaban que el "Mariscal" ceda en
sus pensamientos? Hoy, a la distancia, parece que sólo se buscaba exponerlo. Lo
heredaron, no lo eligieron, está claro. Representa al peligro. Un arma de doble
filo porque cuenta con la espalda y la credibilidad del hincha.
Su fútbol fue acorde a la genética del "Rojo". Su
carrera, nos hace inflar el pecho. Sus medidas palabras, en cada entrevista,
convencían sobre su proyecto. Con 'La Masía' (cuna de las inferiores del
Barcelona) como reflejo y 'Pep' Guardiola como respaldo (lo tuvo en cuenta para
que sea su ayudante en el Bayern Münich), el "Gaby" pretendía imponer
su idea acá. Algunos alzaron la voz anunciando que "los resultados eran
malos". Resultados, claro está, numéricos; el marcador de los partidos y
nada más. Imposible hacer un análisis de resultados de 'producción' de
jugadores de inferiores en poco más de un año.
La discusión que se abre, ante esto, es otra. ¿Pretendemos
que nuestro piberío tenga como objetivo principal el ganar todos los partidos o
que el aprendizaje sea la base fundamental? Porque, claro está, que ganar
queremos todos, lo que nos diferencia es la búsqueda de ese triunfo.
La apuesta por los resultados futbolísticos, cortoplacista
desde ya, generó que estén en Primera División algunos muchachos con escasez de
concepto. ¿Cómo puede ser que en 2014 haya futbolistas que utilicen su pierna
inhábil como un amateur que juega un partido por semana con amigos? ¿Por qué
vemos partido tras partido que hay errores de escuelita de fútbol? Carencias de
formación, producto de que los proyectos en las canteras son sinónimos de
marcadores a favor. Milito llegó convencido de que las bases debían erigirse
sobre un sustento de trabajo con una idea matriz. Algunos dirigentes, no.
Desde este costado, anunciamos que el supuesto piso firme
sobre el que pisaba Milito era un espejismo. La arena movediza estaba cediendo
y apoderándose de sus tobillos. Hoy lo tapó esa arena. Pero con el hincha como
aliado, este "hasta luego" (claro está que las puertas están abiertas
de par en par para la vuelta de "Gaby"), se transformó en un
boomerang para aquellos que debían tomar la decisión de darle un espaldarazo al
"Mariscal". Poco importa el triunfo ante Newell's cuando no se
respeta a los ídolos, porque no ser cortés con ellos, es herir al hincha.
¡Hasta la vuelta, ídolo!
Fuente Infobae