El técnico está agotado por el clima institucional y la
falta de respuestas futbolísticas del plantel. No habló tras la derrota en Misiones
y se fue abatido. Siente que ya no le quedan muchas cosas por hacer para
revertir la situación.
De Felippe tiene decidido irse si el lunes el Rojo no gana
El DT analiza dar un paso al costado, cansado del clima
institucional y de no encontrar la respuesta del equipo. El plazo sería el
partido frente a Sportivo Belgrano, clave para sostener las chances de ascenso.
No late, arde. Así está Independiente, haciendo agua por
todos lados y con un marco institucional tan convulsionado y turbulento, que
toda su gente debería rescatar como positivo, sobre el final del primer torneo
del equipo de Avellaneda en la Primera B Nacional, la cantidad de puntos que
sumó y que le permiten tener un promedio sólido que lo aleja del peligro de un
nuevo descenso que, por consecuencia lógica del caos, hoy debería amenazarlo.
Y detrás de esa buena noticia aparece la figura de su
entrenador, Omar De Felippe, que durante un tramo de la travesía en aguas
desconocidas, supo afirmarse al timón y enderezar el rumbo, hasta casi
encaminar a Independiente a la correntada del que, para todos, era el principal
objetivo: el ascenso inmediato.
Pero ahora las coordenadas han cambiado y, con ellas, las
proyecciones. Una pésima segunda rueda no sólo desplazó al equipo de la tercera
colocación en la tabla (la que entrega el último pasaje a Primera) sino que,
además, lo empujó al quinto puesto y con chances de ser superado por varios
equipos más. De hecho, su próximo compromiso será otra vez en lunes y podría
darse el caso de que arrancara su partido ubicado en el décimo puesto.
Todos esos detalles, si bien no desgastaron la figura del
DT, erosionaron su energía.
De Felippe, siempre correcto, ubicado y certero en
sus declaraciones, se vio desbordado a la hora de analizar la situación
institucional que rodea a su trabajo y calificó de "quilombo" todo lo
que rodea al aspecto futbolístico.
Después, y con ojos humedecidos por el
desencanto, vio cómo su Rojo caía con errores infantiles en lo que, para todos,
era (o debió ser) una verdadera final en pos del ascenso.
Por segunda vez desde su desembarco en el club, eligió irse
sin hablar.
Mala señal.
¿Qué pasa por su mente?
Y peor aún ¿qué pasa por su
espíritu?
Hoy se sabrá por qué, De Felippe no se anda con medias tintas: dice
lo que siente. Algunos dicen que ya no tiene fuerzas o, al menos, ideas para hacer
reaccionar a sus jugadores. Otros, que ya se fijó un límite y que si el lunes,
ante Sportivo Belgrano Independiente no gana, dará las hurras y dejará que otro
haga el intento en el embalaje final.
Claro que su corazón le recomienda
quedarse en el barco hasta el final, como cualquier capitán que se precie de su
honor.
Fuente Diario Popular
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