Los despidos de Zubeldía y de Brindisi, más allá de los
malos rendimientos de los equipos, dejan en evidencia la hegemonía de la lógica
exitista en el fútbol argentino.
Ni fueron los primeros ni serán los últimos. Montones de
ejemplos como estos se vieron en la temporada pasada, y en la anterior, y en la
anterior.
Casi con seguridad, muchas otras situaciones como éstas se
verán en esta campaña que está dando sus pasos iniciales.
“Es así”, dirán los
que creen –o, simplemente, no ponen en cuestión- en la naturalidad de los
fenómenos.
“Son las reglas del juego”, argumentarán los que se sienten cómodos
con un juego que exhibe morales condenatorias para todo lo que no se ubica
dentro de los parámetros de la concepción hegemónica del éxito.
“No había más
remedio”, sostendrán algunas de las víctimas y algunos de los victimarios, así
como varios de los protagonistas y varios de los espectadores, de esta lógica
aplastante que dirige los destinos de las construcciones deportivas en este
momento histórico del fútbol argentino.
Lo cierto es que se disputaron cuatro
fechas del Torneo Inicial y hay un saldo claro: dos entrenadores ya perdieron
su puesto por una serie de resultados desfavorables. Y en un mismo día. ¿Un
cuento de nunca acabar?
A no confundirse. Acá los nombres propios son lo de menos.
Que se entienda bien. El caso particular es utilizado para mirar el todo y
lejos está de creerse que el caso particular es el todo.
Que el despido de Luis
Zubeldía tiene sus idas y sus vueltas, que la salida de Miguel Brindisi está
envuelta en las especificidades de ese club y que pueda haber consensos
múltiples en torno a la decisión de los dirigentes de la academia y del Rojo no
le quita ni un centímetro de realidad a la hipótesis.
Lo que acá se dice es que
no hay posibilidad objetiva para la existencia de un proyecto futbolístico –ni
en racing, ni en Independiente, ni en ningún otro equipo- si la evaluación se
realiza en cinco partidos, o en menos.
Lo que acá se dice es que, cuando pasa
lo que pasó en los cuadros de Avellaneda, el razonamiento excluyente que cuenta
es el de la cultura del “ganar es lo único que vale”.
No hace tanto, cuando todavía comandaba al Athletic de
Bilbao, Marcelo Bielsa, ubicado en el banquillo de los acusados por un sector
de la prensa que no le perdonaba sus convicciones, habló públicamente sobre los
criterios de evaluación y puso en cuestión el dispositivo de sentido común a
través del cual la mayoría de los jugadores, de los técnicos, de los hinchas,
de los dirigentes y de los periodistas sacan conclusiones acerca del andar de
un conjunto. “Los criterios que yo tengo de evaluación no son los mismos que
los que imperan. Las evaluaciones no se hacen en función de lo que se obtiene
sino en función de lo que se merece, aunque en el mundo actual suene absurdo”,
dijo el rosarino en esa ocasión, ante un público que lo observaba atónito.
Bielsa, el Loco que plantea el absurdo, juega con las
palabras para que quede sentado sobre la mesa que lo verdaderamente absurdo son
las circunstancias que sucedieron este domingo en Argentina: dos técnicos,
habiendo trascurrido solamente cinco y cuatro presentaciones, respectivamente,
fueron echados por los que, hasta hace muy poco, se llenaban la boca
repartiendo confianzas y defendiendo proyectos a mediano y a largo plazo.
¿Cuál
es el andamiaje conceptual que está detrás de las recetas que se aplican para
saciar la desesperación por la victoria?
¿Por qué nadie expone las supuestas
fórmulas que describen que cambiar a los técnicos cada vez que la tribuna lo
reclama es lo más rentable para obtener los resultados esperados?
¿Cómo se
entiende que a casi nadie se le ocurra ir contra la corriente si, como muestra
el pasado reciente de racing y de Independiente, seguir la corriente conduce
hacia el precipicio?
De acá en más, mientras que la urgencia del ahora y la
necesidad del triunfo ya, por encima de cualquier otra variable, se mantengan
por la senda de lo habitual, solamente restará adivinar quiénes y cuándo se
irán por la misma puerta que Zubeldía y que Brindisi.
De acá en más, mientras
que se respeten a rajatabla las verdades que están instaladas, el proyecto
futbolístico, por fuera de que los sucesores puedan construir grandes equipos,
será eso mismo que se percibe hoy, y desde hace algún tiempo, en tantos clubes
de la Argentina: el vacío.
Fuente 11wsports
Publicó La Caldera del Diablo
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