Por Miguel Angel Vicente
Son las grandes estrellas del partido en el que hoy
Argentina enfrentará a Suecia en Estocolmo. Jugaron juntos en Barcelona.
Brillantes ambos, tienen perfiles que contrastan. Y en sus pies está la
esperanza del mejor fútbol.
Socios. Leo y Zlatan, en Barcelona.
Estocolmo. Enviado Especial - 06/02/13
No hay coincidencias entre Lionel Messi y Zlatan
Ibrahimovic.
Ni en lo futbolístico ni en la manera de encarar la vida.
Sin
duda, los dos son grandes jugadores.
Claro que Messi está en un escalón
superior y es reconocido por todos. Hay cuatro balones de oro que lo
certifican.
Pero Zlatan supo abrirse camino en el mundo del fútbol pasando por
varios equipos importantes (Ajax, Juventus, Inter, Milan, en todos salió
campeón).
Ahora se luce en el Paris Saint Germain, pero le tocó convivir con
Messi en el Barcelona. Y, según dicen, esa convivencia no fue perfecta.
Zlatan es de carácter fuerte y entre esa constelación
de estrellas había un pibe que era protegido por los caciques del club catalán.
Y no se equivocaron en la apuesta. El Barsa con el auge de Messi llegó y se
mantuvo en la cima y Zlatan con sus rezongos se fue a otro lado.
Esas quejas
del sueco tuvieron un principal destinatario: Pep Guardiola, el entrenador.
En la cancha, los dos tienen características muy
distintas.
Messi es el rey de la diagonal en velocidad, de la gambeta abre
caminos, no hay nadie que le pueda sacar la pelota cuando la lleva rápido y con
destino certero.
El sueco es potente, más de área, de hacer goles
espectaculares también, pero a otra ritmo. Eso sí, a los dos les gustaba el mismo
territorio, el centro del ataque. Y por eso la disputa.
Messi es un pibe de barrio que abrazó la pelota con
tanto amor y con tantos sueños que no se le reconocen rebeldías.
Zlatan tuvo
una infancia mucho más dura, que lo formó de pies a cabeza. En su libro dice de
su niñez:”No tenía hambre, tenía mucha hambre...”. Toda una definición que hace
temblar hasta los huesos.
Messi tuvo una familia que lo apoyó y lo llevó de la
mano en su crecimiento.
El sueco vivía con su madre divorciada de un padre
afectado por la guerra de Bosnia y el alcohol.
Las travesuras de Lionel fueron iguales a las de todos
los chicos comunes, allá en Rosario. Sin pasarse de la raya.
Ibrahimovic
confesó: “Robé muchas bicicletas. También coches. Era como vivíamos. Hacíamos
esas cosas por adrenalina. Vengo de Rosengrd, que en Suecia se lo considera un
gueto, pero para mí era un paraíso”.
Hay un contraste, de educación, de forma de vivir que
va más allá de la pelota. Quizás por eso Messi se desvive por Thiago, el hijo
que llegó hace unos meses, mientras que Zlatan también lo hace a su manera,
bajo una dura confesión: “Lo único que le pedí a mi esposa fue que siempre
estuviera la heladera llena para mis hijos”.
Los dos triunfaron. Lionel es la imagen de la humildad,
del ejemplo. La perseverancia del sueco lo llevaron a ser nombrado personalidad
deportiva de Suecia el año pasado.
Pero la devoción popular va más allá de los
límites. A tal punto que muchos usan el verbo “zlatanear” para decir algo de
forma contundente.
Desde chicos uno y otro vieron y vivieron la vida de
forma distinta.
El chico malo y el chico bueno, para las apuradas y poco profundas
definiciones.
Sólo la mansedumbre de la pelota puede unirlos. Hoy volverán a
estar frente a frente en el saludo, los dos llevan la banda de capitán de sus
respectivos equipos y después discutirán el espacio de protagonismo con la
pelota en los pies.
Y a eso habrá que prestarle mucha atención.
Fuente Clarín

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