Por Diego Mazzei
Con las rápidas eliminaciones de la Sudamericana y de la
Copa Argentina, el derby de Avellaneda puede ser un pequeño consuelo para un
técnico que no termina de enderezar el barco
“Sueño con pelear cosas importantes”, dijo Julio César
Falcioni el 23 de enero de este año, cuando sorpresivamente volvía a calzarse
el traje de entrenador de Independiente, 15 años después de aquella experiencia
en la que un juvenil Kun Agüero llenaba de asombro a los hinchas. La realidad
con la que se encontró Falcioni –que ya había tomado la decisión de dejar de
dirigir para ser manager en Banfield y el pedido de los dirigentes de
Independiente lo tentó a volver al ruedo- distaba mucho de la de su primer
paso. En primer lugar, se encontró con un club devastado desde lo económico,
que por mucho empeño que pusiera no podía permitirse gastar en refuerzos. En
segundo lugar, halló un plantel que había atravesado una depuración como nunca
antes, repleto de juveniles –muchos de ellos promovidos por necesidad más que
por méritos- y de futbolistas más experimentados ganados por el desánimo y la
idea de emigrar.
El diagnóstico de Falcioni fue que había que dejar de
perder. Con el incorporado Juan Manuel Insaurralde como bandera (un refuerzo
que fue un acierto del DT), armó una estructura defensiva de cinco hombres y
planteó la mayoría de los partidos sobre la base de cesión de protagonismo e
intento de golpear para luego replegarse y esperar el final. Logró en parte su
cometido: les ganó a equipos inferiores y no consiguió doblegar a los que
presentaban mejor funcionamiento. Así y todo, le alcanzó para llegar a
instancias finales en la Copa local y superar la fase de grupos de la
Sudamericana. En cuanto al juego, lo que se vio nunca cautivó.
En ese primer semestre, Falcioni afrontó varios golpes
emocionales durísimos, que lo sacaron del juego durante varias semanas: el
Covid y el fallecimiento de su esposa.
Tras el receso, el DT tomó fuerzas y -pese a no contar con
ningún refuerzo debido al pésimo estado económico en el que esta dirigencia
sumió al club- se animó a un cambio de postura de su equipo. Desarmó la línea
de 5 y optó por no “despreciar” la pelota. Sin embargo, los resultados fueron
malos: eliminado de la Sudamericana por Santos y de la Copa Argentina por
Tigre, luego de dejar una lamentable imagen, solo le queda navegar el torneo
local, que si bien en cuanto a resultados no es malo, transita por el carril de
la mediocridad. Y lo que asomaba como un cambio para bien en la intención de
juego, volvió a foja cero. Los últimos partidos dejaron en claro que cualquier
equipo que tenga en claro un plan de juego –por más simple que sea- supera a
Independiente.
El desafío ante Racing implica para Falcioni un riesgo que
Independiente trae por acumulación. Lleva tres caídas consecutivas ante el
clásico rival de Avellaneda. Aquel 1-3 del Racing de Chacho Coudet, que luego
sería campeón, en 2019; el resonante 0-1 en el Cilindro, con un Racing diezmado
por las expulsiones, y el último, también derrota por la mínima diferencia, con
el escandaloso penal cobrado por Mauro Vigliano. Este último partido, Falcioni
no lo pudo seguir desde la línea de cal: lo vivió desde su casa, ya que estaba
afectado por Covid. Días después, mientras se seguía discutiendo por el
inexistente penal cobrado, declararía:
“A partir de esa jugada, la tensión y el estrés que tuve me
desestabilizaron. Fueron los peores cuatro o cinco días de la enfermedad”.
Julio Falcioni señala al cielo luego del partido ante Bahía, por la Sudamericana; un homenaje a su esposa, recientemente fallecida JUAN MABROMATA - AFP
La referencia a Vigliano volvió a estar en boca de Falcioni el último fin de semana, luego del empate 1 a 1 ante Platense. Visiblemente ofuscado por un par de fallos de Diego Abal que el técnico siente que perjudicaron a su equipo, se despachó:
“Cada vez que Independiente intenta levantar cabeza aparecen estos arbitrajes que perjudican. Estamos acostumbrados a que nos caguen. Fue un penal clarísimo. No entiendo por qué no lo cobró. Parece que fuera a propósito. Al comienzo del partido hubo plancha de roja contra Lucas Romero. Para mí, Diego Abal no quiso cobrar el penal. Contra Racing que pongan a (Mauro) Vigliano, cualquier árbitro que nos toque va a ser lo mismo”.
Con Falcioni en funciones, Independiente jugó 29 partidos, de los cuales ganó 13, empató 8 y perdió 8 (no llega al 45 por ciento de consecución de puntos). Anotó 34 goles y recibió 22. Los números fríos no son del todo malos, pero conocido el contexto dejan un sinsabor en el simpatizante rojo.
Ante este panorama, el clásico de Avellaneda aparece como un encuentro crucial para el técnico de Independiente. No porque una derrota pueda poner en duda su continuidad, pero sí para dotar de un poco de oxígeno a un proyecto al que en pocos días se le fueron cayendo los objetivos como fichas de dominó.
Fuente La Nación
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