Por Bruno Passarelli
Opiniones Coincidentes Sobre el Gran Jugador Argentino de
Independiente y Sao Paulo.
Esta Nota se abre con tres anécdotas, todas referidas a un fenomenal jugador argentino, hoy totalmente olvidado, que se llamó Antonio Sastre y que los hinchas de Independiente, que lo consagraron su ídolo en la década del 30, reconocían con el sobrenombre de “El Cuila”.
1) Una noche de 1965, en tiempos en que la rivalidad a nivel
de clubes entre el fútbol argentino y el brasileño era más encendida que nunca,
en un vuelo nocturno de la compañía Varig estaban llegando juntas al Aeropuerto
de Ezeiza las delegaciones de Independiente, que dirigía Manuel Giúdice e
integraban, entre otros, Maldonado, Pipo Ferreiro y Bernao, y de Santos, esta
última encabezada por su astro máximo, Pelé, o sea “O Rei”.
Entre quienes los esperaban se encontraba Antonio Sastre, famoso por su campaña con los “Diablos Rojos” en los años 30. Estaba aguardando a su hijo, también llamado Antonio, integrante del equipo de Avellaneda. Lo acompañaba su amigo de toda la vida, el legendario Angel “Cholo” Peco, famoso en la bohemia nocturna porteña y motor del poderoso Sindicato de Distribuidores de Diarios y Revistas.
Las luces de los flashes iluminaron la estereotipada sonrisa de Pelé, pero pasado el primer fulgor el crack brasileño notó la presencia de Sastre (padre) mezclado entre el público. En su rostro se adivinó la sorpresa. Y, gentil como lo fue siempre, se acercó a saludarlo, zafando como pudo de los apretujones y, tras hacer un gesto cariñoso hacia Sastre, dijo en voz alta y tono reverencial a los fotógrafos que lo rodeaban:
“Ustedes deberían sacarle fotos a este señor, no a mí”.
Y agregó:
“Porque en la cancha fue mejor que yo”.
Pelé sabía de qué y de quién estaba hablando. Su padre, cuando de “garoto” había empezado a insinuar su altura de crack en aquel Santos deslumbrante de Zito y Nilton Santos (su primer título mundial lo ganó con Brasil a apenas 18 años) le había dicho, en la expresión de un deseo ferviente:
“Me sentiría muy bien, algo así como un ser humano tocado por la varita del destino, si un día juegas como lo hizo Antonio Sastre en el Sao Paulo, sólo con la mitad ya me conformaría”.
Sastre con la celeste y blanca
2) Otro brasileño, el técnico Oswaldo Brandao, poco después del Mundial mexicano que en 1986 ganó Argentina, declaró al diario “A Bola”, yendo contra la corriente de la euforia que Diego Maradona había despertado con su juego estratosférico vistiendo la casaca albiceleste:
“Hoy todo el mundo, justamente, vive la apoteosis de Maradona tras las maravillas que hizo en México, pero yo me animo a sostener, sin ningún miedo a entrar en polémicas, que mejor que él fue un argentino que se llama Antonio Sastre, quien dejó en San Pablo un recuerdo que se ha agigantado con el paso del tiempo, después de haberse consagrado campeón en tres años sobre cuatro en un club que nunca había ganado nada”.
Brandao es uno de los técnicos más importantes de la historia del fútbol brasileño, que entre otros títulos supo ser campeón Nacional de la Argentina en 1970, cuando dirigió a Independiente. Su admiración por Sastre está registrada en otra entrevista, que brindó a Julio César Pasquato (Juvenal) para El Gráfico:
“Los argentinos siempre me hablan con admiración de nuestro futebol, yo los entiendo, me gusta escucharlos, pero Ustedes deberían saber que el padre del fútbol moderno de Brasil es Antonio Sastre, cuando estuvo en Sao Paulo nos enseñó que se podía jugar de otra manera, más simple, sin perder por ello la belleza de movimientos”.
No olvidemos que Brasil obtuvo su primer título mundial en 1958 y desde entonces ha sido el protagonista mayor del fútbol del planeta.
Sastre con Vicente De la Mata y Arsenio Erico. El trío
demoledor de un Independiente histórico
3) Por su parte el periodista argentino Natalio Gorin (ya
fallecido), quien me honró con su amistad, cuando empezó a recopilar
testimonios para su libro “Fútbol, Memorias de Medio Siglo”, que se editaría en
2005, decidió entrevistar a Ernesto Duchini, ya convertido en un icono
nonagenario pero en plena lucidez y acreditado por haber sido testigo y a la
vez protagonista de una historia fantástica: la del fútbol argentino en todo el
siglo Veinte, iniciada en 1931 con el inicio del profesionalismo, en cuya fecha
inicial jugó defendiendo la casaca de Chacarita Juniors. Gorin le descerrajó la
pregunta:
“¿Se anima a nombrar los tres mejores jugadores que vio en su vida?”.
Y Duchini no vaciló un segundo en dar su respuesta: 1) Antonio Sastre 2) José Manuel Moreno 3) Diego Maradona.
“¿Se anima a nombrar los tres mejores jugadores que vio en su vida?”.
Y Duchini no vaciló un segundo en dar su respuesta: 1) Antonio Sastre 2) José Manuel Moreno 3) Diego Maradona.
Y explicó don Ernesto, con su indestructible sabiduría:
“¿Por qué Sastre? Porque era un fenómeno en cualquier lugar de la cancha donde jugaba: defensa, mediocampo, delantera. Pero no como una característica o algo especial. No. ¡Fue el primer jugador polifuncional que tuvo el fútbol argentino, un adelantado que se desempeñó en casi todos los puestos!”
“¿Por qué Sastre? Porque era un fenómeno en cualquier lugar de la cancha donde jugaba: defensa, mediocampo, delantera. Pero no como una característica o algo especial. No. ¡Fue el primer jugador polifuncional que tuvo el fútbol argentino, un adelantado que se desempeñó en casi todos los puestos!”
Y además, está firmemente instalado en la historia de la representativa de Argentina, ya que entre 1933 y 1941 vistió nada menos que 34 veces la casaca albiceleste para la que marcó 6 goles.
Capitán Sastre sale del túnel seguido por Erico
El Club Progresista, como tantos otros del Gran Buenos Aires
y del interior del país, resiste entre sus roídas paredes. Está ubicado en el
barrio La Mosca, que otros llaman y conocen como Piñeiro, a la altura de la
Avenida Pavón al 1700 (partido de Avellaneda). Sus fundadores y primeros
parroquianos ya se fueron hace bastante tiempo de este mundo. Pero sus socios
herederos guardan un precioso tesoro: aún se sienten dueños futbolísticos de
Antonio Sastre. Así dice la historia hecha fábula en tiempos de amateurismo
marrón. Más precisamente en 1930, cuando ya se perfilaba en el horizonte el
profesionalismo.
Fue entonces que al “Cuila” lo fue a buscar Independiente con 1.000 pesos fuertes en la mano más dos cuotas iguales (a pagar) hasta completar los 3.000 del acuerdo final.
Fue entonces que al “Cuila” lo fue a buscar Independiente con 1.000 pesos fuertes en la mano más dos cuotas iguales (a pagar) hasta completar los 3.000 del acuerdo final.
Al parecer, esas dos cuotas restantes nunca fueron canceladas, y como no había ni AFA ni FIFA para hacer la denuncia y pedir la inhabilitación, la cosa quedó ahí. Con lo que se puede inferior que no todos los caballeros de antes usaban gomina ni todos respetaban el compromiso del apretón de manos.
Al llegar a Independiente, Sastre fue incorporado a una especie de equipo de reserva donde enseguida mostró que su nivel futbolístico era infinitamente superior al de sus colegas. Un día, cuando se estaba cambiando para irse, se le acercó Manuel Seoane, la inefable “Chancha” que era una institución en el club, quien le descerrajó una pregunta que era más bien una orden:
“Pibe, ¿no te querés quedar en la cancha un rato más?”.
En el club de los Diablos Rojos era tiempo de recambio. La gran delantera del amateurismo, formada por Canaveri, Lalín, Ravaschino, Seoane y Orsi cargaba años y debía ser sustituída. Sastre se puso muy pronto la camiseta de Lalín (debería haber sido la 8, pero aún no se había generalizado la numeración en la espalda de los jugadores) y por 13 temporadas jugó en Independiente, cambiándosela solo para calzar la albiceleste de la Selección Argentina, dónde fue convocado -caso único en toda su historia- como defensor, mediocampista y delantero, siempre como titular. Hizo pareja con punteros formidables, como Carlos Peucelle y Enrique “El Chueco” García y tríos de ataque con otros legendarios como Adolfo Pedernera y José Manuel “El Charro” Moreno.
En la Copa América de 1937 (todavía se llamaba Campeonato
Sudamericano), como half derecho, le tocó, como se estilaba entonces, marcar un
ala izquierda aún hoy muy recordada en Brasil. La formaban Tim, que muchos años
después sería director técnico de San Lorenzo, y Patesko. Cuando terminó el
primer tiempo los dos se mudaron a la otra punta. Sastre les había quitado la
pelota en todas las jugadas que habían urdido y, además, los había gambeteado
con gran facilidad.
Uno de sus compañeros de Independiente fue Raúl Leguizamón, quien en una entrevista que le hicieron en 1987, cuando Argentina todavía festejaba el Mundial ganado en México, afirmó:
“Antonio era completo en toda la cancha, tenía quite, sacrificio, manejaba la pelota con las dos piernas, creaba juego, metía goles de derecha, izquierda y de cabeza. ¿Maradona? No, Maradona fue un gran malabarista de la pelota, pero con la derecha poco y nada, y de correr a buscar una pelota ni hablar. Haberlo premiado como el mejor futbolista argentino de la historia es desconocer esa misma historia”.
Antonio Sastre con los colores del Sao Paulo durante su
triunfal experiencia en el fútbol brasileño
El Sao Paulo que en 1943 bajó a Avellaneda buscando a Sastre
nunca había sido campeón brasileño, ni siquiera estadual. Y con Sastre modificó
su historia. El jugador
argentino hizo cuatro temporadas estupendas: fue campeón
tres veces y tercero en la restante. Lo que explica el discurso del presidente
del club paulista cuando Sastre
se despidió en un multitudinario adiós para regresar a su
tierra:
“Si hubiera un premio Nóbel del fútbol todo Brasil votaría por su candidatura”.
“Si hubiera un premio Nóbel del fútbol todo Brasil votaría por su candidatura”.
Todos sabemos que, en su ADN, Independiente no tiene ni el estilo de Boca ni de River ni de Rácing. Es distinto y eso se lo debe a Sastre, a Arsenio Erico, que llegó en 1934, y a Vicente De la Mata, cuyo arribo se produjo en 1937, aunque ya venía de los tiempos de la Chancha Seoane. Para jugar en Independiente era necesario, por sobre todas las cosas, ser una persona humilde. Los agrandados fueron raleados.
En otras palabras, “Ser como Bochini”.
Pero cuando aquel trío inigualable se disolvió y terminaron yéndose, primero Sastre, después Erico y toda la base que había ganado los títulos del ’38 y ’39, el club estuvo 10 años sin ganar un título. Recién lo consiguió en 1948, pero gracias a una huelga de profesionales que perjudicó a Rácing.
El “Cuila” se lo disfrutó a lo lejos, en total discreción, pues en 1947 había regresado a la Argentina pero para jugar un año en Gimnasia y Esgrima de La Plata, al que sacó campeón de Segunda División y lo llevó a Primera. Después dijo la palabra fin. Tenía 36 años. Había jugado 517 partidos y marcado 180 goles.
Para terminar, la opinión de César Luis Menotti:
“Fue el mejor jugador que vi en mi vida, era capaz de desempeñarse en todos los puestos de un equipo, pero nunca de relleno o de emergencia, la rompía en cualquier lugar de la cancha”.
Falleció en Adrogué un 23 de noviembre de 1987, dejando a sus espaldas un mito que, por desgracia, los jóvenes de hoy desconocen.
Fuente https://futbolfierrosytango.wordpress.com/
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