Por
Cristian Grosso
Foto: Archivo
Los jugadores de la selección ya no querían jugar en Buenos
Aires. Y Gerardo Martino acompañó la decisión. El abandono que sintieron en el
debut de las eliminatorias con Ecuador todavía despierta escalofríos en el
plantel. Aquel silencio atronador de octubre del año pasado se juraron no
volver a atravesarlo. Esa noche se escuchaban las indicaciones desde fuera del
campo. Paradójico: esa noche, en la peor actuación del ciclo, los futbolistas
se salvaron de una silbatina inolvidable justamente porque el Monumental estaba
casi desierto. Esa noche el grupo alertó que no volvería a sentirse visitante
en su propia casa.
Por delante estaba Brasil, por la tercera fecha, en
noviembre, y no se podían hacer muchas modificaciones porque el clásico es el
duelo que más logística demanda en materia de acreditaciones, sponsors y
protocolo. Pero la AFA prometió cambios en 2016. Córdoba y Mendoza son las
únicas plazas posibles que reúnen las comodidades que demanda el
espectáculo-negocio. La Plata también, pero a efectos de ambientación. es la
misma historia que Capital y alrededores. El problema no es River; sería igual
en Vélez o Boca. El tema es la atmósfera que rodea al seleccionado en Buenos
Aires.
Lionel Messi, que no jugó aquellas dos primeras jornadas
como local rumbo a Rusia 2018, estuvo de acuerdo con sus compañeros. Los
jugadores no confesarán públicamente su descontento porque resultaría
antipático. Pero siempre alguna voz externa confirma lo que los protagonistas
directos niegan o saltean. "El Tata me dijo que el partido se juega en
Córdoba porque en Buenos Aires no tenían el apoyo necesario para incentivar a
sus jugadores de la mejor manera", blanqueó Julio César Baldivieso, el DT
de Bolivia. Martino no se hizo el distraído y asumió el liderazgo: "En el
interior hay más hinchas de la selección. Se acerca a la gente cuando va allá.
En Córdoba veo un estadio lleno de hinchas de Argentina".
Martino valora especialmente al público, porque siente que
son exclusivamente ellos los que construyen las emociones cuando los
futbolistas visten el escudo. En este caso, el de un país futbolero. "Los
que pasamos por el fútbol creemos que la recompensa sólo está en los títulos y
en el dinero, lo que es cierto, pero hay un tercer elemento, de un valor
incalculable: la capacidad de generar emociones que establezcan un vínculo
entre el equipo y la gente. Si uno ganara títulos y no pudiera disfrutar de ese
puente, este oficio no valdría la pena", reflexionaba alguna vez Bielsa. Y
Martino comparte el análisis.
El plantel buscará cobijo popular, porque cree que la
confianza futbolística también brota de la calidez del público. Sienten que son
una generación que ha sufrido bastante destrato, aunque varios hayan ganado
títulos juveniles, olímpicos y también hayan colaborado para alcanzar las
finales de Brasil 2014 y Chile 2015. Insuficiente. Mientras otras selecciones
sudamericanas eligen la complicidad de la altura, el clima o el horario, ahora
la Argentina buscará en Córdoba un refugio emocional. Y lo encontrará, como en
2012 cuando explotó el Kempes en la victoria 3-1 ante Paraguay. El marcó está
asegurado: el 4 de marzo se agotaron en horas las 22.000 populares que se
pusieron a la venta. Días antes habían volado las plateas. Mañana por la noche
el Kempes vibrará con 57.000 espectadores.
Son 35 los partidos
que jugó la selección en el interior en los últimos 25 años: ganó 25, empató 8
y sólo perdió 2.
La AFA también confirmó la nueva tendencia, lejos de Buenos
Aires. En un comunicados sobre la evaluación del césped del estadio Kempes,
explicó: "Esta positiva e irrenunciable idea de presentar a la selección
argentina en el interior de nuestro país continuará, pues ese es el espíritu de
los dirigentes de esta casa".
¿Qué otros partidos como local habrá este año? Tras un
prolongado paréntesis por la Copa América y los Juegos Olímpicos, las
eliminatorias regresarán en septiembre, cuando la selección reciba a Uruguay.
En octubre vendrá Paraguay y en noviembre cerrará Colombia. ¿Las sedes
alternativas? Al margen del tema del césped, siempre figurará Córdoba. Y
Mendoza, sin dudas. En los pasillos de AFA también se mencionó a San Juan,
Salta y Tucumán, pero requieren de una logística más compleja.
En Buenos Aires ocurre un fenómeno muy especial: el
futbolero no acompaña a la selección. Y no es un destrato puntual con el equipo
de Martino, es una distancia que suma décadas. Sucedió con Sabella, Batista,
Maradona. Quizá la última que despertó el interés del público fue la de Bielsa.
Pero nunca en los niveles del equipo de todos los domingos. Para el porteño y
sus alrededores, primero está el club. En la Capital no hay compromiso con la
selección.
Ya no es cuestión de estilos ni de resultados, simplemente
el hincha de la tribuna le da la espalda. Entonces aparece un espectador
satelital, como si tuviera el control remoto en el sillón del living. Es el
público de la hinchada bullanguera, el que desempolva el setentoso "vamos
vamos
Argentina/ vamos vamos/a ganar.". ¿Cuáles son las
causas del desinterés? El alto valor de las entradas ($ 1800 la platea San
Martín y Belgrano media en el último clásico con Brasil), los horarios en día
de semana, la escasa atracción de los rivales, una competencia que no premia
porque todos descuentan que la selección irá a los mundiales. puede haber mil
razones. Ni siquiera funciona el imán de Messi. En cambio, el interior explota
ante el mismo menú. Incluso, también con uno mucho más light: el estadio del
Bicentenario de San Juan estuvo repleto en junio pasado para un intrascendente
amistoso. con Bolivia y sin Messi. Ante los corazones blindados del centro, la
selección buscará abrigo federal.
Fuente Cancha Llena
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