Trejo se convirtió en la rueda de auxilio del Rojo, tuvo
ofertas para irse, pero sueña con conseguir el título en este semestre.
Por Fabián Rodríguez
Es una de esas personas que se estimula ante las heridas
recibidas. Un tipo que no se resigna en la búsqueda de sus sueños. Juan Manuel
Martínez Trejo pudo superar una lesión ligamentaria y una distensión severa,
ambas sufridas en 2014, y el hecho de ser apartado del plantel por Jorge
Almirón, a principios de 2015. El volante no se rindió, pasó a entrenarse por
su cuenta en Domínico, luego Fernando Berón lo sumó a la Reserva y se ganó una
chance ante la llegada de Mauricio Pellegrino, tras 22 meses sin partidos.
A
partir de su dinámica, criterio táctico y adaptación -puede jugar por ambas
bandas- se ganó la consideración del Flaco y, a pesar de las figuras y los
refuerzos, ha tenido protagonismo. Se transformó en la rueda de auxilio del
Rojo, en un jugador con sentido colectivo.
- ¿Cómo te imaginás el futuro inmediato?
- Uno lo encara de la mejor manera y está contento de que un
técnico como Pellegrino lo mire de buena cara. Tiene una gran personalidad y
categoría. La verdad es que estoy preparado y tranquilo porque el 2015 fue un
año bueno.
- ¿Cuál es tu objetivo?
- A medida que pasan los años me propongo distintas metas.
Ahora decidí quedarme, a pesar de tener ofertas. No me voy a ir hasta que salga
campeón. Quiero ganar algo con el club que me recibió hace nueve años y salir
por la puerta grande. Hubo un momento en el que estaba por irme por la de atrás
y me quedé para pelearla.
- Llegó Rigoni y volvió Gómez, ¿cómo asumís la disputa por
un puesto?
- Lo tomo bien. Es una competencia sana y el club necesita
jugadores. Uno le dio la bienvenida y trata de acoplarlos al grupo. Luego, la
decisión la toma el técnico. Por eso hay que entrenarse al máximo para crearle
un problema.
El tucumano de 24 años aprovechó las vacaciones para
descansar en Alejandro Heredia, un barrio ubicado en el sur de San Miguel de
Tucumán. “Me llena de felicidad estar con mi familia y desayunar con mis papás,
Mercedes y Eduardo, porque durante el año no puedo hacerlo. También aprovecho
para ir a visitar El Cadillal y juntarme con mis amigos. Me apasiona ir a
verlos jugar en el potrero por un juego de camisetas”, describe en la charla
con Olé .
- ¿Extrañás jugar allí?
- La verdad que sí. Me toca mirar y tengo la sensación de
que me traslado a cuando era chico y me crié ahí. No tuve la oportunidad de
jugar en ningún club de Tucumán porque no pasé las pruebas. Yo no quería venir
a Buenos Aires, pero tuve que hacerlo.
- ¿De qué jugabas?
- De delantero, porque era goleador. O de central.
- ¿De defensor?
- Sí, hay mucho roce fuerte y a mí me gustaba meter un
poquito. Arriba o abajo uno trataba de castigar siempre, ja. Es que me adapté
al juego, ahí primero te tenías que cuidar y luego tratar de pegarle al otro.
La pelota estaba en segundo plano...
- ¿Cómo fue tu adecuación a Buenos Aires?
- Llegué a Lanús para jugar en la Novena, pero al año tomé
la decisión de no jugar más porque mis viejos no podían ayudarme
económicamente, ya que no contaban con el presupuesto necesario. Tenía cinco
hermanos a los que había que alimentar. Entonces, me volví a Tucumán.
- ¿Y te costó regresar para probarte en el Rojo?
- No, me acuerdo que me probé de enganche. Luego, jugué de
media punta y en el carril. Me fui adaptando a las decisiones y al plan de cada
técnico. Me acuerdo que al año de estar en Séptima salté a Reserva. Entonces,
Menotti me llevó a Primera como lateral izquierdo. Siempre fui consciente de
que hay que cumplir funciones en favor del equipo, como con Pellegrino que
jugué por izquierda y por derecha.
Fuente Olé
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