El Ruso Rodríguez responde todo: la llegada de un nuevo
arquero, los silbidos de la gente, el penal con Vélez y el sueño de “ganar un
título en el club”.
Los chicos sonríen y el Ruso se ríe como si fuera un chico.
Es que se siente marplatense y volvió al lugar en los que se hizo jugador de
chico. “Me trae muchos recuerdos”.
Por Fabián Rodríguez
"Salí a la cancha a hacer el calentamiento previo contra
Vélez y muchos hinchas me insultaban por el partido contra Independiente Santa
Fe de Colombia. Entonces, cuando volvía al vestuario me crucé con unos nenes
que habían dado la vuelta olímpica por la cancha. Uno de ellos se acercó, me
pidió una foto y me dijo: `No le des bola a la gente, vos sos el mejor
arquero´. Esa frase me distendió, pensé en los problemas tontos por los que nos
preocupamos y quizá si no me hubiera dicho eso, no sé si aquella noche habría
terminado con mi gol de penal”.
Detrás de esa postura dura y hasta canchera, hay una persona
sensible, que se permite emocionar con sus raíces. Cualidades que se potencian
en Mar del Plata, la ciudad que lo adoptó a los dos años. Diego Matías
Rodríguez vivió en Río de Janeiro y Angel Gallardo, en pleno Almagro, hasta que
sus padres, Mónica y José, apostaron por trasladarse a La Feliz en busca de una
mejor calidad de vida. “Yo me siento marplatense”, aclara el arquero. Allí se
desarrolló la infancia y parte de la adolescencia del Ruso. Las calles del
barrio Constitución lo adoptaron como una especie de hijo pródigo. Y,
casualmente, las mismas que recorrió Hugo Moyano, presidente del club que
también se crió aquí.
Hoy está de vuelta en la ciudad balnearia, realizando la
pretemporada con Independiente. Con la confianza necesaria para dejar atrás la
última parte del 2015, que fue compleja después de fallar un penal y sufrir un
gol evitable ante Santa Fe, por los cuartos de final de la Copa Sudamericana.
Gran parte de la gente le reprochó esos errores y la directiva incorporó a
Martín Campaña, de gran tarea en Defensor Sporting de Uruguay y convocado a la
selección Celeste.
-¿Cómo reaccionás ante la llegada de un arquero de su nivel?
-Lo recibo de buena manera, siempre tratando de usarlo para
aprender. Lo mismo me pasó con Germán Montoya, quien venía de tener un año
extraordinario en Colón. Crecí al lado de él. Si lo tomamos por ese lado, es un
pibe bárbaro y correcto. Además, a mí me estimula la competencia por el puesto
con Campaña. Como dice Mauricio Pellegrino: es mejor para todos porque la lucha
fortalece al grupo y también te fortalece a nivel individual.
-Con Boca, River, San Lorenzo, Central y Racing con la mente
en la Libertadores, ¿el Rojo es el máximo candidato?
-Es un desafío lindo apuntar a pelear un campeonato. Es lo
mejor que le puede pasar a cualquier jugador de fútbol. Nosotros tenemos la
ilusión de luchar y que los chicos que llegaron se adapten lo antes posible.
-Tras los golpes deportivos que sufriste, ¿cuánto lo
necesitás?
-Ganar un título sería coronar todo el tiempo que llevo en
el club, aunque no quiere decir que me vaya a ir de Independiente. Es la
ilusión y el sueño que tengo desde que llegué a Primera División.
La historia deportiva de este arquero de 26 años nació en
Once Unidos, club ubicado en Belisario Roldán 52. Un espacio que atesora
grandes recuerdos personales. “Me trae momentos de la infancia en los que veía
muy lejano jugar en Primera. ¡Ni lo soñaba! Hoy vuelvo desde otro lugar y ver
la reacción de los chicos es muy lindo porque se produce algo genuino”, le
explica a Olé mientras sus ojos denotan nostalgia por las tardes junto a sus
amigos, y por ese tiempo en el que nació su manía por “hacerle tratamiento a
los guantes” para prolongar su uso. El Ruso sonríe ante los niños que le piden
autógrafos y fotos y los adultos que lo saludan a cada paso. Se siente cómodo y
feliz porque volvió a su casa.
-De pequeño jugaste de lateral y volante izquierdo: ¿cómo
eras?
-Un buen arquero, ja. Tenía que correr mucho, trataba de
meter un centro y de marcar, pero era un poco grandote. Esa excursión afuera
del arco me duró solamente un año.
-¿Ahí empezaste a patear penales?
-No sé de dónde surgió. De chiquito pateaba penales y me
animaba a ejecutar los tiros libres. No hay un momento puntual.
-¿Qué pensaste justo antes del penal a Vélez?
-La previa fue larguísima por la discusión que se produjo
sobre si había sido penal o no. Pasaron muchas cosas en esos cinco minutos.
Primero Pelle (Hernán) me dijo: “Andá y hacelo”; después Jesús me dio la pelota
y me habló: “Gritalo como te lo merecés”. Llegué al área y Martín (Benítez) me
preguntó si estaba nervioso. ¡Yo no sabía qué decirle! Entonces, le pedí que se
fuera de ahí. Y luego traté de hablar con Lucero para salir de la situación.
-¿Cuánto precisabas meter ese remate?
-Lo necesitaba por el descargo. Por dentro tenía bronca
porque me había tocado fallar en un momento justo. Si me preguntás ahora,
cambiaría todos los penales por ese. Son cosas que pasan.
-¿Te quedaste disfónico con aquel grito?
-Esa noche llegué a mi casa y no bajaba. Se me hizo muy
difícil dormir. Salí a caminar a las dos de la mañana, estaba medio cruzado por
las situaciones que me habían tocado vivir. Las sentía raras, no eran justas ni
injustas.
-¿Te dolió más el penal errado o el gol que te hizo Santa
Fe?
-(Hace una pausa de diez segundos) Desde el punto de vista
de culpa me da más bronca el gol, pero lo que queda en la gente es el penal. Lo
que me recrimino, hasta cierto punto, es haber intentado cortar el centro,
otras veces me había salido bien. Esa fue una jugada rara, pasó por un angulito
chiquito. No era una noche para mí.
ENVIADO ESPECIAL.
Fuente Olé
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