Por Fabián Rodríguez
Nicolás espera a bordo del taxi durante 20 minutos en la
puerta del Sheraton. Se lo nota fastidioso por la demora. Ahí, ni siquiera
imagina quién será el pasajero. Cuando ve subir al Ruso Rodríguez sonríe y mira
por el espejo: no lo puede creer. Una vez en camino, el arquero rompe el
silencio, ofrece agua y charla con naturalidad. Confiesa que se paralizó al
cruzarse a Amadeo Carrizo en una entrega de premios y cuenta qué lee: destaca
“Open”, la biografía de Agassi, y “Legado”, de los All Blacks. Se muestra
amable y marca personalidad, con la que se sobrepuso al desarraigo a los 14
años. El tipo es líder y el contenido de sus mensajes devela lazos de amistad y
respeto hacia colegas y personas mayores. Y mantiene el ADN de barrio: es
cariñoso con la gente, escucha y tiene chispa. En el regreso recuerda que su
padre fue taxista en épocas bravas, y al despedirse mira el reloj y bromea con
el chofer: “¡Qué buen viaje pegaste!”.
Fuente Olé
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