El 25 de febrero de 2010, los restos de Arsenio Erico
volvieron a su querido Paraguay, previo paso por la sede de Independiente en
donde recibió su última despedida. Aquí, el texto alusivo de Miguel Ángel
Méndez Pereira, al malabarista del balón.
Es 23 de Julio de 1977, Buenos Aires capital federal, el
ambiente del Hospital apesta… todos los hospitales apestan…llantos de recién
nacidos, enfermos quejumbrosos y en la pared, el rostro de la misma enfermera
que con el índice de la mano derecha recuerda que Argentina vive en Dictadura
llamando a un silencio que dicen los militares que es salud… índice que sin
embargo no logra acallar los gritos de la hinchada del Club Atlético
Independiente que suenan y resuenan en
la cabeza del señor de la cama del fondo, a quien la noche anterior le
amputaron la pierna izquierda.
Él viejo mira el techo como todos los que están internados
en la misma sala, tiene 62 años, recuerda que la pierna amputada es la misma
que desde aquel partido en el 40 contra el Racing de Avellaneda sufrió aquella
grave lesión, también recuerda que en el 41 ya le significó una operación de
meniscos… le duele el miembro amputado pero no putea… nunca puteó, ni siquiera
dentro de la cancha, donde lo recuerdan siempre como un caballero: en 19 años
de carrera como futbolista en dos países solo una vez lo expulsaron… fue por
aquel choque accidental contra Montañez de Gimnasia y Esgrima de la Plata… pero
debido a su ejemplar trayectoria el tribunal de penas no lo suspendió ninguna
fecha.
Su esposa desde hace 17 años, Aurelia Blanco, lo cuida, le
acerca los analgésicos y una nota que en ese momento le hacen llegar desde la
recepción del hospital, en ella se lee: Yo solo he sido un pequeño imitador
tuyo con la firma de un tal Alfredo Distéfano.
El viejo cierra los ojos, trata de dormir pero no puede, solo
cierra los ojos para mirarse hacia adentro, ve al sub-intendente militar César
Molinas en 1932 que lo encuentra en Puerto Casado jugando billar, el militar lo
interroga Arsenio ¿qué hacés acá?, Voy a pelear en la guerra del Chaco le
contesta un joven Arsenio de 17 años. Molinas le dice que no, que ahora mismo
emprende una gira como futbolista con la Cruz Roja para recaudar fondos en la
Argentina… Ojalá Molina también estuviera acá en este momento para sacar al
viejo Don Arsenio de este mal trance. Erico Vyroreíco Ico Ico, suena en su
mente cantada por la hinchada de su club Nacional Querido como en aquel partido
frente a Independiente allá en Asunción… Asunción qué lejos está Asunción… se
dice cuando desciende en Rosario para seguir por vía terrestre hasta Buenos
Aires a objeto de evitar a los dirigentes Millonarios… en River hay un grande Bernabé Ferreyra… ¿qué podía ir a hacer yo allí? murmura el
viejo con los ojos cerrados… Asunción qué lejos está Asunción, su casa de la
calle Cuarta e Iturbe, aquella canchita del Salesianito donde jugó sus primeros
partidos …qué lejos está Asunción…
Don Arsenio, Don Arsenio, con la mano un médico de rigurosa
bata blanca -ya es tardecita- le consulta ¿cómo está Don Arsenio?, él abre los
ojos y le contesta con una sonrisa, el médico que lo reconoce le pregunta en
broma -mientras le hace los controles de rigor- qué cuándo jugará por la
selección Argentina, Yo me muero paraguayo doctor, le dice amablemente y
mientras el galeno le toma la presión recuerda en silencio que había rechazado
un ofrecimiento de 200.000 pesos para nacionalizarse argentino y jugar así el
mundial de Francia del 38 con la albiceleste. En Paraguay nunca pudo jugar
porque en esa época los jugadores que trabajaban en el exterior no podían ser
convocados… el clínico se despide, Don Arsenio vuelve a cerrar los ojos y le
viene a la mente aquel presidente del Olimpia,
Juan Pablo Gorostiaga, quién le ofrece un auto y una casa para formar
parte del plantel que estaba armando el decano del fútbol paraguayo en 1942,
sino juego por Nacional cuelgo los Botines, le contesta Don Arsenio, y ese año
su Nacional Querido sale campeón.
En medio de esa sala de Hospital con la pierna amputada,
yace Don Arsenio rodeado de otros pacientes, procura dormir pero las imágenes
de los recuerdos vienen y van, en una de ellas con solo 55 kilos está saltando
más alto que las manos del arquero y colocando el balón en el fondo de la red…
en otra está haciendo su gol de taquito (el escorpión) a Boca Juniors un 12 de
agosto de 1934, en otra está inscribiéndose como máximo goleador de un torneo
argentino con 47 goles en 1937, en otra más solo anota 43 en la temporada
porque una marca de cigarrillos de nombre 43 premiaría con un auto al jugador
que en el torneo de 1938 marcase 43 goles y él ya había marcado esa cantidad
dos fechas antes de terminar la competencia, entonces se pasa regalando goles a
su compañero De la Mata.
Convulsionado, Don Arsenio abre los ojos por un momento
y llama a Aurelia; sudoroso le dice: si me muero esta noche, no
se olviden de enterrarme con mi balón… la esposa asiente, le pide gentilmente
que vuelva a tratar de dormir. Pero Don Arsenio no puede; apenas cierra los
ojos los ángeles se le aparecen en mente para levantarlo y con la cabeza anotar un gol y otro y otro
hasta completar un record de 295 en todos los torneos que jugó en la Argentina
vistiendo la roja camiseta del Independiente. Recorren su mente las imágenes de
1938 y 1939 haciendo la vuelta olímpica con El Rojo y siendo el máximo goleador
en ambos torneos… en sueños murmura: ¿está lejos Asunción? Aurelia lo escucha
sentada a su costado, pero no le contesta, a su lado ella sabe lo difícil que
es este momento para alguien que toda la vida fue un mago del balompié, Aurelia
le agarra la mano, le da un beso en la frente y le dice; dormite ya Arsenio,
dormite, ya es de noche… En un periódico Aurelia -mientras cuida- a Don Arsenio
lee que mañana, 24 de Julio el Independiente enfrenta al River Plate.
Faltan unos minutos para las 23 horas de ese noche del sábado
23 de Julio de 1977, Don Arsenio repentinamente vuelve a abrir los ojos pero de
su boca ya no salen palabras, una turba vestida de blanco arrastra su cama con
ruedas hasta la sala de terapia intensiva, tenemos un infarto logra escuchar
que un médico le dice a otro mientras lo ingresan a la sala de cuidados
intensivos, en el reloj de ella marca las 23… Se siente, se siente Érico está
presente, suena en la mente del histórico cabeceador, una enfermera deja entrar
a Aurelia le dice se nos fue, ya no pudimos hacer nada por el Saltarín Rojo,
Aurelia se echa a llorar, Don Erico esta vez con los ojos abiertos fijados
hacia arriba le vuelve a preguntar -pero en silencio- ¿falta mucho para
Asunción? Aurelia llora desconsoladamente mientras una multitud -ya en el siguiente
día- la acompaña a ella y a Don Erico desde Avellaneda hasta el Cementerio de
Morón. El Saltarín Rojo sigue cabeceando un gol y otro en su mente, pero la
marcha que lo acompaña a él -mientras continúa mirando el cielo- no se detiene
en el Cementerio de Morón; la marcha continua. Don Erico entre gol y gol de
cabeza solo se pregunta ¿falta mucho para Asunción? Entonces de pronto escucha
la voz de Aurelia desde una platea que le dice -mientras le agarra de nuevo la
mano- suplicándole que pare de saltar y ya duerma de una vez: no Arsenio es 25
de Febrero de 2010, ya estamos en Asunción, aquí llegamos al Defensores del
Chaco, donde te quedarás, dormí nomás ya… ¡ah, y acá tenés tu pelota!
Fuente Infierno Rojo
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