Por Cristian Fernández
El golazo de Federico Mancuello con la camiseta de la
Selección Argentina fue muy festejado y reconocido por todos. Uno de los
jugadores emblema del fútbol local formó parte del grupo de elite que dirige
Gerardo Martino y sobresalió por una magnífica definición.
Y el fútbol lo
celebra.
Hace tiempo que dentro de una cancha, y esto abarca desde el
verde césped hasta las tribunas pasando por el banco de suplentes y las cabinas
de transmisión, los valores lúdicos y humanos parecen perder la pulseada por
afano con la imperiosa necesidad de ganar y la violencia que genera. Lo único
que sirve es salir victorioso. Es ser alguien y tener decisión dentro del
negocio.
Son pocos los jugadores o los actores que influyen en la
historia y están en condiciones de enseñar la humildad, el trabajo y el
reconocimiento más allá del triunfo.
Y uno de ellos es el Capitán de
Independiente, Federico Andrés Mancuello.
Desde hace poco más de un año y medio que Mancu demuestra
dejar en la cancha algo más que simples ribetes futbolísticos. Algo más que un
centro bien o mal tirado. Algo más que un remate desviado o un golazo. Algo más
que un buen quite o un error que desencadena un gol rival. Hace un buen rato
que Mancu representa el sentimiento real del hincha.
El sueño del pibe.
Y esta situación al fútbol le hace bárbaro. Que una persona
como Federico Mancuello triunfe y eso que a veces esa victoria no siempre viene
de la mano de un título. Es más, en los años que el zurdo estuvo en
Independiente sólo pudo lograr una Copa Sudamericana en 2010. Y fue parte del
mayor sufrimiento, esa estadía en la Segunda División.
Es más, ahí comenzó a forjar su ser. Estando en la mala
realmente fue cuando se hizo eje. Emblema. Cuando demostró que los hombres
evolucionan, crecen y se hacen líderes ante cualquier eventualidad. Los que
ponen el pecho. Los que la piden ante cualquier circunstancia adversa. Sea
donde sea.
Sí señores. Increíblemente eso es Mancuello. Un zurdo que
debutó hace unos años y que parecía iba a tener una historia no muy pletórica
con el hincha, que iba a pasar por el club como un jugador más. Hoy es un
futbolista lleno de elogios. Un líder frente al micrófono y en la intimidad del
vestuario. Un tipo que supo ganarse a su grupo, a sus hinchas e incluso mostró
autoridad para ponerse la camiseta de la Selección, jugar un rato, agarrar la
pelota en un tiro libre, acomodarla y clavarla en un ángulo cuando los libros
exigen tirar el centro y evitar el riesgo.
Sin embargo, Mancu pensó en grande y se ganó todas las tapas
de los diarios. Embelleció su paso por el Seleccionado. Se anotó en la
historia. Dejó en alto su reputación y la de Independiente. Enalteció su aura.
Para terminar, y quizás esto sea el foco real de la columna
o su aspiración máxima, deseo fervientemente que existan más Mancuellos en
nuestro fútbol y en nuestra sociedad.
Los necesitamos. Gente como El, que marque
un camino de humildad y talento puesto para el crecimiento del equipo. Que
enseñe y recuerde su pasado para ver con claridad su futuro. Gente con
cimientos fuertes que no son débiles a ningún viento de billetes. Gente que ama
lo que hace, entiende la exigencia, soporta la presión y se entrega entero.
Gente que da orgullo resaltar.
Fuente Infierno Rojo
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