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sábado, 16 de septiembre de 2023

Las finales se ganan y un poquito también se juegan

Marcone fue la figura contra Huracán.

 


Por Nahuel Lanzillotta


Independiente sigue dando pasos adelante. Contra Huracán tenía una prueba de fuego y demostró carácter, pero también se animó a ir soltándose en su juego de a ratos. Evolución.

 

El fútbol tiene muchas máximas que se repiten hasta el hartazgo y se dan como verdades absolutas. Nadie las discute; son así y punto.


“Dos cabezazos en el área es gol”, “Córner mal pateado gol en el otro arco”… Y otra muy conocida es:


“Las finales se ganan”. Y sí, es una verdad de Perogrullo. Si querés ser campeón tenés que ganar. Otra no queda. Pero hay varias formas de ganar. Lo que contiene oculto (o no tanto) esa frase hecha es que las finales se tienen que ganar como sea. Son esas instancias en las que no importan mucho las formas con tal de conseguir el objetivo máximo.

 

Independiente ganó una final ante Huracán en la noche del jueves. No había ningún título en disputa, es verdad. Sin embargo, la situación de ambos clubes que se encuentran pujando en los puestos de abajo de la tabla anual le daba un marco especial a este choque picante. Así se vivió y así la jugó el Independiente de Tevez.

 

La ganó, sí. Con lo justo. Metiendo. Raspando. Apretando los dientes. Chocando. Corriendo. Enfocado hasta el último minuto. Siendo oportunista. Defendiendo bien. Plantándose cuando hubo que plantarse. Y también… Sí, jugando.

 

De a lapsos. Por tramos. Sin una fluidez sostenida. Está bien. Pero este Independiente que en todo el año estuvo errando por los pastos de todos los estadios del fútbol Argentino sin un norte, sin un plan de juego, ahora tiene la brújula calibrada y se va animando de a poco a mostrar algunas pinceladas de fútbol, de pases cortos para progresar en bloque, de movimientos fructíferos para ir a los espacios, de presión consciente.

 

Tevez volvió a cambiar el esquema. Tenía una prueba de fuego importante: saber cómo iban a reaccionar sus muchachos tras la eliminación de la Copa Argentina a manos de Estudiantes, por penales. Y puede estar tranquilo Carlitos porque los futbolistas demostraron que pese al traspié, la idea sigue creciendo partido a partido.

 

La intensidad y la presión alta ya son rasgos distintivos del Rojo Apache, que abandonó el 4-3-1-2 para volver a la línea de cinco hombres en el fondo. De esa presión asfixiante llegó el desnivel en el marcador. No tenía la pelota Independiente en esa primera parte de la primera parte. Más bien era Huracán el que manejaba el balón, aunque sin lograr encontrar por donde entrar, sin ser profundo.

 

El Diablo le pinchó una salida al Globo, Federico Mancuello estuvo rápido para leer la jugada y anticiparse: lo comió a Lucas Carrizo y del rebote corto que Lucas Chaves dejó de su remate, Alexis Canelo produjo el 1-0 que terminó siendo el resultado final.

 

El gol llenó de confianza al local y de dudas al visitante, que pareció sentir el golpe al mentón. Independiente pasó a dominar el trámite y fue ahí cuando se vio lo mejor: un equipo de carácter fuerte (impensado un mes atrás) y que va tratando de inyectarle a eso dosis de buen juego con salida por bajo; sus carrileros ensanchando el campo y siendo profundos (más Isla que Pérez); un trío de volante que necesita todavía entenderse más como conjunto, pero que cuando se encuentran arman conexiones peligrosas; y dos pacman en ataque que son los primeros defensores.

 

No sufrió, mantuvo su arco en cero por primera vez en la era Tevez y pudo haber aumentado el marcador. Falta y bastante, sí. Pero Independiente no solamente ganó una final, sino que hasta se animó a jugarla de a ratos. Y para este equipo eso sí que no es una verdad de Perogrullo.

 

 

Fuente Infierno Rojo


 

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