Por Nicolás Gallardo
Ningún hincha de Independiente debe sentirse desilusionado o
decepcionado por esta estrepitosa caída y eliminación con Lanús. Simplificar la
serie por tres errores es no querer ver la realidad que castiga con dureza,
pero justificadamente, al club.
Nunca hubo una demostración consistente para creer que este
equipo podía pelear alguna competencia. No fue casualidad aquella goleada en
contra con Banfield, uno de los protagonistas del actual campeonato doméstico.
Se trató de una derrota absolutamente lógica con Lanús, que
aflojó a los 30 minutos del primer tiempo. Si bien aquel yerro insólito de
Soñora podría haber generado una expectativa mayor de cara a la vuelta en
Avellaneda, no había ningún indicador favorable para argumentar una
clasificación a semifinales. Este autor lo avisó hace varios meses y lo alertó
en la previa de este cotejo.
No hubo milagro. Lucas Pusineri jugó a la ruleta todo este
tiempo y sólo acertó con Sebastián Sosa, que nos salvó del papelón de quedar
afuera en la primera ronda del torneo local y hace poco en la Sudamericana. La
falta de un plantel de calidad y un técnico que buscó hacer un curso acelerado
en el club, se paga caro. De hecho, bastante barato le salió hasta ahora a
Independiente este semestre.
Posiblemente, Independiente protagonice nuevos ridículos con
Boca y River, salvo que pongan muchos juveniles. Y no debería sorprender a
nadie. Independiente debe ser de los peores equipos, en rendimiento, de la
primera división. Tristemente, la dirigencia, el cuerpo técnico y los jugadores
intentaron tapar el sol con la mano con un relato que se asemeja a las
paupérrimas conferencias de prensa del profesor amante de los drones.
Nos quisieron hacer creer que el equipo jugaba bien cuando
este semestre jamás la defensa estuvo sólida de verdad, el mediocampo en ningún
momento se adueñó de algún partido y en el ataque no hubo un sola ofensiva
fruto de una jugada preparada o de una combinación.
Lamentablemente muchos hinchas compraron esa mentira. Se
dejaron llevar por una estadística absurda de partidos invictos, sin pensar en
el desarrollo de cada encuentro. Independiente no mereció superar a Atlético
Tucumán y le tocó un rival cuasi amateur como Fénix. En el certamen argentino,
no le pudo ganar a Central Córdoba, debió perder en el Libertadores de América
con Colón y apenas pudo ganarle un partido a Defensa y Justicia. En todos estos
compromisos, el Rey de Copas jugó decididamente mal. A la nada misma. Apostó
siempre al “A ver qué pasa”.
Durante la inactividad, este autor reconocía que
Independiente no estaba para competir con rivales de verdad. Serios. En la
primera prueba de fuego, el “Rojo” pierde sin equivalencias. El problema no es
perder con el “Granate”. Lo grave es que en ningún momento se observaron
notorias mejoras, ni mentales, físicas ni menos futbolísticas. Independiente
siempre fue anárquico en todo este 2020.
La marcada mediocridad del promedio del hincha hace que se apruebe la
labor de Lucas Pusineri. No hay argumentos para que siga el DT.
No obstante, hay que dejar en claro algo. El principal
responsable de este momento es la dirigencia. Son los culpables de que tengamos
un plantel horrible, cuando tuvieron todo para catapultar al club a nuevas
conquistas continentales. Son los hacedores de que estemos virtualmente
quebrados y sin un dato alentador para el futuro.
Todo lo que se avizora es desolación. Con esta eliminación,
Independiente se despide, salvo un milagro en la copa local, de jugar torneos
internacionales en el 2021. Es decir no entrará un solo dólar por competencias,
lo cual es una verdadera catástrofe para las golpeadas arcas del club. Eso
significa que el plantel será aún más pobre y que la vara seguirá cayendo.
Responsabilizar a Barboza, Benavidez, Pablo Hernández, Roa y
compañía es perder el tiempo. La culpa no la tiene el chancho, sino quien le da
de comer, y en este sentido hace mucho tiempo que Independiente se transformó
en un chiquero.
Desde aquel empoderamiento sin precedentes en el 2018 hasta
la fecha no se aprendió nada. Se trajeron jugadores en cifras increíbles y sin
pergaminos. Jamás hubo autocrítica. No fueron dignos de dar un paso al costado.
Quieren lavar su imagen con el club, y lo único que están logrando es
ensuciarse más y engrosar algunas carillas en Tribunales.
¿Qué sentido tiene discutir a Hernández?. Es el fiel reflejo
de futbolistas que nunca debieron arribar a Independiente. Y también es otro
ejemplo de cómo el hincha se acostumbró a comer pan duro y aceptar cualquier
cosa.
Sombrío futuro. Lo único claro es que hay que proteger a los
jóvenes. Tienen que ser resguardados en medio de tanto asedio y desconcierto en
el corto plazo. Deben jugar los grandes, ellos tienen que quedar expuestos,
junto a la dirigencia. Si no se los cuida, no habrá un mañana.
Fuente Soy Del Rojo
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