Por Lucas Campos
El Cabezón sabía que, alguna vez, la vida lo iba hacer
encontrar con la verdad y con la no verdad, con el bien más bueno de los bienes
y los males más malos de los males.
Desde la platea, observó a esos dos hombres representando
los bienes, haciendo llorar hasta los que no lloran y haciendo un viaje hacia
la eternidad aún pisando el césped.
Cuando el partido comenzó, el mal arrancó a jugar, un poco.
El partido lo Ganó Gimnasia, quizás, para darle una alegría al bien que dirigió
a su equipo en el trono.
A su vez, el equipo que perdió, fue encabezado por el César,
que desde un palco dirige a un imperio que alguna vez fue importante pero ya
no, sube y baja el dedo a su gusto y desestima siempre la real situación.
El bien encontró lujos, aplausos, ovaciones,
agradecimientos, reconocimientos, placas, abrazos, besos y admiración.
El César recibió insultos, reproches, cuestionamientos y se
fue custodiado por la policía porque su imperio está cada vez más debilitado y
no se deja ayudar por nadie. Siempre será así, para el César lo que es del
César, para Diego lo que es del Diego.
Fuente De la Cuna al Infierno
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