Franco contó que se reía mientras los hinchas de Flamengo
tiraban petardos en el hotel antes de la final. Quiero sacar a mi familia de la
villa, dijo.
Alan Franco, defensor de Independiente, vivió en primera
persona la actuación estelar de Messi en el Bernabéu.
Por Favio Verona
En la madrugada previa a la final contra Flamengo, los
brasileños no paraban de tirar bombas de estruendo en la puerta del hotel y
fuegos artificiales contra los ventanales de las habitaciones. Algunos de mis
compañeros estaban sorprendidos y algo preocupados. Yo me reía, me levantaba de
la cama y salía a mirarlos mientras nos gritaban de todo”. Alan Franco le jura
a Olé que disfrutó de esa noche. Padeció momentos mucho más difíciles en Villa
Tranquila, el asentamiento de Avellaneda en el que vivía hasta hace poco. En
2014, el central de 21 años integró el plantel de Primera de San Telmo, aunque
no llegó a jugar. En 2015 Independiente lo compró en u$s 25.000 y Holan lo hizo
debutar hace menos de un año.
-¿No te intimidaron ni un poco?
-No, para nada. Cuando era chico crecí escuchando tiros en
la villa. Y me acostumbré a eso. Lo que pasó en el hotel en Río fue una linda
experiencia.
-Hasta hace poco jugabas en San Telmo. ¿Sentiste presión
cuando saliste a disputar la final en el Maracaná?
-Un partido no es nada en comparación a los obstáculos que
la vida me puso por delante. Lo que viví me lleva a estar tranquilo cada vez
que salgo a la cancha. Por eso jugué un buen partido.
-¿Cuando pisaste el campo pensaste en todo el recorrido que
hiciste para llegar hasta ahí?
-Desde que entré al Maracaná se me vino todo a la cabeza.
Fue algo automático. Y durante la final me acordaba de los partidos que jugaba
en el potrero de la villa. Ahí sí que se ponía picante en serio. Esos recuerdos
siempre me dan fuerzas para sostener el ritmo y mostrar firmeza.
-¿Por qué?
-Porque tuve un pasado duro. El barrio en el que viví es muy
jodido. Gracias al esfuerzo que he hecho ahora estoy en otra situación. Me pone
muy contento ver que mi familia está más feliz que nunca. Sabía que en algún
momento iba a tener una recompensa por tanto sacrificio. Y hoy estoy
disfrutando de las pequeñas cosas. Hace poco estuve con Amorebieta viendo un
Real Madrid- Barcelona en ese teatro que es el Bernabeu. Me cuesta creer todo
lo que estoy viviendo. Esto es lo que siempre soñé, pero jamás imaginé que se
iba a dar tan rápido.
-¿Tu familia ya se mudó de la villa?
-No, mis viejos, Estela y Javier, y mis hermanitas, Abril y
Delfina, aún están ahí. Como voy muy seguido a visitarlos siento que todavía
vivo allá. Mi sueño es poder sacar a mi familia de la villa. Mi vida ha
cambiado muchísimo en estos últimos meses y también quiero mejorarles la vida a
ellos.
-¿Lo hablaste con tus padres?
-Hace un tiempo les dije que quería sacarlos de ese barrio.
Pero todo se dio muy rápido y ellos no quieren saber nada. Más adelante van a
tener que tomar una decisión. De a poco los voy a convencer. Mientras, trato de
darles todo a mis hijos.
-¿Cómo llevás el rol de papá?
-Lo disfruto. Mi hija, Dalma, tiene seis años y también
tengo a Stefano, de seis meses. La nena va a empezar la primaria en el colegio
del Rojo. Quiero darles todo lo que yo no tuve en mi infancia. Verlos felices
es lo que más me moviliza. Y los fines de semana salgo a lucharla por los dos.
-¿Pensás en ellos mientras jugás?
-Sí, en la cancha me juego el bienestar de mi familia. Dejo
todo en cada pelota porque sé que esa es la forma de ayudarlos a salir
adelante.
-¿Qué te dicen los jugadores más grandes del plantel?
-Aprendo mucho. Siempre me alientan para que esté tranquilo.
Admiro a Amorebieta, que tiene una trayectoria enorme en Europa y siempre me
está encima. Tagliafico y Figal también me han enseñado. Ellos me dicen que
para progresar tengo que seguir trabajando con todo, que no afloje ni un
segundo.
-Vos venís de abajo. ¿Amorebieta pega más que los defensores
del Ascenso?
-Le gusta meter mucho más que a todos nosotros. Es durísimo.
Pero acá ha cobrado bastante: se comió un par de patadas y codazos. Incluso lo
han lesionado.
-¿Hay algún jugador al que tengas como referente en tu
puesto?
-Sí, Mascherano. Es un fenómeno. Mi sueño es poder seguir
sus pasos. También miro a Cuesta y a Pellerano, a quienes tuve algunos meses de
compañeros.
-Pero Mascherano es originariamente volante central...
-Yo también. He jugado de cinco hasta que Fernando Berón me
mandó a la zaga en la Reserva de Independiente.
-¿La salida limpia te la dio el hecho de haber jugado en el
medio?
-Sí, sin dudas. Me sirvió mucho porque Ariel (Holan) siempre
nos pide que salgamos jugando por abajo. He crecido en el último tiempo, pero
sé que todavía me queda mucho por mejorar. No me puedo quedar.
-¿Cómo tomó el grupo el alejamiento de Kohan y parte del
cuerpo técnico?
-Me sorprendió. Imagino que sólo los más grandes estaban al
tanto. Yo no sabía nada. Ahora se viene un año muy lindo, con muchas
competencias. Y vamos a tratar de dar más vueltas olímpicas.
-¿En lo personal a qué aspirás?
-Trabajaré para que Sampaoli me vuelva a llamar (NdeR: Fue
citado para integrar una selección local que nunca se entrenó).
-El técnico te tiene en el radar...
-Eso me ilusiona mucho. Sé que me tiene en cuenta y algún
día se me va a dar la oportunidad. Debo mantener el perfil bajo. Cuando me citó
se me caían las lágrimas.
-¿Cómo fue eso?
-Estaba volviendo desde el aeropuerto con mi viejo. Acababa
de dejar a mi tío, que había viajado al exterior. El teléfono empezó a sonar y
no atendí porque no tenía el número agendado. Como insistían mi papá agarró el
celular. “Fijate si es Sampaoli”, le dije jodiendo. Cuando cortó se quedó
tildado y empezó a llorar. Pensé que había ocurrido algo muy malo. “¿Qué
pasó?”, le dije. “Era Sampaoli. Tenés que ir a entrenar en Ezeiza”, me
respondió. No sabés lo que fue ese momento. Estacioné y terminamos abrazados,
llorando al costado de la Ricchieri.
-¿Si te vuelve a llamar lo atendés? ¿Agendaste el número?
-Sí. Y por las dudas ahora siempre me fijo de cargar bien la
batería, jaja.
Fuente Olé
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