Independiente lo perdía, lo igualó y mereció darlo vuelta:
pegó tres remates en los palos. Central aguantó gracias a su arquero aunque
pudo haberlo ganado también sobre el final. El Rojo quedó a ocho de Boca.
Foto Marcelo Carroll
Los cancheros de Independiente, los que se encargan de
acondicionar el campo de juego del Libertadores, tendrán que revisar con
rigurosidad el arco que da a la tribuna Sur y chequear si quedó flojo o sigue
firme. Porque durante el segundo tiempo del partido ante Central, el Rojo pegó
cuatro tiros en los palos, uno de ellos fue el que entró, el gol del empate, y
todos en ese mismo arco que pareció temblar. Sin dudas, 45 minutos en los que
el equipo de Ariel Holan pasó por arriba al rival y que, paradójicamente, casi
lo pierde al final por esas dos jugadas claritas que desperdició Central ya en
el descuento.
Independiente con la pelota y Central parado para hacerle
frente en la mitad de la cancha. Así quedó planteado el encuentro desde los
primeros minutos de juego. El Rojo apostaba a la tenencia y a desarrollar un
juego vertical, profundo, pero no lograba enhebrar pases filtrados ya sea por
imprecisión propia o por méritos ajenos. El protagonismo era del equipo de
Holan. Y cuando comenzaba a merodear con mayor frecuencia el arco defendido por
Ledesma, llegó el gol de Central, que hasta ahí sólo había tenido un par de
aproximaciones. Gil ejecutó un tiro libre con precisión y Zampedri, en
solitario, ganó de cabeza para cruzar la pelota al segundo palo de Campaña. Sin
jugar bien pero siendo superior a su rival, Independiente se iba al descanso en
desventaja en el marcador.
En el segundo tiempo se potenció la supremacía del local,
que empezó a llevarse por delante a un rival que achicaba hacia atrás y se iba
agazapando cada vez más cerca de su propio arco. El Rojo empezó a penetrar esa
doble línea de cuatro que ponía Central, sobre todo por la derecha, con las subidas
de Bustos, el pase entrelíneas de Meza y el movimiento de adentro hacia afuera
de Leandro Fernández. Ahí estaba la clave para entrarle al Canalla, que con el
correr de los minutos empezó a sufrir el asedio del Rojo.
El gol de Gigliotti, con algo de fortuna porque su tiro en
el travesaño pegó en la espalda del arquero y se metió, fue producto de una
gran jugada colectiva y el empate, a esa altura, era más que merecido. Leandro
Fernández y el ingresado Benítez en dos oportunidades estrellaron remates en el
palo y en el travesaño. Y Ledesma, además, a esa altura ya era la figura del
partido.
Sobre el final, ya en el descuento, Central pudo haberlo
ganado pero Becker primero y Carrizo después fallaron los mano a mano que
tuvieron con Campaña. Hubiera sido demasiado premio para el Canalla y demasiado
castigo para un Independiente que si no ganó fue porque pegó en el palo...
Fuente Olé
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