Javier Mascherano y Hugo Villaverde, dos jugadores emblemáticos
que se asemejan.
El Jefecito puso fin a un exitoso ciclo en el Barcelona,
donde apenas marcó un tanto. Sin embargo, hubo un histórico jugador que superó
su récord.
Por Claudio Gómez
Ahora que Javier Mascherano se despidió del Barcelona para
seguir su carrera en el Hebei Fortune de China, arrasan las estadísticas que
reflejan su paso por el club catalán: que jugó 333 partidos, que ganó 17
titulos en 7 años, que sufrió 3 expulsiones. En fin, un ciclo extraordinario.
Lo más curioso, de todos modos, es que en su exitoso paso por el Barça
convirtió un solo gol. Y de penal. La víctima fue el Osasuna, y el Jefecito
marcó el quinto de un humillante 7-1.
Que un jugador como Mascherano haya festejado un gol propio
una sola vez es un dato simpático. Pero tampoco es un récord. Hay un jugador
que lo superó: nunca convirtió un gol. Nunca. No pateó un penal, no embocó un
rebote que descolocó al arquero, no metió un rechazo que de casualidad se clavó
en el ángulo. Nada. Fue un defensor virgen de goles.
-¿Era titular? -podría preguntar un escéptico.
-Siempre.
-Habrá jugado poco, entonces. Claro, eso, seguro que jugó
pocos partidos.
-437.
-Eso es mucho. Tal vez estaba en equipos chicos, insulsos,
que no peleaban torneos…
-Trece años en un grande. Ganó cuatro torneos locales, una
Intercontinental, una Libertadores y una Sudamericana.
-Me rindo.
Hugo Eduardo Villaverde fue el mejor número 2 de la historia
de Independiente. Y, de él se trata, nunca convirtió un gol. Integró equipos
memorables, con jugadores extraordinarios que en buena parte se lucieron porque
tenían las espaldas bien cubiertas. Una de las imágenes más recurrentes de
Villaverde era cuando se paraba en el mediocampo y con los brazos le hacía
señas a los marcadores de punta para que se proyectaran. Y ahí se quedaba, en
la soledad del círculo central, atento a los movimientos del que tuviera la
osadía de intentar un contragolpe.
Villaverde prácticamente no cruzaba la mitad de la cancha.
Se sacrificaba por el equipo. Se lo podría definir como el jugador más
solidario del fútbol argentino. Su ambición pasaba por la celebración
colectiva, no por el festejo personal. Un día se molestó con un periodista que
le tergiversó unas declaraciones y no dio más notas. Desde entonces se dedicó a
lo que mejor sabía: ser el mejor marcador central del Rojo. Así, sin micrófonos
ni goles que lo distrajeran.
Fuente Cuatro Cuatro Dos Perfil.com
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