Por Lucas Campos
–Estimado Lucas Campos, deberá rendir un final el jueves
próximo a las 16.
¡Pum! Me levanté con ese mail que denotaba mi no promoción
de la materia Teoría de la comunicación 2.
Pero miré la ventana y me reí. Y me reí y pensé:
¡Qué hermoso
es ir a final!
Después las horas se metieron en una licuadora y estaba en
el Libertadores De América viendo como Tagliafico elevaba sus brazos a lo alto
buscando la gloria, que ese mismo día, hace 44 años atrás, había conseguido
Bochini, tras salir campeón Intercontinental por primera vez. Las manos se
sacudieron hacia arriba y fueron testigo del imponente marco que acentúo aún
más, el amor incondicional que la Copa tiene para con Independiente.
El primer cigarrillo se prendió. En una de esas, como de
potrero, Meza se avivó y desde un saque de manos habilitó a Bustos, a quien
foulearon y el juez pitó penal. Y va Silva. Pero de repente, y sepan disculpar
el término, las bolas de un nene de 18 años se hicieron más grande que la
pelota número 5, y pidió ejecutar. Entonces fue Barco. Mi Barco, tú Barco, el
de todos. El de Independiente. Y lo pateó con las pelotas que yo nunca tuve a
la hora de enfrentar un parcial. Y gol.
Y gol del Rojo. Y la serie igualada.
Pestañeé y Meza habilitó a Gigliotti, que se tiró y con la
uña del dedo gordo la desvío. Y gol. Y 2 a 0 y clasificación. Y mi oficio de
periodismo a la mierda. Pero que hermoso es gritar un gol, sobre todo si es de Independiente. Pero ojo,
porque el mejor momento de un equipo en la copa, puede ser también el mejor del
rival. Como cuando vos estás durmiendo una siesta tranquilo y suena el teléfono
y al carajo todo. O cuando necesitás un 7 para promocionar y te sacás un 6.
Entonces Campaña se quedó clavado en el arco y el gol lo gritaron los de
Libertad.
El tanto de visitante le daba la clasificación a ellos pero,
a Independiente, en la Copa, le encanta escribir siempre el mismo final.
Entonces Silva se puso a jugar como Pavoni y tiró un centro
atrás. Gigliotti, que no paraba de barrenar, la volvió a desviar y la volvió a
clavar. Y todos volvimos a gritar.
El complemento fue un monólogo del Rojo metido atrás. Minuto
93. Tiro libre para Libertad en la puerta del área. Va Salcedo. Mis oídos
todavía escuchan el sonido del silencio. La necesidad de que no sea gol. A lo
lejos diviso a Campaña desesperado para ordenar la barrera. En la platea no
miran. Un chiquilín advierte el miedo de su padre y lo toma de la mano. Salcedo
hace dos pasos, las pupilas se dilatan y el corazón se detiene. La redonda
viaja en un reloj de arena. Me cegué y escuché ¡Fuiiiiiiiiiiiiiiiiiiiraaaa!.
Afuera. Afuera ellos y adentro nosotros.
Final del match. Holan le habla a su viejo, mira al cielo y
llora. Yo le mando un mensaje al mio y también lloro. Independiente está en la
final. En donde todos quieren estar. En una final de Copa, como los campeones
de la Intercontinental. El Rojo se retira glorioso. Yo me subo al auto, abro el
mail y vuelvo a leer pero esta vez algo cambió. Esta vez decía:
-Estimado Lucas Campos, deberá rendir un final el miércoles
6/12, contra Junior o contra Flamengo.
Un parcial más Rojo, uno más.
Fuente De la Cuna al Infierno
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