Por Denis Fabricatore
Ezequiel Barco dejó de ser el jugador más desequilibrante de
Independiente, perdió el puesto y aporta poco y nada cuando entra desde el
banco. ¿Qué le pasa?
Con apenas 17 años, el juvenil se había convertido en poco
tiempo en la mejor carta de ataque del Rojo. Por su rebeldía, su habilidad con la
pelota, su velocidad, su gambeta y capacidad de desequilibrio para romper
líneas. Todas esas cualidades fueron desapareciendo poco a poco en el segundo
semestre de este año.
Si bien ya venía bajando el nivel en los últimos partidos
del torneo pasado, el click negativo pareció ser el penal clave que no pudo
convertirle a Lanús para clasificar a la Copa Libertadores. Desde entonces,
Barco ya no es el mismo, en ningún sentido. Ni siquiera en el 3-1 ante Huracán
y en el 2-0 Atlético Tucumán, cuando el equipo mostró su mejor cara, el pibe
pudo destacarse y ser productivo como lo era antes. Para encontrar un buen
rendimiento del volante hay que retroceder casi dos meses, hasta aquel 4-2
contra Deportes Iquique donde anotó un gol.
Ya no gambetea. Ya no se saca rivales de encima con tanta
facilidad. Ya no decide bien el último pase, ni ningún pase. Sigue siendo
atrevido y rebelde, pero no consigue explotarlo y son más las veces que choca
con los rivales. Ariel Holan lo respaldó dejándolo como titular para que agarre
confianza, pero no resultó. Lo sentó junto a los suplentes, con la idea de que
aporte ritmo y vértigo al ataque entrando desde el banco, pero sólo aportó
barullo y se perdió en el desorden general del equipo.
Es cierto que no se le puede cargar a un chico de 18 años
recién cumplidos la responsabilidad de generar juego. Tampoco es la idea
señalarlo como el culpable del bajón futbolístico de Independiente. Pero que
sus virtudes se hayan apagado tanto, que de ser una estrella se haya convertido
en un jugador que pasa inadvertido es, por lo menos, preocupante. El DT ya
intentó todo y no consiguió levantar su nivel. ¿Qué hay que hacer con Barco?
Fuente LxR
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