A los 14 minutos del segundo tiempo, de penal, Santiago
García anotó el gol del Tomba que definió el encuentro en Mendoza
Por Alejandro Casar González
El lamento de todo Independiente. Foto: FotoBAIRES
El 1-0 en contra que se llevó de Mendoza Independiente
mantiene una deuda histórica: la última victoria oficial roja en la provincia
ocurrió hace 47 años. Hay que remontarse al 2-0 del 2 de noviembre de 1969,
cuando Héctor Casimiro Yazalde marcó los dos tantos para el conjunto de
Avellaneda contra San Martín. Godoy Cruz, su rival de ayer, no sabe lo que se
siente perder ante su gente frente a Independiente: de 11 partidos como locales,
los cuyanos ganaron cinco y empataron seis.
El presente de Independiente no es tan alentador como lo era
hasta hace unos meses. El penal convertido por el uruguayo Santiago García
-ante un compatriota, Martín Campaña- provocó la peor sequía de puntos en la
era Holan: nunca Independiente había perdido tres partidos seguidos en esta
era. Sus verdugos fueron Lanús en el Libertadores de América, Atlético Tucumán
por Copa Argentina y Godoy Cruz anoche. La única racha negativa del ciclo del
ex entrenador de Defensa y Justicia había tenido entre el 18 de marzo y el 4 de
abril, con tres empates consecutivos (0-0 con San Martín, 1-1 con Vélez y 0-0
con Alianza Lima, de Perú, por la Copa Sudamericana).
Independiente hizo ayer todos los deberes para llegar al
gol. Elaboró las jugadas con triangulaciones, pases cortos y desmarques, pero
le faltó profundidad. Careció de sorpresa, la que le aporta, por ejemplo,
Fabricio Bustos (lesionado) en el lateral derecho. O el talento de Ezequiel
Barco y la gambeta hiriente de Martín Benítez (ambos fueron suplentes). Agotados
los caminos que llevaban a su 9 de área -primero Emmanuel Gigliotti, seco;
después, Lucas Albertengo-, la alternativa era intentar desde fuera del área,
con remates desde lejos. Y allí apareció otro uruguayo: Burián, el arquero de
Godoy Cruz. Puso las manos ante un remate envenenado de Meza y, más tarde, ante
un tiro a colocar de Diego Rodríguez. La escena se repitió en el segundo
tiempo, y volvió a ganar Burián.
Holan movió el banco. Nunca se resignó a perder un partido
que intentaba ganar. Loustau, el árbitro, vio un agarrón de Sánchez Miño a Báez
en el área de Independiente y marcó penal. "Me agarra él primero y me deja
fuera de la jugada", explicó luego Sánchez Miño. Ese tiro determinó el
resultado.
Quedó tiempo para que Benítez demostrara que no puede ser
suplente. Y para que Godoy Cruz cerrara filas alrededor de su arquero.
Independiente jugaba contra el pasado, el presente y su rival. Entre sus
enemigos, también, se contaba el reloj. Por suerte para los de Avellaneda, si
sus futbolistas miraban a uno de los arcos encontraban fanáticos vestidos de
rojo. Sí: en Mendoza hubo hinchas visitantes. Ciertos lujos que no pueden darse
todos los equipos de la primera A.
Pero ni eso alcanzó para que a Independiente se le
encendiera la lámpara. Aprendió de memoria el manual del fútbol prolijo, pero
le falta pimienta. Los únicos que intentan algo distinto son Benítez y Barco.
Si ambos empiezan como suplentes, como ayer, la historia se complica.
Independiente necesitará volver a tener la frescura que lo
caracterizó hasta no hace mucho. Regenerar las baterías y recuperar esa energía
positiva que parece haber perdido. No extravía el orden ni la disciplina
táctica, pero sí carece de inventiva para descifrar los movimientos de una
defensa hermética como la que le propuso Godoy Cruz, que desde que se puso en
ventaja se vistió para el contragolpe, a la espera de que los Rojos, en su
desesperación, cometieran errores. En el regreso a casa, Holan y sus ayudantes
hablarán del futuro: cómo hacer que Independiente vuelva a ser aquel equipo que
invitaba a la ilusión.
Fuente Cancha Llena
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