El seleccionado se vuelve de Río de Janeiro en primera rueda
tras haber empatado 1 a 1 con Honduras; un eslabon más del desconcertante
presente del fútbol argentino
Por Cristian Grosso
Desde el desprecio y el desinterés, los dirigentes
residuales de la AFA descabezaron el equipo olímpico y lo convirtieron en el
espectro que deambuló por Brasil.
El Vasco Olarticoechea es un buen hombre, una
calidad que no todos pueden exhibir. Pero no era el entrenador para un
seleccionado argentino en los Juegos. Lo expusieron. No se trata de hacer leña
del árbol caído, se apuntó en su momento: acudieron a él como un manotazo
desesperado porque era el único del mobiliario. Y aceptó, algo ingenuo, desde su
bondad. En el reparto de culpas se lleva la porción menor, al menos puso la
cara.
Mientras los Angelici, D' Onofrio, Moyano, Blanco y Lammens -sí, por
acción u omisión todos son cómplices- hicieron el daño y luego se
desentendieron.
Foto: Reuters
El seleccionado olímpico nunca existió. La AFA se burló de
la competencia olímpica. La deshonró. La eliminación en la primera rueda no es
grave en sí misma, lo alarmante es el síntoma que refleja. La dirigencia elige
sacarse los problemas de encima tirándolos para adelante. Un boomerang de
incapacidad. Siguen sin entender la dimensión que tienen sus decisiones. Un
equipo Sub 23 tendría que servir para ampliar la base de la pirámide de la
selección principal, para descubrir la profundidad del recambio, como ocurrió
con Mascherano, Tevez, Coloccini o Lucho González, que participaron de Atenas
2004 y dos años después estuvieron en el Mundial de Alemania. O como sucedió
con Romero, Di María o Agüero, que después de Pekín 2008 se volvieron
frecuentes en la mayor. Pero por estas hora sólo se agiganta la caída al vacío.
Hace años que la AFA no diagrama un proyecto futbolístico
para los próximos 20 años. Los seleccionados juveniles llevan nueve meses sin
conducción y la mayor consiguió entrenador después de un casting que no reparó
en escuelas ni en perfiles. El intervenido fútbol argentino vive de remiendos,
una imagen poderosa para entender su condición menesterosa. Mísera en recursos,
desharrapada en planes innovadores y generosidad para ejecutarlos. Difícil,
casi una fantasía suponer que es posible una política de estado en el fútbol.
Es más terrenal entregar el sueño a la capacidad de los entrenadores y al
talento espontáneo de los futbolistas. Esta vez el parche se descosió.
La involución del fútbol argentino acaba de encadenar otro
eslabón. Certificado por el resultado en los Juegos, pero la regresión comenzó
cuando el desamparo envolvió al proyecto olímpico de Gerardo Martino. Hasta
eyectarlo al entrenador. Sin Dybala, Kranevitter y Funes Mori cualquier
selección se debilita, pero no se puede señalar a Europa mientras no haya una
legislación clara. El enemigo está en casa. Los principales culpables de otro
desplome internacional son los egoístas dirigentes argentinos que sólo cuidaron
sus intereses. Los que orquestaron este hundimiento lo siguieron desde Buenos
Aires por televisión, lejos, escondidos, desentendidos de la trampa que le
tendieron a una selección abandonada.
Fuente Cancha Llena



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