Por Eduardo Verona
Era boleta Independiente en los papeles. Y parecía una fija
Lanús para quedarse con el partido. La teoría no quedó en pie. El plantel que
conduce Gabriel Milito, aún sin tener una producción aceptable, ganó y quizás
diluyó los cuestionamientos que también enfocaban al técnico. El equipo se
recuperó en el resultado, no así en su rendimiento.
Ese brillante periodista que fue Osvaldo Ardizzone (nació el
10 de noviembre de 1919 y murió el 8 de enero de 1987) sostenía que muchas
veces los partidos no debían comentarse desde cierta formalidad. Que era
imprescindible buscar las explicaciones por otro lado. Porque el análisis de un
desarrollo sin vuelo no iba a poder ofrecer algo valioso. O algo interesante. Y
entonces era necesario acariciar otras búsquedas. Menos técnicas. Menos
tácticas. Y más sensibles a otros valores.
Este triunfo de Independiente por 2-0 ante Lanús por la Copa
Sudamericana nos hizo recordar aquella interpretación del Viejo Ardizzone
cuando la rompía en las páginas de El Gráfico y después en Goles Match, hasta
cerrar su carrera en la redacción de Tiempo Argentino, donde en los 70
funcionaba el legendario diario La Opinión de Jacobo Timerman.
¿Por qué la victoria de Independiente frente al último
campeón del fútbol argentino merece enfocarse en un escenario que no haga pie
en la técnica, la táctica ni la estrategia y todas las variantes individuales y
colectivas que puedan acomodarse a esos paisajes? Porque en esos planos no hubo
nada o casi nada que valga la pena rescatarse.
Fue un partido que nunca trascendió la mediocridad.
Pobrísimo desde el arranque hasta el final. Pero para Independiente fue un
partido decisivo. Después de la derrota por 1-0 ante Defensa y Justicia por la
Copa Argentina, el clima interno en Independiente se puso demasiado espeso. No
entre Gabriel Milito y el plantel. Pero el bombazo de la eliminación prematura
despertó insatisfacciones multiplicadas que ganaron a los dirigentes y a los
hinchas.
Milito había quedado muy mal parado. Le llovieron los
cuestionamientos a sus espaldas. Y no solo por la pésima producción del equipo,
sino por las dos incorporaciones que aconsejó (Damián Martínez, quien se quedó
afuera del banco contra Lanús y Juan Sanchez Miño), que no pocos en el club
consideraron una inversión innecesaria e improductiva.
¿Qué hubiera ocurrido si Independiente caía ante Lanús? Esos
cuestionamientos habrían tomado una velocidad y un vigor muy difícil de
contener. Precisaba como el agua el equipo y Milito abrazar un buen resultado.
Y respirar un poco más tranquilo para ir mirando los próximos compromisos. El
buen resultado lo consiguió. La mejoría futbolística, no. Le fue claramente
mejor en la chapa final que en la cancha. Donde supo aprovechar dos errores
rivales y clavar un 2-0 inesperado que lo deja con un margen apreciable para la
revancha del 15 de septiembre en Avellaneda.
¿Cuál fue la virtud de Independiente? Bancarse sin grandes
sobresaltos un encuentro que en la previa pagaba dos mangos para ser boleta.
Porque era boleta Independiente en los papeles. Así llegaba al partido. En
inferioridad. Lo sabían todos: los técnicos (Jorge Almirón y Milito), los
jugadores de los dos equipos, los dirigentes, los periodistas y los hinchas.
Esa inferioridad anticipada por el ambiente del fútbol, sin
embargo, no se evidenció. Quedó oculta. Invisibilizada. Y muy lejos de
revertirse durante los 90 minutos. Zafó Independiente, en definitiva cuando se
perfilaban otras adversidades. Y zafó Milito de quedar en el centro de todas
las miradas. Que precisamente no iban a tirarle flores.
El triunfo no puede tapar lo que quedó al descubierto. Que
es lo que no alcanza ni a insinuar: no expresa el equipo la idea que promueve
el entrenador. No se junta. No toca. No mueve la pelota con un mínimo de
precisión. Sugestivamente, sin jugar nada bien, le complicó la existencia
futbolística a Lanús. Que no le llegó casi nunca.
El saldo para Independiente fue muchísimo mejor de lo que
pudo haber soñado. No solo porque ganó de visitante, sino porque habrá
fortalecido una autoestima severamente dañada después del nocaut que le propinó
Defensa y Justicia hace un par de semanas.
Las sumas y las restas del partido terminaron siendo un material anecdótico e
inservible. Lo que Osvaldo Ardizzone hace unas décadas afirmaba que en algunas
oportunidades no valía la pena considerar. Porque había otras cosas en juego
más influyentes que el desarrollo. Eran las necesidades. O las urgencias. Que
hoy viven más que nunca en el fútbol. Pero que también trascienden al fútbol.
Y ahí, en ese territorio abonado a la duda, Independiente,
se recuperó. En lo otro, cuando rueda la pelota, sigue igual. Mal. Seguramente
Milito no lo debe ignorar.
Fuente diario Popular
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