Independiente tropezó cada vez que debió ratificar su
candidatura y ahora ya no puede fallar. Olimpo (el mismo rival del debut de
Pellegrino), Vélez en Liniers y Racing en el Cilindro, la trilogía que se le
viene para encausar el rumbo e ir en busca del título.
Por Isaias Blaiotta
Mauricio Pellegrino heredó un Independiente que ya se sabía
fuera de la lucha por el campeonato tras el paso de Jorge Almirón. Y entre
banderas de rechazo y murmullos, las nueve victorias y cuatro empates sobre
trece partidos jugados en el torneo local resurgieron la ilusión del hincha. Es
cierto que cuando los flashes apuntaron hacia otro sector, Independiente ganó y
mostró buenos rendimientos (incluyendo triunfos 3-0 a Racing y River), pero las
tres grandes citas que tuvo Independiente en el último semestre no las
aprovechó. Después de sufrir con Alianza de Coronel Moldes y Deportivo Español,
cedió contra Lanús por la Copa Argentina. Después, cayó ante Independiente
Santa Fe, que con un centro-arco de Leyvin Balanta ganó en el LDA y eliminó al
Rojo de la única competencia a la cual aspiraba. Y si algún consuelo le quedaba
para cerrar el año con una sonrisa, flaqueó ante Racing en su estadio, cedió un
invicto de 14 años, cinco meses y 19 días y se convirtió en el único grande que
no logró su boleto a la Libertadores.
En este 2016, con la necesidad de ganar el campeonato local
y el resto de los grandes más Huracán y Rosario Central jugando la Copa, falló.
Y si bien está a tiempo de revertir la situación, el tropezón en Junín frente a
Sarmiento vuelve a poner a Independiente cerca del abismo. “El primer paso que
tenemos que dar es poner a Independiente entre los mejores del país, porque hoy
no lo está”, había anunciado Pellegrino en su presentación. ¿Hoy lo está?
Parece que no. Y para lograrlo (al menos si ‘estar entre los mejores’ se
entiende como sinónimo de ganar uno de los torneos locales más desvalorizados
de los últimos años) tendrá por delante tres paradas bravas: Olimpo, como
local, (que viene de empatarle a Central), Vélez en el Amalfitani y Racing en el
Cilindro.
Más alla que el del domingo no se trató de un rival directo,
el compromiso frente al equipo de Ricardo Caruso Lombardi apareció en el radar
como un partido casi definitorio. Y desde hace varios años, al Rojo le viene
costando hacer pie en instancias decisivas. A falta de siete fechas y con 21
puntos en juego, Independiente debe descontarle cinco a Godoy Cruz. Y si bien
saldrá a jugar frente a Olimpo con el resultado del Tomba puesto, por encima
suyo aparecen además Rosario Central, Arsenal (lo recibe en la 15°) y Gimnasia,
mientras que se codea con San Lorenzo (chocan en la 13°). Difícil, más aún
sabiendo que desde la fecha cinco juega al límite y ya usó, prácticamente, todo
su margen de error.
El candidateo previo que se impuso sobre Independiente (y
que los propios jugadores se encargaron de ratificar con sus declaraciones en
el verano), agregado al buen nivel que mostró el Rojo en el 2015 más las
incorporaciones de renombre es lo que genera cierta decepción al ver este
presente del equipo. Incluso, cuando los resultados muestran mayor fortuna que
el real merecimiento que el team de Pellegrino hizo en cada partido. Y tratar
de justificar la nula versión futbolística en Junín escudándose en que “sumamos
10 sobre 12” puede ser pan para hoy pero hambre para mañana.
Ahora, en Independiente pocos se atreven a tomar el fierro
caliente que implica la presión y obligación de ser campeón tras 14 años.
Cuando algún jugador largó que “este torneo no se nos puede escapar”, ante la
primera adversidad buscó distanciarse de sus propias palabras, alegando que la
cuestión es difícil, y más aún por los rivales que se cierran y las canchas
cerradas. Como si Independiente necesitaría más facilidades que las que le dio
este torneo para ser protagonista.
Fuente Olé

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