Por Román Failache
Finalmente, el tiro de gracia para Independiente llegó en la
fecha 13. Tras haberle dado más vidas de las que merecía por su estilo de juego
y luego de los malos resultados que obtuvo en las jornadas determinantes, el
torneo de Primera División se deshizo de un equipo que, con el correr de los
minutos, fue dejando caer a pedazos su producción hasta haber alcanzado la peor
imagen que se puede dejar dentro de una cancha.
Suena raro leer esto después del gran primer tiempo que
disputó. Porque durante los primeros 45 minutos, el conjunto de Pellegrino se
sincronizó de una forma pocas veces vista en este año. Aquino como conductor,
mostrando su mejor performance desde que llegó al club; laterales bien abiertos
y movedizos; Vera generando espacios sobre los costados y Fernández cortando
hacia el centro; Ortiz, otra vez en un buen nivel, y la solidez de siempre de
Cuesta y Tagliafico. Torrico fue el principal impedimento para que el rival no
se fuera en desventaja al descanso.
La historia en la segunda mitad fue totalmente distinta. El
gol tempranero del rival hizo cuesta arriba el encuentro ante un San Lorenzo
que, hasta el momento, solo había tenido una situación con una chilena aislada.
La poca resiliencia del plantel se encargó del resto. Figurita repetida con
Pellegrino al mando: la falta de rebeldía y la carencia de ideas para resolver
un problema, sumado a la desconexión entre los jugadores producida por el nerviosismo
que le imprime la gente. El mensaje de la hinchada transmitió diáfanamente la
sensación de cada hincha: "Ya no me importa si pierden, ya no me importa
salir campeón, pero pongan más huevos", y la cita a la progenitora
correspondiente de cada futbolista de rojo.
Que el espejismo que se construyó durante la primera mitad
se haya esfumado con el baño de realidad del segundo tiempo habla del momento
delicado por el que pasa este equipo, que involucra tanto a lo mental como a lo
futbolístico, y también habla de las consecuencias que traen el no haber hecho
una pretemporada como corresponde. Lo de Aquino y Méndez insultándose con la
gente de la Bochini Baja y la Erico Baja, respectivamente, es la muestra de lo
primero; la insuficiencia física recurrente en todos los partidos, llegando sin
piernas a los 75 minutos, de lo segundo.
Habiendo quedado afuera de la pelea, a Independiente no le
queda otra que pensar en la Copa Argentina y en el próximo semestre. El
contrato del técnico vence en junio y la suma de todos los factores hacen
pensar en que la extensión del mismo será casi imposible. Además, deberá
afrontar una Copa Sudamericana en la que se le exigirá finalizar en una
posición digna que le permita ingresar a la Copa Libertadores. Estos últimos
encuentros con Pellegrino al volante solo tienen que servir para dejar todo
ordenado para la segunda mitad.
Fuente T&C Sports
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