El abrazo del equipo, el abrazo del pueblo argentino. (AFP)
Por Federico Rozenbaum
En Concepción, el hincha argentino se hizo un festín. Y los
jugadores, a puro fútbol, también. Después de ocho años, Argentina volvió a
meterse en la final de la Copa América. Y a lo grande, para no dejar dudas: 6-1
contra el Paraguay de Ramón Díaz.
La Roja nos espera el sábado.
La gloria
también.
Sonó fuerte, como hit. Pero en tierra ajena, algo hostil,
cuando de pelotita se trata. Se escuchó en Concepción. Cruzó la Cordillera y se
hizo carne en la Argentina.
"Tiene mieeeedo, y Chile tiene
mieeeedo...", supo oirse.
El 6-1 de Argentina ante Paraguay era lo
suficientemente contundente como para que buena parte del Ester Roa se funda en
un solo canto. Y había con qué. En el verde césped estaba la verdad...
Argentina tiene Angel. Tiene a un grupo infinitamente voraz.
Tiene la final en el bolsillo y a Chile esperando. Tiene gol. Tiene, sobre
todo, a Messi. O sea, tiene todo para soñar. El fútbol a veces da revanchas.
Ocurrió en esta noche de goles, de baile, de ilusiones: la Selección vapuleó a
Paraguay por 6-1, no dejó dudas, lo durmió. Marcos Rojo, Pastore, Di María,
Agüero, Higuaín y a festejar... Y allá vamos. Como dice el tango, 22 años no es
nada... El sábado cueste lo que cueste, pase lo que pase, habrá que dar el
último de los pasos. El más difícil. El más deseado...
Si algo necesitaba la Argentina, más allá de meterse en el
partido final, era contar con 90 minutos como los que terminó redondeando en
Concepción. Es que a la Selección le sobró un tiempo para demostrar que se
encuentra un escalón por encima de alguno de los rivales que en el comienzo de
esta Copa lo habían complicado.
Lo extraño es que la Argentina fue el mismo y distinto a la
vez que en los anteriores encuentros. El mismo porque la intención fue el balón
y el control del partido. Distinto porque encontró la efectividad que no había
tenido, porque de a ratos optó por un juego directo, porque abrió a Paraguay de
pelota parada, porque Pastore fue más profundo que en toda la Copa, porque
apareció Di María...
Sólo faltó el gol del mejor jugador del mundo, es cierto.
Pero Messi, por ejemplo, tiene una cuota parte en el grito de Pastore. Tomá,
Flaco, hacelo vos, pareció decirle cuando el partido no estaba decidido. Había
sido la cuarta llegada y el segundo tanto argentino.
Una mala salida de Otamendi reflotó algunas dudas que la
Selección había tenido en su debut. Lucas Barrios, que había entrado por Santa
Cruz, se encontró sólo en el espacio que dejaron los centrales y no perdonó a
Romero ni a su invicto de 313 minutos.
Si ese grito fue psicológico, la corrida de Di María en el
arranque del segundo tiempo fue psiquiátrica. Fideo empezó a avisarle con otro
tanto a toda América que Argentina quiere la Copa. Y Messi, también. La Pulga
siguió buscando el gol que le llegó a Agüero e Higuaín... Un tremendo 6-1 para
esperar a Chile.
Imposible no comer ilusión después de una noche tan redonda,
tan argentinamente feliz. "Que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta
vamos a dar", cantó la gente al final. Canta todo un pueblo futbolero.
CONCEPCION, CHILE (ENVIADO ESPECIAL)
Fuente Olé
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