Por Mauro Erbiti
Ya se viene repitiendo un mismo patrón en Independiente en
este campeonato: El Rojo propone una idea de juego, con control de pelota,
tenencia y jugadas elaboradas. A veces pueden parecer intrascendentes, pero
viendo los goles que hace el equipo se ve que vienen como desenlace de este
estilo de jugadas. Es raro que un gol venga de la nada. Todo tiene una
elaboración. Y esos goles, la mayoría golazos vistosos o provenientes de buenas jugadas grupales, se terminan anulando
por errores que se pagan en el arco propio. Como un castillo de arena: Toma su
tiempo construirse, pero con el más mínimo traspié se cae y queda destruido.
Esto es algo que pasó en casi todas las fechas, y es algo que es insostenible
para cualquier equipo con pretensiones de pelear o protagonizar un campeonato.
Ante Newell’s Old Boys, en Rosario, el Rojo sacó una buena
ventaja de 2 a 0 en el primer tiempo por un trabajo incisivo en la defensa de
la Lepra. Matías Pisano buscó siempre desbordar por la banda y asistir a Lucas
Albertengo y Juan Martín Lucero. Y también se buscaba la presión en la salida
rival para robar y atacar rápido. El resultado en esa primera parte fue
impecable: Centro del Enano para Lucas en el primer tanto y robo de pelota del
Gato para que Federico Mancuello asistiera al mismo delantero en el segundo.
Sin embargo, en un corto lapso, dos errores provocaron la igualada local: Un
contraataque que vino de un pésimo retroceso luego de un córner a favor y un
penal hecho por Nicolás Tagliafico. Por suerte, el Ruso Rodríguez puso luego el
3 a 2 a través de un penal.
En Quilmes, lo mismo: Mancu definió una enorme jugada
colectiva con un también enorme zapatazo. Pero el Ruso falló en un tiro libre
de Rodrigo Gómez que puso todo empatado al entretiempo sin merecimiento del
Cervecero. El Rojo había tenido unos primeros cuarenta y cinco minutos
bárbaros, pero no los plasmó en el resultado. Ya en el final, Emiliano Papa
asistió con un muy buen centro a Albertengo para el 2 a 1 final.
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En el Libertadores de América, frente a Belgrano, otra vez
lo mismo: El capitán abrió el marcador con un tiro libre y el equipo tenía la
pelota y dominaba. Pero un mal despeje de Emanuel Aguilera en un cóner y un
tonto penal cometido por el mismo central significaron la primera derrota en el
torneo y la primera vez que el Independiente de Jorge Almirón no conseguía
sumar luego de hacer el primero.
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En Santa Fe, ante Unión, Albertengo volvió a pegar primero
luego de una interesante jugada en la que tocaron todos. Pero al minuto,
Tagliafico hizo otro penal. Y así, sin más, el duelo terminó 1 a 1.
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En Mendoza, frente a Godoy Cruz, el Rojo se vio dos veces
arriba. Primero, Claudio Riaño se las arregló dentro del área para poner el 1 a
0 al minuto de juego. Un error defensivo llevó al empate del Tomba. El Torito Rodríguez,
apenas arrancaba el complemento, puso el 2 a 1 con un remate furioso después de varios toques. Y
otra vez llegó un penal tonto: EN este caso de Jesús Méndez para bajar a un
rival que se alejaba del área. Todo terminó 2 a 2.
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Y otra vez en Avellaneda, contra Gimnasia, lo mismo:
Albertengo puso el primero luego de otra gran jugada colectiva. Y otra vez, el
error: Faltando casi nada para el entretiempo, con un tiro libre a favor en
campo rival, los jugadores subieron todos a cabecear y tiraron el centro en
lugar de jugar la pelota y dejar que pasaras los segundos. Así fue que
perdieron la pelota, el Lobo forzó el córner y logró la igualdad -con un
compromiso enorme del Ruso, que vio pasar la pelota por toda el área y no hizo
nada-.
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Por si hace falta explicarlo: Casi todo lo que produce el
Rojo en ataque viene como fruto de una propuesta. De un juego asociado y una
intención de dominar. Pero luego de pegar primero, de hacer el primero, fallan.
Errores tontos individuales se terminan pagando caro y se pierden puntos.
Y en esto, aunque obviamente tiene responsabilidad el
técnico, también hay mucha cuota de las falencias de algunos futbolistas. Ya no
es como el semestre pasado, cuando una manera de defender adelantada imvitaba a
los rivales a contragolpear y buscar con un pelotazo a delantero mano a mano.
Hay que trabajar la cabeza de los jugadores para que logren,
una vez que se pongan en ventaja, seguir igual y dominar el trámite del juego.
Estar atentos. No ir a doscientos kilómetros por hora por el segundo. Buscar
cerrar el partido con otro gol, si. Pero no por eso desprotegerse atrás y
regalar ventajas. Ser inteligente. Cualquier equipo que hace lo más difícil,
que es destrabar el cero en el arco contrario, debe empezar a hacer pesar eso.
Mantener la posesión. Que el rival sea el apurado, no uno mismo. Porque sino,
por más lindo juego o por más buenos goles que facture Independiente, de nada
servirá si en arco propio cometen esos errores. Todos los goles valen uno.
Basta de castillos de arena.
Fuente Infierno Rojo

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