Por Eduardo Verona
Después de décadas de propinarse un mutuo desprecio por
cuestiones propias del fútbol y también ajenas al fútbol, el Flaco Menotti y
Carlos Bilardo encontraron en pequeños gestos un espacio para comunicarse,
aunque no se dirijan la palabra. No hay reconciliación, pero hay otra mirada
menos guerrera.
-Flaco, en la
antesala del próximo año, ¿compartirías una charla con Bilardo?
-No.
-¿Es un no sin ninguna
posibilidad de torcerse?
-Es que las
diferencias que tengo con Bilardo trascienden ampliamente al fútbol. Como
también pasa con Víctor Hugo Morales.
-Pero Bilardo
perteneció a la raza de los futbolistas.
-No. No lo
reconozco de esa manera. Además, ¿qué resolveríamos hablando? Nada. No vale la
pena. Somos de dos mundos muy distintos.
En la edición de El
Gráfico del 7 de diciembre de 1999 y en el marco de una entrevista, César Luis
Menotti así respondía la inquietud que le trasladamos, negando cualquier
principio de acuerdo o coincidencia mínima con Carlos Bilardo.
-Carlos, hace unos
días comentaste que había que recuperar el fútbol del potrero.
-Es que hay que
volver a las fuentes. Estoy convencido.
-Más de uno dirá
que te estás menottizando.
-No, al revés. El
problema es que el periodismo siempre me interpretó mal. El que me entendió de
entrada fue Julio Grondona. Yo hablé toda mi vida del fútbol de potrero y del
mejoramiento de la técnica individual. ¿Sabés cuál es mi sueño? Que los
jugadores suban al avión haciendo malabarismo: tiqui, taca, pechito, cabeza,
tomala vos, dámela a mí... La verdad es que yo soy un fanático del jogo bonito.
En mi puta vida desprecié el jogo bonito. Es más: soy un admirador total del
mejor fútbol brasileño.
-Más allá de algún
perfil táctico, ese fútbol lo quieren todos. Entre ellos, Bianchi, Passarella,
Veira, Menotti...
-No, Menotti no.
-¿Por qué estás tan
seguro?
-Porque él no
estudia a los rivales, está en contra de las concentraciones, no mira videos,
no se preocupa por las pelotas paradas, no le da importancia a la táctica ni a
la parte física, tampoco a la funcionalidad de los jugadores, dice que el
jugador nace y no se hace. En fin, mil cosas que definen todo.
En la edición de El
Gráfico del 5 de marzo de 1996 y también en el marco de una entrevista, Carlos
Bilardo nos sorprendía con su admiración por el jogo bonito, pero separaba los
tantos y radicalizaba su distanciamiento con Menotti.
Casi dos décadas después
de esas declaraciones que reproducimos, la reconciliación entre ambos sigue tan
lejana como siempre. El fútbol y las cosas de la vida, que por otra parte son
las más importantes, los fue separando quizás hasta el día del juicio final.
Sin embargo, hace
una semana en ocasión del debut de Gabriel Milito como entrenador de
Estudiantes en el cruce ante Barcelona, el diario Olé le recordó a Menotti
haber hecho debutar en Primera al Mariscal. Entre otras consideraciones, el
Flaco afirmó: "Ese Estudiantes de Trobbiani, Ponce y Sabella jugaba bien
al fútbol". Le plantearon que ese Estudiantes lo dirigía Bilardo. Y
Menotti contestó: "Sí, lo sé. Pero es la realidad, era un buen
equipo".
Pocas horas después
de aquellas palabras de Menotti, Bilardo fue consultado a raíz
de ese elogio público. Y devolvió la pared con una
gentileza: "Aquel Huracán del 73 también jugaba bien". Ese Huracán
campeón que es tan recordado lo conducía Menotti. Para cerrar, Bilardo comentó:
"No me sentaría a hablar con él. Pero mi antinomia con Menotti ya
pasó".
La cosa quedó ahí.
Ni más cerca ni más lejos. Bilardo siempre fue rehén de su círculo rojo. Y no
fueran pocas las veces que Bilardo explicó en privado que tomar un café con
Menotti era una misión imposible por un sentimiento de fidelidad y lealtad con
sus amigos. "No puedo fallarles", repetía Carlos.
Para Menotti, en
cambio, ese café hipotético con Bilardo nunca llegó a interpretarse como una
cumbre irrealizable, más allá de las palabras de ocasión reproducidas por los
periodistas a lo largo de los años.
Hoy, cuando los dos
andan por los 76 años, algo comenzó a gestarse. No un reencuentro. No una
charla breve para las fotos. No un abrazo y un apretón de manos para sellar el
inicio de otra etapa. Nada que ver. Pero desde hace algunos pocos años (4 o 5,
no más) la tendencia al enfrentamiento directo viene decreciendo.
No se miran bien.
Pero se miran por lo menos. No van a
tirarse flores todos los días. Pero la época de los bombazos que iban y venían
todo indica que ya pasó a mejor vida. No ocultan sus diferencias. Pero se
atreven a construir algunos gestos de cortesía. Como el reconocimiento de
Menotti a ese Estudiantes de 1982 que salió campeón. O la devolución de Bilardo
hacia ese Huracán de 1973 que también salió campeón.
Hace una, dos o
tres décadas, ese escenario era impensado. Hoy se trasladó a los hechos. Como
aquellos deseos (que expresó a la prensa) de pronta recuperación de parte de
Bilardo hacia Menotti cuando el Flaco en marzo de 2011 estuvo internado unos
días por una afección pulmonar.
Esos pequeños
gestos de ida y vuelta es muy probable que hayan abrazado una certeza: lo peor
entre ellos ya terminó. Quedan las viejas cicatrices y heridas del pasado. Y
una polémica encarnizada que, sin dudas, enriqueció al fútbol argentino.
Porque en la
batalla de ideas, que son las batallas que siempre hay que dar aunque provoquen
enfrentamientos que el establishment demoniza, crecen los hombres. Las
sociedades. Y también el fútbol.
Fuente Diario Popular
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