Entró al
café rumiando la nota.
Hacía mucho que no concurría, pero le bastó ver el
cuadro del Bocha derecho para saber que su Hermana se ocupaba de mantener en orden
el local.
El Bocha es
sagrado.
Reconoció
sin ver y escuchó sin oir las recomendaciones de que no se metiera a escribir
de nuevo y buscó la ventana donde el apodado Reluigi se sentaba a analizar los
balances del Rojo en tiempos de Comparada.
Pidió un
café y rechazó un cenicero que le ofreció el Gallego, que presuroso, como para
enmendarse, le dijo por cual vidrio se veía mejor la lluvia.
El lo
sabía. Había estado en otras ventanas.
Muchas
ventanas.
Y vió gente correr para no mojarse, autos salpicando gente corriendo, y
hasta como con un vidrio de aumento vió otra realidad.
Que le
gustó menos
Revolvió el
café, pegó sus tradicionales dos golpes con la cucharita en el pocillo e intentó ver
en el humo de un inexistente cigarrillo encendido la explicación de Cómo y Porqué.
Tenía como
para escribir toda una historia.
Pero prefirió postergar todo por unos dias más de historia. La de hoy para mañana.
En que volvería a escribir.
Y pensó que
Alicia y Luisito lo putearian si revelaba que habían sido muy importantes en
ese campeonato que permitió mantener la categoría.
Terminó el
café, pagó y se fue.
El Gallego
no entendía como gotas de lluvia pueden atravesar el vidrio y mojar cual lágrimas
la mesa.
Habrá que explicárselo.
Habrá que explicárselo.
Fuente rrrojo para este Blog.
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