Por Vicente Muglia
River ratificó su poder ofensivo y confirmó que busca el
arco rival aunque esté ganando o goleando.
¿Independiente? No dio la talla. Almirón había dicho que iba
a atacar pero puso cinco defensores y se comió un baile.
Hubo, en la previa de este River-Independiente, un amago de
duelo dialéctico que no llegó a concretarse. Desde Avellaneda, el entrenador
Jorge Almirón tiró la primera piedra al anunciar que su equipo iría al
Monumental a atacar y a ganar. Entonado quizás por las declaraciones de su DT,
Rolfi Montenegro salió a minimizar el poderío del puntero remarcando que nadie
le marcaba los errores. Desde Núñez no llegó ninguna respuesta. Mejor dicho,
sí. Marcelo Gallardo comentó que no le gustaba la demagogia y que su equipo
hablaría en la cancha.
Y anoche, en el verde césped del Monumental, el que habló
fue River. ¿Independiente? No pudo hilvanar dos frases seguidas -léase dos
pases seguidos- y quedó al descubierto el contenido vacío del discurso ofensivo
de Almirón. Verborrágico, había prometido salir a atacar pero paradójicamente
la formación que puso en cancha contó con 5 defensores. Y su mayor pecado fue
que las precauciones no le sirvieron demasiado porque su equipo tampoco
defendió bien. Una prueba más de que la cantidad nunca es garantía de calidad
ni de eficacia.
El que no cambió fue Gallardo. Otra vez se vio a un River
agresivo. Con la pelota, para buscar frenéticamente el arco contrario. Y sin
ella, para recuperarla y volver a empezar. Está claro que en esta ocasión, el
rival le facilitó un poco las cosas. Con ese plan "made in La Volpe"
de intentar salir jugando sistemáticamente sin tener los futbolistas aptos para
hacerlo, River recuperaba el balón en campo contrario gracias a las constantes
imprecisiones de la última línea de Independiente, incluyendo a su arquero. La
principal diferencia, en el primer tiempo, radicó en la presión y en la
precisión. Y esa superioridad se trasladó al marcador también con la
inestimable colaboración rival. En el gol de tiro libre de Pisculichi, error
del Ruso Rodríguez. En el golazo de Ariel Rojas, falla de Cristian Tula.
Almirón intentó enmendar su equivocación inicial (como suele
ocurrirle en todos los partidos) con el cantado ingreso de Pizzini por Ojeda en
el entretiempo. Del 5-2-1-2 a un
4-2-1-3. Gallardo no tocó nada salvo el cambio obligado de Ponzio por el
lesionado Kranevitter, que no afectó demasiado el funcionamiento en la mitad de
la cancha. River siguió buscando el arco de Rodríguez pese a la diferencia de
dos goles, ratificando el compromiso con la idea más allá del resultado. Fue
ahí cuando Independiente, sin hacer méritos, encontró el descuento. Y todo
gracias a Mancuello, el alma de este equipo, que arranca siempre de doble cinco
y termina definiendo de 9. A partir de ese momento el partido se hizo aún más
abierto y el equipo de Almirón emparejó un poco el juego. Pero bastó que Tula y
el Ruso Rodríguez se volvieran a equivocar como en los dos primeros goles para
que Teo Gutiérrez aprovechara el regalito y aumentara la diferencia. El capitán
y el arquero, en una noche de terror, abortaron cualquier chance de empate.
Luego, Mora le puso la frutilla al postre con una vaselina de luxe.
River, líder del torneo local con tres puntos de diferencia
y un partido menos, dando pelea en la Copa Argentina y en la Sudamericana,
demostró que tiene un poder ofensivo demoledor. El rey del ataque.
Fuente Olé
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