Un Independiente centenario, de pierna fuerte y
templada.
Por Martín Macchiavello
Para la reconstrucción, Independiente deberá repasar su
historia. Pocos recuerdan que debió esperar algo más de siete años desde su
fundación para jugar, por los puntos, en Primera. Olé recuerda los primeros
palotes en el Ascenso, piedra basal para convertirse con el tiempo en Orgullo
Nacional, en Rey de Copas. Del barro al oro. Del oro al barro.
El pitazo de Pablo Díaz sonó seco y congeló espaldas,
hizo de cada lágrima –de las pocas que quedaban- un pedazo de vidrio, de esos
que cortan el alma en mil pedazos cuando se estrellan contra la realidad. En el
Cementerio de los Elefantes santafesino se bajaba una histórica persiana de
Primera División e inmediatamente, con prisa y sin pausa, comenzaba la atroz
carrera por recuperar una categoría que se fue escapando como agua entre los
dedos. Detrás cayó un cuento centenario, elitista, que fue convirtiendo
lentamente a Independiente en grande, en Orgullo Nacional, en Rey de Copas,
hasta toparse con la B Nacional, con el ascenso. Una vez más. Porque el camino,
de pierna fuerte y templada, en realidad empezó a trazarse a espaldas de los
mejores de la época. Desde atrás.
Y Olé evocará aquel recorrido de barro que
alcanzó el oro a puro fútbol, en ese paso desde el porteño Flores Norte hasta
Crucesita, Avellaneda. En esa transformación de pilcha blanca a casaca roja.
Porque Independiente se hizo de abajo.
Y mal no le fue.
Fundado en 1905, con espíritu futbolero y bien amateur,
producto de la época, un grupo de jóvenes, cadetes y vendedores de la tienda A
la Ciudad de Londres, excluidos del equipo de adultos que competía los fines de
semana, le dio vida a Independiente Football Club. El primer amistoso, ante
Atlanta, tuvo un resultado negativo: 0-1. Así se sucedieron distintos juegos de
preparación e inclusión en variopintas competencias (como la floja Liga
Central) mientras se esperaba contar con un buen campo de juego para ser
aceptados por la Liga Oficial de la antigua AFA, según bien relata Claudio
Keblaitis, actual vice 2° del club, en su obra Alma Roja. Recién el 21 de abril
de 1907 consiguió disputar su primer juego ‘de verdad’, ya con el equipo
anclado en Provincia, en la actual ciudad, con field sobre la calle Manuel
Ocantos 540. Ese día, por la 2° Liga, sección B, Independiente II cayó por 3-1
ante Comercio, el team fundado por los estudiantes del Colegio Comercial Carlos
Pellegrini. Hubo que esperar, pacientemente, hasta 1912 para mezclarse entre
las instituciones de renombre futbolero.
Un año antes, en 1911, el ya Rojo –agranatado- terminó
subcampeón. Pudo haber ido más. Sin embargo, el equipo se disolvió. Y si bien
el multicampeón Alumni renunció al no haber comenzado el torneo, su plaza se la
entregaron a Quilmes, quien así zafó del descenso. Independiente volvió a
reformularse con un gaucho de cada pueblo. Así apareció el arquero inglés
William Peterson desde Banfield, o Agustín Lanata (abuelo de Jorge, el
periodista) desde River. Igual, todo se hacía cuesta arriba. El club está a los
tiros con los organizadores del campeonato. Hubo un juego, contra Argentino de
Quilmes, que fue programado un día de elecciones provinciales, donde no se
podían llevar a cabo eventos deportivos y, sin embargo, se decidió jugarlo de
todas maneras: Independiente, que apenas consiguió reunir a siete jugadores,
perdió 6-0 en Intermedia, categoría inmediatamente inferior a la Primera Liga.
Ya no había onda con la Argentine Football Asociation, AFA. Y el detonante se
dio contra Boca, un 2 de junio, por la 5° fecha de la sección B en la cancha de
Avenida Mitre al 1900. Gran caos gran. Y chau.
Entrenados por el doctor Juan Ricardo Mignaburu –a su
vez, presidente del club-, el Rojo salió al pasto con William Peterson; Balbino
Ochoa y Manuel Deluchi; Rogelio Jacobelli, Ernesto Sande y Antonio Marín;
Francisco Roldán, Julio Pastor, Enrique Colla, Bartolomé Lloveras y Zoilo
Canaveri. Sande se fue expulsado y Colla, hastiado de los fallos del juez
Morazzani, no dudó en agredirlo. Así el partido se suspendió durante 20 minutos
y, sobre la hora, Taggino, Xeneize, falló un penal que no permitió romper el
0-0. La AFA descalificó a Colla y suspendió el stadium. Así las cosas, así las
diferencias imposibles de zanjar, y con la primera piedra tirada por Gimnasia
LP (que se peleó con la Asociación por un tema de cobro de entrada a los socios
en partidos internacionales), se gestó la creación de la nueva Federación
Argentina de Football, integrada por clubes cansados de los perjuicios
dirigenciales (y arbitrales). El viernes 5 de julio de 1912, Independiente
confirma el retiro de la AFA y la inclusión en la FAF, donde la Primera
División tendría siete equipos más: Argentino de Quilmes, Atlanta, Estudiantes
de La Plata, GEBA, Kimberley, Porteño y Sociedad Sportiva Argentina.
El debut en la máxima categoría tras el ascenso de
escritorio se dio el 14, nueve días más tarde de la escisión. Con goles de
Bartolomé Lloveras, Roldán y Laguna, venció 3-0 a Kimberley, elenco de Villa
Urquiza. Y jugó Colla. Y jugó Sande, dos meses después, jugador de Selección (el
primero que tuvo el club). Los títulos, la gloria, no tardarían en llegar. El
pitazo de Pablo Díaz, entonces, no fue más que un volver a empezar sobre una
ruta conocida pero olvidada. Y tal vez en un año, olvidable… Aunque
Independiente, según jura su historia, se hizo de abajo…
Fuente Olé
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