Por Matias Amato
Hay tiempos y momentos para cada cosa. De relajación,
momentos de extrema atención, de esfuerzo y de desgano.
Lo mismo pasa en el futbol, un partido se compone de
diferentes momentos, y aquel que sepa manejarlos y aprovecharlos saldrá
favorecido.
El partido ante Lanús evidenció los siguientes cuatro
cambios de situaciones:
El primer momento del encuentro es el que podemos
reconocer desde el comienzo hasta el gol de Romero.
Aquí se pudo ver a Lanús siendo más incisivo que
Independiente, comandado por Regueiro, quien antes de cumplir los 10 primeros
minutos del partido ya había concretado 3 desbordes.
El equipo de
Gallego tuvo que reacomodar la defensa por la lesión de Morel, se mostró
nuevamente falto de profundidad y de armado de juego, además de dejar a la luz
nuevamente falencias en la presión para recuperar el balón.
A pesar de las oportunidades que se presentaban para la
visita, esta etapa del partido pudo haber finalizado favorable a Independiente,
si el árbitro Loustau hubiera convalidado el penal que le cometieron al joven
Benítez, pero no fue así.
Y el mismo juez no sancionó la infracción del 10 del
granate sobre Tula que terminó dándole la oportunidad del gol a Lanús.
De esta forma se generó el desequilibrio, el cual no
provino de la supremacía del rival, sino de uno de los tantos errores de la
autoridad que dirigió el juego.
El segundo momento
del partido es el pequeño lapso de tiempo que se da, desde el minuto 37’
hasta el final de la primera etapa.
Aquí, con el resultado favorable a la visita,
Independiente emprendió con más valor que futbol la misión de buscar un empate
rápido, que nunca consiguió. Factores a considerar: la centralización de los
ataques, la falta de alternativas ofensivas que llevó a repetirse en centros
para un Vidal que no se destaca por el juego aéreo.
El tercer momento lo podemos enlazar con el inicio de
la segunda etapa hasta la lesión del juvenil Buter (por una clara falta de
Regueiro), que terminó dejando a Independiente con 10 jugadores.
En este momento, el Rojo adelantó sus líneas buscando
asfixiar al rival y dejando mucho espacio para el contraataque del adversario.
Hubo una jugada que pudo haber devuelto el equilibrio
en favor de los del Tolo, el remate de Zapata que dio en el travesaño, sin
embargo la arremetida culminó al perder al único jugador de ataque por
naturaleza que había en cancha para los de Avellaneda.
El cuarto y último momento, fue la larga agonía que
sufrió el Rojo desde los 10 minutos del segundo tiempo hasta el final. Con un
jugador más, Lanús hizo su mejor juego, busco aprovechar la desorganización y
desesperación roja con ataques desde los laterales hacia el centro, evitando
así chocar con Battion y Zapata.
Solo quedó tiempo para alguna esporádica acción en
ataque para Independiente, que fue
consumida por el orden táctico y la estabilidad emocional del equipo de Lanús.
De los cuatro quiebres que hubo en el partido, dos
cedieron en merced del fin del tiempo de juego y los otros dos a los pies de la
mala actuación del árbitro. Más allá de esto, el DT debe de buscar la solución
para partidos donde el rival sorteó la presión del mediocampo rojo y trabajar
en las vías de ataque que prefiere utilizar de cara al futuro.
Fuente Infierno Rojo

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