El 9 de noviembre de 1994, Independiente jugaba el
duelo de vuelta del torneo y tras haber igualado 1 a 1 en la ida, se impondría
por 1 a 0 ante Boca con un memorable gol de emboquillada de Rambert. De esta
manera, los dirigidos por Brindisi ganarían esa Copa que tanto se les venía
negando y sumarían su título internacional número 13. Luego, el 'Rey de Copas'
sumaría otros tres lauros
Gracias a una inolvidable 'Vaselina', el 'Rojo' obtenía
su primera Supercopa
Independiente, un especialista en Copas Internacionales,
tenía una deuda pendiente que se le venía negando. Se trataba de la Supercopa
Sudamericana, que era el único trofeo que nunca había podido alzar. Y en 1994
llegaría a la final luego de superar en octavos al Santos, en cuartos al Gremio
y en semis a Cruzeiro. Ya en la última instancia, el rival a vencer era nada
más ni nada menos que Boca Juniors, dirigido por César Luis Menotti. En 1995
repetiría el éxito en este certamen, pero ya con el 'Zurdo' López en el banco,
en lugar de Brindisi.
La ida se había disputado en la Bombonera y había
finalizado igualada 1 a 1 con tantos de Sergio Martínez para el local y de
Sebastián Pascual Rambert para la visita. Siete días más tarde, el 9 de
noviembre, llegaba el momento de la definición en Avellaneda.
Era un miércoles por la tarde radiante con una Doble
Visera repleta. Todo era nervios y extremada tensión. Para colmo los primeros
45 minutos no fueron para nada favorables al local, que finalizó la primera
etapa por demás exhausto. Pero las palabras de Miguel Brindisi en el vestuario
fueron el último empujón que necesitaba ese plantel, destinado a la gloria.
Así fue que apenas a los nueve minutos, Gustavo López
emprendió un inolvidable vuelo desde mitad de cancha, para luego habilitar a
‘Pascualito’, quien pinchó el balón y de emboquillada lo mandó por encima de
Navarro Montoya, quien miraba perplejo cómo la pelota pasaba por encima de él
para culminar su recorrido en el fondo de la red.
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Y eso fue suficiente para que el “Xeneize” no se
pudiera reponer y así dar vuelta el encuentro. A partir de allí, el “Rojo”
defendió con uñas y dientes la mínima ventaja obtenida y terminó alzando ese
esquivo trofeo que le permitió sumar su título internacional número 13 y
demostrar con orgullo quién era el Rey de Copas.
“Fue la gran final que el fútbol argentino se debía y
nos debía. Una final a puro fútbol. Vibrante, emotiva, con dos equipos que iban
al frente, a jugarse por la victoria con armas limpias, nobles, generosas, de
fuerte atracción visual, de indudable riqueza estética, tratando cada uno de
prevalecer por ser mejor que el oponente”,
reflejó la prensa de aquel entonces.
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Fuente Play Futbol

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