UNA CAUSA PARA
VALIENTES.
Pablo Provitilo
De modo creciente y sin que todavía medien reacciones
extendidas para frenar este fenómeno que envilece al deporte más popular, la
violencia asume contornos definidos en el paisaje del fútbol. Una combinación
entre negligencia cómplice, aguantes nocivos con trasfondo social e intereses
que exceden el juego, dan cuenta de un problema persistente.
Institucionalizadas desde hace más de medio siglo, las
denominadas barras bravas consolidaron su poder económico y territorial, y hoy
a nadie sorprenden diversos hechos que las tienen como exclusivos
protagonistas, ya sea mediante desmanes en un partido de fútbol, en una
elección gremial, incluso hasta en un hospital público o en la sede del
mismísimo club que, en la gran mayoría de los casos, los cobija a través de
distintos tipos de prebendas. Episodios que se han ido naturalizando conforme
no hubo respuestas suficientes por parte de los diversos organismos de control
del Estado, el Poder Judicial y la Asociación del Fútbol Argentino. Así las
cosas, los resultados de la violencia se evidencian en decenas de muertos que
registra el fútbol argentino a lo largo de su historia.
Fidelidad a los socios.
Las iniciativas hasta el momento, tenues y meramente
coyunturales, no lograron aminorar los actos de estos grupos. Tal falta de
efectividad remite seguramente a fuertes intereses no circunscriptos a los
designios de la pelota.
Confluyen, en tal sentido, múltiples factores:
prácticas de impunidad derivadas de la última dictadura militar, ausencia de políticas
inclusivas desde el Estado para resolver el problema, factores culturales que
van desde la falta de campañas de prevención, focalizadas en la educación,
hasta discursos periodísticos mimetizados con el lenguaje de las barras bravas.
De ahí que la aparición de una dirigencia como la de
Independiente, presidida por Javier Cantero, configure una noticia alentadora a
fin de enfrentar un problema endémico del fútbol argentino. Elegido como
titular del cuadro de Avellaneda, su discurso de
campaña comenzó a plasmarse en actos concretos a poco de iniciada su gestión.
La quita de favores y el hecho de señalar, desde un comienzo, que «le temo más
al castigo social y moral de los socios que a los propios barrabravas si no
cumplo con mi promesa de sacar a los violentos de la vida del club», expresan
la firmeza y una clara convicción por cambiar las cosas. Prueba de ello fue su
decisión de no entregar entradas ni habilitar micros, e impedir que la barra
utilice dependencias del club como propias, lo cual motivó un hecho que
conmovió a la sociedad: el 3 de mayo pasado unos 30 barras ingresaron con
prepotencia a su despacho, ubicado en la sede social (Mitre 430). El objetivo
fue recriminar la postura de la comisión directiva de no negociar con ellos,
reafirmando así su capacidad para sortear la seguridad.
Lejos de sentirse intimidada, la actual gestión de
Independiente mantuvo la palabra empeñada ante los socios y, fruto del impacto
del incidente, reavivó el debate acerca de cómo actuar ante grupos que
trascendieron el ámbito del fútbol para convertirse en organizaciones
delictivas, con capacidad para tramar sus negocios. La dimensión del hecho
llevó a que funcionarios políticos, dirigentes deportivos, medios periodísticos
y personalidades del fútbol en general brindaran su apoyo –al menos desde lo
discursivo– a la actitud que tomó Independiente. Sin ir más lejos, Cantero
dialogó con el jefe de Gabinete del Gobierno Nacional, Juan Manual Abal Medina,
Julio Grondona, titula de la AFA, y el ministro de Seguridad y Justicia
bonaerense, Ricardo Casal, como parte de un raid que lo tuvo en el centro de la
escena tras los sucesos en la sede social, desbordada por socios, periodistas y
dirigentes, como pudo registrar Acción un día después del apriete de la barra
al recorrer sus instalaciones. Las mismas que recuerdan en su interior años de
gloria del Rojo como la estatua en homenaje a Ricardo Bochini, un emblema de la
entidad, en la puerta de entrada; o las láminas de equipos inolvidables de
Independiente diseminadas en el despacho donde Cantero fue increpado por
personajes ajenos a esa rica historia.
A tal punto defienden estos grupos sus privilegios en
desmedro del club que, a sólo dos días del apriete a Cantero y pese al pedido
solicitado por los dirigentes de Independiente al Comité Provincial de
Seguridad Deportiva (COPROSEDE) para no permitir el ingreso de los líderes de
la barra al estadio de Arsenal de Sarandí, los violentos apedrearon a los
simpatizantes del club local desde fuera del estadio, con el riesgo de
provocarle a la institución una severa sanción por parte de la AFA. Más aún:
uno de los jefes redobló la apuesta el 7 de mayo con mensajes extorsivos
dirigidos al presidente de Independiente, a través de la red social Facebook.
«Algunos me dicen “¿No le tiene medio a los violentos?”, y yo respondo que sí,
como cualquier persona puedo tener miedo físico. Pero no me van al torcer el
brazo», expresa Cantero, durante su entrevista con Acción, como si se tratara
de una declaración de principios innegociables, en tanto refuerza la postura
adoptada al afirmar: «Es mucho más grande la gente que se opone a esta manera
de tener prebendas, hacer dinero o vivir del fútbol. Así que soy optimista. Sí
creo que no va a ser un trabajo de una semana o un mes, va a llevar un tiempo.
Pero con convicción, con paciencia, se puede llevar adelante. Los barrabravas
son dinosaurios y en poco tiempo van a ser recordados como algo en extinción».
Cuestión de voluntad.
Los dichos de Cantero chocan con no pocos obstáculos dada
la oscura trama que explica la violencia en el fútbol. O «violencia del fútbol»
como sugiere catalogarla el sociólogo Amílcar Romero, teniendo en cuenta que
desde «fines de los 50 hasta la actualidad ha pasado a formar parte del
espectáculo». Para Emilio Chebel, ex presidente de Lanús y miembro del Foro
Social de Entidades Deportivas, el problema radica en el diagnóstico de
situación y en las disputas interiores, lo que impide consensuar una posición
común entre los diversos actores vinculados con la seguridad, motivo por el
cual no alcanza con la valiente decisión de un pequeño grupo de dirigentes
comprometidos en la erradicación de los violentos. «La verdad es que no veo
convencidos a todos los que son responsables de la policía y del poder político
de tratar de encauzar esto hacia una salida que podríamos llamar definitiva,
integral, o al abordaje de un problema con reglas claras. Porque tampoco
tenemos reglas claras», agrega Chebel. En la misma sintonía, Enrique Lombardi,
presidente de Estudiantes de La Plata y quien también tuvo encontronazos con la
barra de su club –dividida en varias facciones– al mostrarse firme frente a
distintas extorsiones, sostiene que «la cuestión de la seguridad es muy
delicada. Para hacer algo debemos unirnos todos, hay que tratar este tema en la
AFA». Así, Cantero y Lombardi representantan otros dos casos de dirigencias
comprometidas con encontrar una solución al problema.
Dirigentes y barras.
En contraste con el intento de hallar soluciones, se
advierten casos en que dirigentes deportivos habrían actuado de modo tal que
favorecieron el incremento de poder de la barrabrava. Basta con repasar algunos
ejemplos. En Boca y River las barras conocidas como La Doce y Los borrachos del
tablón, respectivamente, se hicieron muy famosas en recientes gestiones de los
clubes sin que hubiese una intervención efectiva por parte de las dirigencias
donde eran figuras influyentes José María Aguilar (River) y Mauricio Macri
(Boca).
Estos y otros hechos similares muestran muchos aspectos
concernientes a las responsabilidades de las dirigencias de los clubes de
alimentar al monstruo, razón por la cual, personalidades como Cantero, con el
apoyo de su comisión directiva, se destacan por adoptar una actitud, no poco
riesgosa, que se ubica en las antípodas de la que parece prevalecer. Así resume
Cantero: «Es mentira que no se puede combatir a los barras, sólo hay que tener
voluntad. Nosotros fuimos como la espuma, pero por debajo hay mucha gente que
lo viene haciendo también silenciosamente». Tal afirmación despierta cierto
escepticismo en algunos aun cuando coincidan, lo cual apunta a la complejidad
del problema en relación con los diversos sectores, tampoco homogéneos,
involucrados en el fenómeno.
La intricada trama está conformada no sólo por los barras
o los dirigentes. Según Chebel, justamente apuntando a no simplificar el tema,
no hay un solo responsable. «El problema no es solamente el periodismo trucho,
los dirigentes berretas o los policías corruptos, sino que es un todo. Y hay
que poner en la mesa todo», subraya el ex dirigente de Lanús.
Revisar esa totalidad lleva a remontarse a un tiempo
atrás para observar ciertas recurrencias que llegan a la actualidad y que echan
luz sobre la arista política en relación con las barras. De acuerdo con los periodistas
Gustavo Grabia y Alejandro Fabbri, en la última dictadura militar, por caso, la
barra de Quilmes liderada por Carlos Alberto de Godoy, apodado el negro
Thompson, intentó aportar sus servicios al aparato represivo con el objetivo de
acallar las manifestaciones de protesta de los exiliados durante el Mundial de
España 1982. Otro revelador caso ocurrió en 2006 cuando barras de Estudiantes y
Gimnasia y Esgrima de La Plata estuvieron involucradas en la gresca de San
Vicente en ocasión del traslado de los restos de Juan Domingo Perón, algo que
una vez más, muestra a esta mano de obra disponible a ser contratada por
sindicalistas o políticos para «tercerizar» aquellas operaciones que llevan a
cabo y que incluyen hechos de violencia. Más recientemente, en 2011, Mariano
Ferreyra, militante del Partido Obrero, fue asesinado por un sector de la Unión
Ferroviaria en cuyo seno revistaban dos barrabravas, sospechados de participar
en el crimen.
Las instituciones gubernamentales, de hecho, forman
parte de esta amalgama de factores. Repetidamente se ha señalado desde el
poder, y sobre todo, ante algún reiterado hecho conflictivo, que «es necesario
hacer algo». Si bien lo necesario sería una solución global, lo cierto es que
en los mejores casos sólo hubo algunas medidas parciales. Por ejemplo, en 1985,
tras el asesinato de Adrián Scaserra, hincha de Boca, se promulgó la llamada
«ley De la Rúa» para disminuir la violencia, aunque con nulos efectos tanto en
su aplicación como en su efectividad. Tiempo después el juez Víctor Perrotta
dispuso suspender los torneos con motivo de los graves desmanes en los
estadios. En el último tiempo no faltaron disposiciones que impidieron el
ingreso de público a los estadios, claro que ambas medidas no podían ser sino
paliativos coyunturales.
El aguante.
La creación de organismos de control, como el
COPROSEDE, en la provincia de Buenos Aires, fue otro intento de intervención
del Estado. En la proximidad del último mundial, se conformó una ONG llamada
Hinchadas Unidas Argentinas, señalada como una agrupación kirchnerista, con la
finalidad de intentar una política de inclusión teniendo en cuenta la
composición social de parte de las hinchadas. Con todo, ciertos analistas, como
Pablo Alabarces, hacen hincapié en la falta de una política sostenida al
constatar en sus investigaciones no sólo la existencia de algunos intentos
discontinuos sino sobre todo la falta de datos confiables. «El único indicador
fehaciente que tenemos es el muerto», concluye el autor de Crónicas del aguante
y compilador de Hinchadas, dos trabajos que analizan este tema incorporando
cuestiones sociales y modos de funcionamiento, como, por ejemplo, el «aguante»,
algo que no sólo implica apoyar al equipo, sino mucho más, pelear por él, lo
que puede explicar el enfrentamiento de hinchadas. Pero asimismo, esa lógica,
que en otros ámbitos puede revestir rasgos positivos, como apoyar determinada
protesta, también se ve en los discursos que los medios difunden. El sociólogo
cita un ejemplo contundente: el eslogan «Ganar o morir».
A esto vale agregar otro factor importante para tratar
de asimilar las múltiples caras de este problema, no sólo es la lógica del
aguante y el sentimiento de pertenencia a un grupo lo que domina en la
barrabrava, con su implícita violencia como medio de dirimir cuestiones, sino
que crecientemente, y en tanto han expandido sus actividades como si se tratara
de empresas, la lucha por el poder y el dinero ha producido enfrentamientos
(feroces y mortales) en el seno de las propias barras, al punto que esto supera
las tradicionales peleas con la barra rival. Alcanza consignar un dato: 23 de
las 32 muertes en los últimos cinco años se originaron en internas de las
barras.
En un panorama plagado de componendas a la orden del
día y múltiples escollos, las medidas tomadas por Independiente constituyen
señales positivas, relativas al intento por terminar con un problema histórico
del fútbol argentino. Y expresan, además, un posible cambio cultural respecto
de las conductas de socios e hinchas en el vínculo con las barras, dado que en
Independiente sus socios votaron a una conducción decidida a enfrentarlos, e
incluso los repudió en varios partidos que disputó su equipo. «La gente no se
sintió representada por ellos, en Independiente a los jefes de la barra brava
no le piden autógrafos ni se sacan fotos con ellos como pasa con los líderes de
grupos violentos en otras entidades», señala Cantero.
Pero el rechazo popular no sólo se manifiesta en
hinchas del Rojo de Avellaneda. Aficionados del resto de los clubes respaldaron
la política de no negociar implementada por Independiente mediante copiosas
muestras de apoyo al presidente, ya sea en la calle, en los medios o en las
redes sociales Twitter y Facebook. Uno de esos apoyos multiplicados en la Web
decía «Fuerza Cantero», todo un mensaje de los simpatizantes del fútbol a fin
de aunar esfuerzos para dar respuesta a un fenómeno que sigue con su escalada
de negocios, amedrentamientos y complicidades.
Fuente Revista Acción

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