Por Cristian Fernández
Cerca de los 10 minutos del complemento el Tolo envió a
la cancha al ex Unión en lo que fue un cambio doble con el ingreso de Leonel
Buter. Luego vino la lesión del pibe y no quedaron delanteros. De todas
maneras, lo del volante llegado como refuerzo es malo.
Antes de leer estos párrafos, amigos lectores, quiero
dejar bien en claro que se entiende que la lesión del pibe pegó directamente al
equipo, lo dejó con diez hombres y cambió los papeles. Situaciones fortuitas
que se dieron todas juntas y en contra. Obviamente que uno de los damnificados
fue el otro recién ingresado Paulo Rosales. Aunque, alrededor de este
futbolistas surgen muchos interrogantes.
Juega displicentemente. Cortito, al costado y sin
arriesgar. Lo que comúnmente se dice “juega en su quintita”, como para no
ensuciarse. ¡Ojo! No estoy pidiendo que se tire al piso, sino que pida la
pelota y no se esconda, que vaya para adelante y haga jugar al equipo. Eso es
lo que se le pide a un jugador con sus características.
Rosales parece empeñado en hacer todo lo contrario. Es
cierto que uno no conoce la función que le asigna el DT y la conferencia de
prensa del Tolo sólo tuvo tres preguntas como para que lo explique. Sin
embargo, hay algo que el técnico no puede hacer por él y por eso este deporte
apasiona tanto: tomar decisiones en el momento del juego.
Es decir, lo de Rosales es por lo menos inentendible.
Vino como la única esperanza de contar con un enganche. En él se depositaron
esas urgencias de fútbol que tenía este plantel. Fue recomendado por Bochini y
hasta demostró una invaluable emoción por vestir los colores de Independiente.
En fin, arribó con las luces del estrellato y con todas
las chances de no ser uno más. No obstante, su rendimiento fue decayendo y su
falta de expresión con la pelota dentro del terreno de juego lo tiene en la
neblina y en el precipicio.
Va a tener que mejorar muchísimo para revertir esta
situación en la que está. Deberá entender que tiene en sus espaldas la
responsabilidad de hacer jugar al equipo cada vez que está en el rectángulo de
césped y su función es tener la pelota, distribuirla con criterio, juntarse y
ser el eje de cada ataque. Y, como punto final, lo más básico de todo:
habilitar al nueve para que quede mano a mano con el arquero rival, jugada
clave de este deporte. Mientras tanto, el ex Unión lo está haciendo todo al
revés.
Fuente Infierno Rojo

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