Escrito por: Lucas Sawczuk @lucassawczuk
Mirar, oler, concebir. Palpitar, fecundarse entre el
sentimiento y esa sangre roja que corre a mil, que se manifiesta como gotas
aceleradas de pasión incontrolable.
El corazón no es el mismo. Siente como siempre, pero late
como nunca.
Sabe que llegó el día, que otra vez Independiente saldrá a
la cancha.
Y la ilusión se regenera, porque esa dama dominante no
entiende de razones.
Una bandera, una camiseta, un gorrito, algo…algo rojo que
bendiga tu cuerpo lleno de orgullo por llevar ese color en tu piel.
Una historia, un recuerdo, una visión. Una o miles.
El final siempre es el mismo. Te dormís, soñás y en cada
noche nace una alegría. La esperanza se renueva, se refresca el corazón.
Un estandarte te envuelve, te acobija las ilusiones y
vos…vos que tanto esperaste, mutás células en pura esperanza.
Cada poro de tu cuerpo respira Independiente, cada sensación
escéptica desaparece cuando lo ves en la cancha, cuando el fulgor de su
camiseta roja te inunda la vista de emociones encontradas.
Esa es la pasión misma encarnada en un cuerpo que está
enfermo de ilusión, que se condena a vivir alucinado por el Rojo.
Llegó el día.
Nada es igual.
El Rey sale otra vez a escena con su esplendorosa capa que
imanta tus sentidos.
Vos te ponés de pie, aplaudís, te llenás el pecho de orgullo
y otra vez, una vez más, mirás el cielo y agradecés lo inmenso que te hace
sentir Independiente.
Fuente Muy Diablo

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