Por Lucas Sawczuk @lucassawczuk
Columna de opinión
–
¿A qué se juega? Nadie sabe.
Qué se pretende? Difícil de explicar.
¿A dónde
vamos por este camino? Es incierto.
Tres jugados, tres perdidos. Cero goles. Un
fútbol que no aparece y un equipo que no levanta, porque no genera y porque la
actitud está en el subsuelo.
¿Qué falta? De todo.
¿Se puede salir del pozo? Ese
es un gran interrogante.
Uno no sabe cómo hará Independiente para ganar un partido.
Cuesta entenderlo a esta altura.
Sí sabemos cómo se pierde: por errores propios
que se mutan en regalos para los rivales.
Pasó con San Martín de San Juan,
ocurrió con Lanús y se expandió la onda en La Plata, donde el partido se abrió
tras un grosero fallo de la línea defensiva.
La “gran” pretemporada se transformó en un discurso berreta
de veracidad incierta.
Desde lo físico es difícil achacar cuestiones, desde lo
futbolístico, todo queda al desnudo.
Un equipo pobre de alma, híbrido en cuanto
al juego y de ideas nulas.
Así, es complicado ganar, y eso que el fútbol de los
rivales nunca fue superior al de Independiente.
La culpa es compartida.
Empezando por el entrenador, que no
la pega con los cambios, ni el sistema de juego ni el mensaje que baja tras los
partidos.
La autocrítica debe ir por dentro y por fuera.
Los jugadores, con sus
decisiones en el campo de juego, también son tan culpables.
Les falta, además
de calma y audacia, un poco de fuego sagrado.
Lo preocupante no sólo queda en esta faceta del Clausura,
sino también en lo que se fue, y en lo que viene.
El pasado, salvando la última
temporada de Américo Gallego, fue lamentable.
Lo que se avecina, parece
tenebroso.
No falta mucho para junio e Independiente deberá cambiar
considerablemente para no cargarse una mochila llena de presión, urgencias,
dramatismo y exitismo, tal como significa la lucha por no descender.
El futuro no es de lo mejor, porque no existieron bases
previas para solventar un proyecto que entienda los tiempos.
Hoy ya no están
los Bochini, ni los Bertoni.
Es tiempo de otra cosa.
Tiempo de ponerse el
overol y dejar la vida por y para Independiente.
Las urgencias del mañana
podrían ser aún peores de lo que se vivió en la época de Antonio Mohamed.
Hoy,
hacer más de 25 puntos, parece una quimera, por eso el cambio debe ser radical.
Ramón Díaz tendrá que hacerse cargo de sus errores, como los jugadores.
El sábado, ante Argentinos Juniors, no queda otra que
levantar.
No es un deseo, es casi una imperiosidad del presente para comenzar a
oxigenar, al menos un poco, ese futuro que se avecina.
Quien quiera oír, que
oiga.
Pero sería bueno, al contrario de lo que le ocurrió a River, no hacerle
frente al descenso cuando el agua acaricie el cuello.
Necesitamos reformar la
vacuna y aplicar la dosis a tiempo.
Que así sea.
Fuente MuyDiablo
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