Sin respuestas. Los jugadores de Independiente no supieron resolver la ventaja numérica que tuvieron durante más de un tiempo. Juan Foglia
Por Nahuel Lanzillotta
Se espera un clima caldeado el jueves en el estadio cuando
el equipo de Pusineri reciba a Fortaleza.
Hay derrotas y derrotas. La del domingo en el Cilindro no
fue una más para Independiente. El 0-1 con dos hombres más le duele y le dolerá
por bastante tiempo. Es una herida que dejará cicatriz. Se puede perder, claro.
Está dentro de las nomas del juego. El problema, para los hinchas que miraban
atónitos por la TV, fue la forma. La bronca se hizo expresar de modo inmediato
en el canal que por estos tiempos es el espacio público: las redes sociales.
Se descargaron de lo lindo los simpatizantes, principalmente
en
Twitter. Pero también algunos pocos sintieron la necesidad
de ir hasta la puerta del Hotel Scala, donde concentra habitualmente el
plantel, para esperar a que llegara el micro del estadio en la noche del
domingo. Hubo insultos para todos a medida de que ingresaban al lobby. Y este
jueves por la noche, cuando el Rojo enfrente en Avellaneda a Fortaleza en el
primer duelo de la Copa Sudamericana, se pronostica un clima tormentoso.
Nadie se salva de los reproches de los fanáticos. Todos son
culpables de este momento que muchos en el microclima del Diablo catalogaron
como “un papelón histórico”. ¿Qué grado de responsabilidad se le endosa a cada
una de las tres patas que componen el día a día de un equipo que pasó de la
algarabía del 5 a 0 a Rosario Central a sufrir una de las peores humillaciones
de los últimos años?
1) Los jugadores. Están en la punta de la pirámide de la
calentura de los hinchas, primordialmente por cómo perdieron el clásico ante Racing.
No supieron resolver dentro del campo los dos hombres más con los que contaron
durante 42 minutos. Más allá del nivel de juego, que no fue efectivo ni
vistoso, se les reclama falta de rebeldía, carencia de personalidad para
imponerse deportivamente ante un rival que se sabía en inferioridad numérica.
Claro que el carácter de los jugadores de La Academia para aguantar con dos
menos y encima llegar al arco adversario y convertir dejaron más en evidencia a
los de camiseta roja. Al margen de esta caída, es un plantel que ya viene
siendo mirado de reojo por la gente porque navega en la intrascendencia desde
la última etapa de Ariel Holan hasta ahora. En el medio pasó Sebastián
Beccacece y el interinato de Fernando Berón, con resultados negativos. Muchos están
en bajo nivel futbolístico, a otros parece afectarle el factor anímico. Lo
concreto es que estuvieron muy por debajo de lo que se espera en este tipo de
partidos trascendentales.
2) Los dirigentes. Casi a la par de los jugadores. La
responsabilidad de la pata directiva no es puntualmente por un partido; se los
señala por tomar decisiones erróneas en el manejo del fútbol en el último año y
medio, es decir en los últimos tres mercados de pases. Independiente vendió muy
bien en el primer ciclo de Holan, y de eso se jactaban los dirigentes. Pero,
más allá de alguna excepción, compró mucho y mal por elevadas sumas de dinero.
Y desde el año pasado comenzó a acusar problemas económicos, deudas por varios
pases de refuerzos y atrasos en el pago de los salarios del plantel, que
puertas adentro demuestra fastidio. Los Moyano se escudan en la situación del
país y en el último receso no trajeron incorporaciones.
3) El entrenador. Lucas Pusineri es a quien menos le caen.
El motivo es obvio: lleva cuatro encuentros oficiales dirigidos, de los cuales
tres fueron clásicos. Le tocó un fixture complicado. Pidió un nueve y un
volante mixto, pero no llegó nadie por primera vez en la era Moyano. Para
colmo, perdió a Nicolás Domingo, Nicolás Figal y Pablo Pérez. El domingo no
acertó en los cambios. Metió lateral por lateral al incluir al pibe Ortega por
Sánchez Miño (dirá que estaba amonestado) y tardó en poner a Roa, que además es
más de tener la pelota que de aportar vértigo (Benítez era la otra opción, que
quedó en el banco). Pero tiene el crédito abierto entre los fanáticos. Ahora,
después de una charla profunda con sus dirigidos, tendrá que ver la manera de
sanar una herida que dejará marca.
Fuente Clarín
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